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viernes, 1 de abril de 2016

¿Por qué aplazamos el cumplimiento de nuestros deberes?

Cómo funciona tu mente y cómo hacer rendir más tu tiempo

tijeras y reloj

Procrastinación: (Del latín procrastinatio): acción y efecto de procrastinar. Procrastinar: diferir, aplazar

Mientras estemos aquí, garanticemos que los obesos eviten excesos, los deprimidos eviten la apatía, y que alguien les informe a la ballenas encalladas que deberían evitar salir del mar.

No, “evitar la procrastinación” es un buen consejo sólo para los falsos procrastinadores, aquellos que dicen “yo me distraigo totalmente en Facebook algunas veces durante el trabajo, porque soy procrastinador”.

Lo que ni el diccionario ni los falsos procrastinadores entienden es que para un verdadero procrastinador la procrastinación no es opcional: es algo con lo que no se sabe lidiar.

En la universidad, la libertad desenfrenada y repentina fue un desastre para mí, no hice nada, nunca, por ningún motivo.

La única excepción es que yo tenía que entregar trabajos de vez en cuando. Y los hacía la noche anterior, hasta que entendí que podía hacerlos de madrugada, y así fue que me di cuenta que podía comenzar a hacerlos al inicio de la mañana del día en que debía entregarlos.

Ese comportamiento alcanzó niveles grotescos cuando fui incapaz de comenzar a escribir mi trabajo de conclusión de 90 páginas hasta 72 horas antes del día en que debía entregarlo, una experiencia que terminó conmigo en el consultorio médico del campus aprendiendo que la falta de azúcar en la sangre había sido la razón de que mis manos se me durmieran y mis puños se quedaran cerrados contra mi voluntad (terminé el trabajo y no, no quedó bien).

Incluso escribir este artículo llevó más tiempo del que debería, pues pasé varias horas haciendo cosas como observar esta imagen en mi área de trabajo por haberla usado en un artículo anterior, abrirla, mirar el gorila durante algún tiempo, pensando sobre cuán fácilmente podría ganarme en una lucha, después me pregunté si podría ganarle a un tigre, luego me pregunté quién ganaría la lucha entre un león y un tigre, y luego me puse a buscar en Google al respecto y me quedé leyendo sobre el tema algún rato (el tigre ganaría). Sí, tengo problemas.
Para entender por qué los procrastinadores procrastinan tanto, comencemos entendiendo el cerebro de un no procrastinador:
Bastante normal, ¿verdad? Ahora, miremos el cerebro de un procrastinador:
¿Notaste algo diferente?
Parece que quien toma decisiones racionales en el cerebro del procrastinador está conviviendo con un animal de estimación, el macaco de la gratificación instantánea.
Eso sería guay –hasta ideal– si el que toma las decisiones racionales supiese algo sobre cómo lidiar con un macaco.
Pero, desgraciadamente, esta habilidad no forma parte de su formación y se queda completamente indefenso cuando el chango vuelve imposible el cumplimiento de sus tareas.
El hecho es que el simio de la gratificación instantánea es la última criatura que debe estar encargada de las decisiones, pues él sólo piensa en el presente, ignorando las lecciones del pasado y despreciando completamente el futuro, y sólo se preocupa en maximizar la tranquilidad y el placer de este instante.

Él no comprende al que toma las decisiones racionales mejor que el que toma las decisiones racionales lo comprende a él.
¿Por qué tenemos que continuar corriendo – él se pregunta – si podemos parar (lo que nos haría sentir mejor)? ¿Por qué tenemos que entrenar con ese instrumento musical si eso no es divertido?
¿Por qué usamos una computadora sólo para trabajar cuando Internet está bien ahí, esperando a ser usada?

Él piensa que los humanos están locos.

En el mundo del macaco, él lo tiene todo planeado: si comes cuando tienes hambre, duermes cuando estás cansado y no haces nada difícil, eres un mono muy exitoso.

El problema para el procrastinador es que él vive en un mundo de humanos, y eso hace del chango de la gratificación instantánea un navegador altamente descalificado.

