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martes, 16 de julio de 2019

Con Vincent Lambert se cruzó el Rubicón: cinco tendencias bioéticas contra la vida aguardan turno


Vincent Lambert en Europa en 2019, Terri Schiavo en Estados Unidos en 2005: dos casos similares que tendrían consecuencias idénticas.
Vincent Lambert en Europa en 2019, Terri Schiavo en Estados Unidos en 2005:
dos casos similares que tendrían consecuencias idénticas.

Lo que ha sucedido en Francia con Vincent Lambert es muy similar a lo que ocurrió en 2005 en Estados Unidos con Terri Schiavo. Aceptado que se podía matar a una persona discapacitada dejándola morir de hambre y sed, las consecuencias fueron inmediatas. Wesley J. Smith (ver aquí un artículo suyo publicado en ReL), autor de Cultura de la muerte. La era de la Medicina dañina, las anuncia para los europeos en un reciente artículo en First Things:
Sobre Vincent Lambert y el paso del Rubicón de la ética

Vincent Lambert ha muerto.
Este francés de cuarenta y dos años, que exhaló su último respiro hace unos días en Reims, no ha muerto debido a un accidente. No había llegado "su hora". Ha muerto lentamente, a lo largo de nueve días, por una deshidratación forzada [retirada de comida y bebida], un fallecimiento causado por un deshidratación radical de los tejidos, por el rompimiento de las membranas, por convulsiones y por un lento y general fallo orgánico.
De por sí no era un caso de eutanasia, aunque eliminar la alimentación a una persona sólo puede como resultado la muerte. Más bien, la deshidratación forzada de Lambert se ha considerado sólo una cuestión bioética llevada a cabo por la ley, una cuestión emocionalmente difícil pero rutinaria consistente en eliminar el "tratamiento médico" de "nutrición e hidratación artificial" porque su mujer así lo quería y los tribunales juzgaron que era en el mejor interés de Vincent.
¿Cómo se puede considerar esto en el mejor interés de Vincent? Lambert era un hombre con una discapacidad profunda debida a un grave daño cerebral que le dejó con el diagnóstico de estado de inconsciencia permanente (aunque sus padres insistían en que tenía un mínimo grado de conciencia). Sin embargo, no necesitaba respiración asistida ni diálisis. Todo lo que el pobre hombre necesitaba es lo que necesita todo ser humano: alimento y agua
Lo que le repite su madre: "No llores, no llores".
El 20 de mayo, antes de la intervención de la ONU, se produjo el segundo intento de matar a Lambert (había habido uno años atrás y fue el tercero el definitivo). El 19, los padres le encontraron en este estado de conmoción: el equipo médico le había informado de que se le iba a sedar para suprimirle la alimentación e hidratación. Es una prueba utilizada por sus padres, Pierre y Viviane, para defender que Vincent tenía momentos de conciencia.
El caso de Vincent Lambert ha sido muy mediático en Europa porque ha sido objeto de una lucha judicial entre su esposa y sus familiares (tanto su padre como su madre querían que viviera). La historia ha tenido menos eco en Estados Unidos debido, en parte, a la distancia, pero también porque nosotros ya hemos cruzado el Rubicón de la deshidratación forzada en pacientes en 2005 con la muerte de Terry Schiavo, cuando los tribunales ordenaron que se detuviera su alimentación por sonda.
Terri Schiavo (1963-2005) sufrió en 1990 un daño cerebral masivo a consecuencia de un fallo cardiaco. Como en el caso de Lambert, no se encontraba en estado terminal ni en coma, solamente dependía para vivir de una sonda de alimentación. Su marido solicitó que le fuese retirado, y el pleito con los padres, quienes, como los de Vincent, se ofrecían a cuidarla, duró siete años antes de que se autorizase su muerte por deshidratación. Tardó en morir trece días, un poco más que Lambert.
El caso de Lambert es sumamente similar al de Schiavo. Ambos sufrían una profunda discapacidad debido a una lesión cerebral grave. Ninguno había dejado instrucciones escritas sobre sus deseos en el caso de una incapacidad grave. Ambas muertes han estado precedidas por amargas disputas en el seno de las dos familias. Los dos hermanos de Schiavo se oponían a su deshidratación; los hermanos de Lambert la apoyaban, pero sus hermanastros apoyaban a los padres. Tanto Schiavo como Lambert eran católicos y en ambos casos los que defendían su deshidratación acusaron a los miembros de la familia que se oponían a ella de estar motivados sólo por la religión, no por una preocupación verdadera por el paciente.
Algunos aducen que estos casos demuestran un prejuicio contra el principio según el cual los pacientes que tienen una discapacidad cognitiva valen lo mismo que quienes no la tienen. Esta argumentación no condujo a ninguna parte en el caso Schiavo. Pero en el caso Lambert, el Comité de las Naciones Unidas sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad intervino y pidió que se pospusiera la deshidratación mientras investigaban si quitar la alimentación y la hidratación era una acción discriminatoria. Esta petición le concedió a Lambert un indulto temporal cuando un tribunal francés de apelación revocó la sentencia de deshidratación emitida por un tribunal de primera instancia. Pero la victoria tuvo vida breve, ya que el Tribunal Supremo francés revocó esta decisión.
