Invitamos a los matrimonios y a personas interesadas en una familia feliz, a leer y asimilar pasajes de la Exhortación pontifical 'Amoris laetitia' del Papa Francisco.
Realidad y Desafíos de las Familias (continuación)
37.
Durante mucho tiempo creímos que con sólo insistir en cuestiones doctrinales,
bioéticas y morales, sin motivar la apertura a la gracia, ya sosteníamos
suficientemente a las familias, consolidábamos el vínculo de los esposos y
llenábamos de sentido sus vidas compartidas. Tenemos dificultad para presentar
al matrimonio más como un camino dinámico de desarrollo y realización que como
un peso a soportar toda la vida. También nos cuesta dejar espacio a la
conciencia de los fieles, que muchas veces responden lo mejor posible al
Evangelio en medio de sus límites y pueden desarrollar su propio discernimiento
ante situaciones donde se rompen todos los esquemas. Estamos llamados a formar
las conciencias, pero no a pretender sustituirlas.
38.
Debemos agradecer que la mayor parte de la gente valora las relaciones
familiares que quieren permanecer en el tiempo y que aseguran el respeto al
otro. Por eso, se aprecia que la Iglesia ofrezca espacios de acompañamiento y
asesoramiento sobre cuestiones relacionadas con el crecimiento del amor, la
superación de los conflictos o la educación de los hijos. Muchos estiman la
fuerza de la gracia que experimentan en la Reconciliación sacramental y en la
Eucaristía, que les permite sobrellevar los desafíos del matrimonio y la
familia. En algunos países, especialmente en distintas partes de África, el
secularismo no ha logrado debilitar algunos valores tradicionales, y en cada
matrimonio se produce una fuerte unión entre dos familias ampliadas, donde
todavía se conserva un sistema bien definido de gestión de conflictos y
dificultades. En el mundo actual también se aprecia el testimonio de los
matrimonios que no sólo han perdurado en el tiempo, sino que siguen sosteniendo
un proyecto común y conservan el afecto. Esto abre la puerta a una pastoral
positiva, acogedora, que posibilita una profundización gradual de las
exigencias del Evangelio. Sin embargo, muchas veces hemos actuado a la
defensiva, y gastamos las energías pastorales redoblando el ataque al mundo
decadente, con poca capacidad proactiva para mostrar caminos de felicidad.
Muchos no sienten que el mensaje de la Iglesia sobre el matrimonio y la familia
haya sido un claro reflejo de la predicación y de las actitudes de Jesús que,
al mismo tiempo que proponía un ideal exigente, nunca perdía la cercanía
compasiva con los frágiles, como la samaritana o la mujer adúltera.
39.
Esto no significa dejar de advertir la decadencia cultural que no promueve el
amor y la entrega. Las consultas previas a los dos últimos sínodos sacaron a la
luz diversos síntomas de la «cultura de lo provisorio». Me refiero, por
ejemplo, a la velocidad con la que las personas pasan de una relación afectiva
a otra. Creen que el amor, como en las redes sociales, se puede conectar o
desconectar a gusto del consumidor e incluso bloquear rápidamente. Pienso
también en el temor que despierta la perspectiva de un compromiso permanente,
en la obsesión por el tiempo libre, en las relaciones que miden costos y beneficios
y se mantienen únicamente si son un medio para remediar la soledad, para tener
protección o para recibir algún servicio. Se traslada a las relaciones
afectivas lo que sucede con los objetos y el medio ambiente: todo es
descartable, cada uno usa y tira, gasta y rompe, aprovecha y estruja mientras
sirva. Después, ¡adiós! El narcisismo vuelve a las personas incapaces de mirar
más allá de sí mismas, de sus deseos y necesidades. Pero quien utiliza a los
demás tarde o temprano termina siendo utilizado, manipulado y abandonado con la
misma lógica. Llama la atención que las rupturas se dan muchas veces en adultos
mayores que buscan una especie de «autonomía», y rechazan el ideal de envejecer
juntos cuidándose y sosteniéndose.
De
la Exhortación ‘Sobre el Amor en la Familia (Capítulo II: REALIDAD Y DESAFÍOS
DE LAS FAMILIAS
)
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