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martes, 12 de abril de 2016

¿Qué tiene que ver el Antiguo Testamento con Jesús?

¿No entiendes algunos libros de la Biblia o ves ideas
que te parecen lejanas a la cultura actual o al Evangelio?

La señal de Jonás

Henry Vargas Holguín, Aleteia
La Iglesia nos ha enseñado que la Biblia entera o la Sagrada Escritura es la palabra de Dios; es decir, que Dios “habla” a través de los libros contenidos en la Biblia, tanto en los libros del Antiguo Testamento como en los del Nuevo Testamento.

Y la Biblia como Palabra de Dios no tiene fecha de caducidad, tiene un valor permanente porque nos manifiesta cómo se ha ido mostrando o realizando el proyecto de salvación de Dios.

Y, “todo aquello que Dios ha revelado, contenido, y presentado en la Sagrada Escritura, nos ha llegado por inspiración del Espíritu Santo. La Santa Madre Iglesia, de acuerdo con la fe apostólica, tiene por sagrados y canónicos todos los libros enteros y en todas sus partes, tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento” (Constitución Dei Verbum, 1).

El Antiguo Testamento, aunque contenga relatos y/o expresiones no fáciles de armonizar sobre todo con los criterios del hombre de hoy, es también Palabra de Dios.

Es más, en sus libros se encuentra un tesoro de sabiduría y de oración; especialmente si tenemos en cuenta los salmos; dichos salmos pertenecen a la oración cotidiana de la Iglesia.

De consecuencia ningún libro de la Biblia sobra como tampoco ningún libro contradice a otro; todos están en la misma línea cuyo hilo conductor nos habla de una historia, de la historia de la salvación.
“El Antiguo Testamento es una parte de la Sagrada Escritura de la que no se puede prescindir. Sus libros son divinamente inspirados y conservan un valor permanente, porque la Antigua Alianza no ha sido revocada” (Catecismo, 121). Los mandamientos y las profecías del pueblo de Israel o de la antigua alianza y las promesas que se contienen en ellas, no han sido revocados.

Y los cristianos veneran el Antiguo Testamento como verdadera Palabra de Dios. La Iglesia ha rechazado siempre vigorosamente la idea de prescindir del Antiguo Testamento so pretexto de que el Nuevo lo habría hecho caduco (marcionismo)” (Catecismo, 123).
Básicamente el marcionismo dice que el Antiguo Testamento menciona cosas anacrónicas o nada lógicas que no gustan y que, por eso, se puede prescindir de él. Y aunque es cierto que el Antiguo Testamento contiene libros difíciles de entender y que pueden expresar ideas no acordes con los estereotipos de la cultura actual o con el Evangelio, también es cierto que su importancia está en que nos hace ver cómo Dios va orientando la historia del pueblo de Israel hacia Jesucristo.

Es evidente que esto no sea siempre, y por todos, fácil de ver y de entender pero es así. Es por esto que ver el proyecto de Dios en la Biblia implica estudiarla bien; y para estudiarla y comprenderla como se debe requiere, entre otras cosas, un serio trabajo intelectual.

La economía del Antiguo Testamento estaba ordenada, sobre todo, para preparar, anunciar proféticamente y significar con diversas figuras la venida de Cristo redentor universal y la del Reino Mesiánico. Mas los libros del Antiguo Testamento manifiestan a todos el conocimiento de Dios y del hombre, y las formas de obrar de Dios justo y misericordioso con los hombres, según la condición del género humano en los tiempos que precedieron a la salvación establecida por Cristo. Estos libros, aunque contengan también algunas cosas imperfectas y adaptadas a sus tiempos, demuestran, sin embargo, la verdadera pedagogía divina. Por tanto, los cristianos han de recibir devotamente estos libros, que expresan el sentimiento vivo de Dios, y en los que se encierran sublimes doctrinas acerca de Dios y una sabiduría salvadora sobre la vida del hombre, y tesoros admirables de oración, y en los que, por fin, está latente el misterio de nuestra salvación” (Dei Verbum, 15).

De manera pues que Dios es un gran pedagogo, y el Antiguo Testamento hace parte de su pedagogía.

Con esto se está diciendo que Dios no ha revelado a la humanidad todas las cosas de una sola vez, sino que lo ha ido haciendo de modo progresivo.

El Antiguo Testamento tiene una función pedagógica de Dios para preparar la venida de Cristo.

Sin el Antiguo Testamento no se puede comprender a Jesús. Es decir, con el Antiguo Testamento, Dios ha querido preparar a la humanidad para que pudiera acoger y comprender el mensaje y la obra redentora de Jesús.

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