Espero que el Comité de las Naciones Unidas siga con la investigación. Lambert (y Schiavo) no eran enfermos terminales. Ambos han muerto sólo porque quienes tienen el poder de decidir consideraron que sus vidas no valían la pena de ser vividas. ¿Acaso no es una discriminación basada en la discapacidad decidir que la muerte es en el mejor interés de un paciente porque este paciente está discapacitado a nivel cognitivo? ¿Acaso quitar la alimentación y la hidratación de personas que son discapacitadas a nivel cognitivo no es una discriminación basada en la discapacidad cuando, en cambio, no privaríamos de comida a pacientes legalmente incapaces que comen por voluntad propia?
En Estados Unidos, el apoyo popular a la deshidratación de Schiavo fue el paso del Rubicón. Antes del embrollo nacional sobre su deshidratación, muchos americanos desconocían que los discapacitados cognitivos podrían morir de este modo. Después del caso Schiavo, las urnas demostraron que la mayoría de los americanos apoyaban este enfoque, lo que resolvió la cuestión "alimentos y líquidos". Actualmente, en la totalidad de los cincuenta estados los pacientes inconscientes o mínimamente conscientes son deshidratados de manera rutinaria, normalmente con la aprobación de la familia. Si hay una disputa familiar, la ley concede el beneficio de la duda a la muerte en lugar de a la vida, a no ser que el paciente deje muy claro que ante un caso de accidente o enfermedad quiere que sigan los cuidados médicos. Sospecho que el caso de Vincent Lambert será el  paso del Rubicón para gran parte de Europa.
Cinco tendencias aguardan turno
Pero este no será el final. La bioética no es algo estático. El movimiento dominante, fundamentado en el pensamiento utilitarista, está basado en la ética de la "calidad de vida" y no en el enfoque "santidad/igualdad de vida". Esa filosofía, actualmente apoyada por el establishment médico, llevará a cada país a considerar la muerte inducida como la respuesta adecuada a una enfermedad o accidente grave. Prepárense para las siguientes tendencias:
1. Campaña para dejar de alimentar con cuchara a las personas con demencia profunda o avanzada.
El movimiento pro-eutanasia quiere que la ley permita directrices médicas avanzadas que instruyan a los cuidadores para que dejen de alimentar al firmante -incluso si este quiere recibir alimentos y agua-, una vez que su demencia alcance un cierto nivel de deterioro. Si se adoptara esta ley, obligaría a las residencias de ancianos y a los miembros de la familia a dejar de alimentar y a deshidratar a estos pacientes hasta la muerte, incluso si piden comida.
2. Aumento de las leyes sobre "cuidados inútiles".
Texas, Virginia y otros estados permiten que los médicos y/o los comités bioéticos de los hospitales se nieguen a proporcionar tratamientos de soporte vital deseados [por el paciente] basándose en su punto de vista sobre la calidad de vida del paciente y/o los costes de dichos tratamientos. En el futuro, estas leyes permitirán a los médicos ordenar que se retire la alimentación por sonda a pesar de las objeciones que pueda presentar la familia del paciente.
3. Racionamiento de la atención sanitaria. 
Con el aumento de los costes médicos, en un futuro tendremos leyes que limitarán la cobertura de los costes de la atención médica a pacientes con discapacidad grave como Lambert y Schiavo.
4. Inyección letal en lugar de deshidratación. 
Si se extiende la eutanasia y el suicidio asistido, veremos que la gente llegará a la conclusión de que la inyección letal en estos pacientes es más humana que la deshidratación, lo que indudablemente será así. Uno de los puntos que hay detrás de la defensa de estos casos de deshidratación es que estos hacen que nos acostumbremos a la idea de eliminar el sufrimiento eliminando al que sufre. Una vez se acepta esta premisa, la inyección letal se convierte en la elección lógica.
5. Aprovechamiento de órganos de pacientes con discapacidad profunda.
Deshidratar a los pacientes hasta la muerte hace que sus órganos sean inservibles para los trasplantes. Pero si se permite el asesinato por eutanasia, este paradigma cambiará. Bélgica, Holanda y Canadá ya unen la eutanasia al aprovechamiento de órganos, y algunos expertos en bioética han afirmado en publicaciones especializadas que los pacientes discapacitados a nivel cognitivo (y otros)  deben ser eutanasiados para aprovechar sus órganos.
La "calidad de vida" sustituye a la "intangibilidad de la vida"
Como escribió en una ocasión el padre Richard John Neuhaus, los profesionales de la bioética "guían profesionalmente lo impensable en su paso a través de lo discutible para que se convierta en justificable hasta que es establecido como ordinario". Con la deshidratación de Schiavo y Lambert, eliminar la alimentación y la hidratación de los discapacitados a nivel cognitivo ha sido "establecido como ordinario". Los cuidados inútiles son el estadio "justificable". El aprovechamiento de órganos unido a la eutanasia, como la finalidad de matar a los pacientes, se ha convertido en lo "debatible".
A no ser que la sociedad, de manera conjunta y unida, rechace las premisas lógicas y morales de la ética de la "calidad de vida", veo pocos obstáculos -aparte de una débil difusión de repulsión emotiva- que eviten la caída en esta oscura senda bioética. 
Traducción de Elena Faccia Serrano, ReL







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