Mientras tanto, el que toma las decisiones racionales, entrenado para tomar decisiones racionales y no para lidiar con la disputa por el control, no sabe cómo participar en una lucha de verdad.
Sólo se siente cada vez peor sobre sí mismo a medida que habla y a medida que es reprendido por el sufrido procrastinador en cuya cabeza vive.

Es un desastre. Y con el chango en control, el procrastinador pasa mucho tiempo en un lugar llamadoPlayground de las tinieblas.

El Playground de las tinieblas es un lugar que todo procrastinador conoce bien. Es el lugar en que se llevan a cabo actividades de ocio cuando las actividades de ocio no deberían llevarse a cabo.
La diversión que tienes en el Playground de las tinieblas no es realmente divertida pues es completamente inmerecida y la atmósfera está llena de culpa, ansiedad, rabia contigo mismo y miedo.
A veces el que toma las decisiones racionales topa con una pared y se niega a perder el tiempo haciendo actividades habituales de ocio, y una vez que el chango de la gratificación instantánea no te deja trabajar, te encuentras en un purgatorio bizarro de actividades extrañas donde todo el mundo pierde.**
Y el pobre que toma las decisiones racionales sólo suspira, intentando descubrir cómo dejó al ser humano que supuestamente debería estar en control terminar nuevamente ahí.
En esa situación, ¿cómo es que el procrastinador logra eventualmente terminar una tarea?
Hay algo que atemoriza al chango de la gratificación instantánea:
El monstruo del miedo está dormido la mayor parte del tiempo, pero repentinamente se despierta cuando un plazo está muy cerca o cuando existeriesgo de vergüenza pública, de un desastre en la carrera o de otra consecuencia asustadora.
El macaco de la gratificación instantánea, normalmente inquebrantable, tiene miedo al monstruo del pánico.
¿De qué otra forma te puedes explicar que la misma persona que no logra escribir una frase introductora en un artículo durante dos semanas de repente es capaz de estar despierto toda la noche, luchando contra el cansancio, y escribir ocho páginas?
¿Por qué motivo una persona extraordinariamente perezosa inicia una rutina rigurosa de ejercicios físicos si no es por un ataque del monstruo del miedo, aterrorizando con la posibilidad de volverse poco atractivo?
Y esos son los procrastinadores con suerte, pues hay otros que ni siquiera responden al monstruo del miedo, y en los momentos más desesperados terminan subiéndose al árbol junto al macaco, entrando en un estado de desconexión autodestructiva.
Qué clase de persona somos.
Está claro, ese no es modo de vivir. Incluso para el procrastinador que no logra, eventualmente, hacer las cosas y continuar siendo un miembro competente de la sociedad, algo necesita cambiar. Y aquí están las principales razones para eso:
  • Es desagradable:Mucho tiempo valioso se desperdicia agonizando en el Playground de las tinieblas, tiempo que podría haber sido utilizado en un ocio satisfactorio y bien merecido si las cosas hubieran sido hechas en un cronograma más lógico. Y el miedo no es divertido para nadie.
  • El procrastinador, en última instancia, no se valora. Termina realizando menos y falla en alcanzar su potencial, lo que corroe a lo largo del tiempo y lo llena de arrepentimiento y auto-recriminación.
  • Los llamados “necesito-hacer” pueden suceder, pero no los “quiero hacer”.Incluso si el procrastinador está en el tipo de profesión en que el monstruo del miedo está regularmente presente y logra cumplir sus metas en el trabajo, el resto de cosas de la vida que son importantes para él – estar en forma, cocinar comida más elaborada, aprender a tocar la guitarra, lectura, o incluso hacer un cambio atrevido en su carrera– jamás suceden pues el monstruo del miedo por norma no se mete en esas cosas. Logros como ese expanden nuestra experiencia, vuelven nuestra vida más rica y nos traen un poco de felicidad – y para la mayoría de los procrastinadores éstos quedan guardados en el cajón.
Entonces ¿cómo puede mejorar un procrastinador y volverse alguien más feliz?

Originalmente publicado en Ano Zero

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