Entrevista al director de cine francés, Cédric Kahn, autor de la galardonada ‘El creyente’
A sus 53 años, el actor, director y guionista galo, Cédric Kahn, se encuentra en un estado óptimo de creatividad. Sus películas incluyen L’Ennui (1988), basada en la novela El aburrimiento, de Alberto Moravia o Luces rojas (2004), inspirada en la novela de Georges Simenon.Desde 2001, y su lanzamiento mundial en Cannes con su película Roberto Succo, se le considera un cineasta más que respetado en el panorama cinematográfico internacional.
El pasado 7 de junio estrenaba en España su último y lúcido trabajo para cine, ‘El creyente’, que ya ha obtenido en el Festival de Berlín el Oso de Plata al mejor actor, que ha recaído en manos del joven Anthony Bajon. Por tales motivos, ALETEIA ha querido intercambiar con el director algunas impresiones.
– ¿Cómo se origina esta película?
Han sido varias etapas de un proceso muy largo.
– ¿Cuáles?
He oído hablar de esas comunidades que ayudaban a los toxicómanos, me interesó el tema, me entrevisté con jóvenes que habían salido de esos centros, y con la suma de todos esos testimonios empecé a vislumbrar una película.
– ¿Conocía de antemano estas comunidades?
Sabía que había muchas, pero desconocía que se emplease, o contemplase en ellas, la oración como medio de trabajo con los drogadictos.
– ¿Cómo plantéo el guión, que escribe junto a Fanny Burdino y Samuel Doux?
Inicialmente quise escribirlo yo solo, pero honestamente no conseguía hacerlo bien, a pesar del empeño que le ponía en hablar sobre esa comunidad. De tal modo que me puse en contacto con estos dos compañeros, a los que el trabajo también les suponía un desafío.
– ¿Y qué hicieron entonces?
Tomamos medidas radicales. Una de ellas, que la historia arrancaría cuando el protagonista llega al campamento y que finalizaría cuando se va. Otra, que no existiría ninguna información sobre él, ni antes ni después. De modo que la historia iba a centrarse en torno a las sesiones de terapia con los afectados.
– ¿Por qué se generan conductas violentas en los drogadictos, como destapa el filme?
Hay muchas explicaciones. La primera de ellas es que ha existido violencia en sus vidas antes de caer en las drogas, a lo que se suma la vida de la calle, un mundo sin reglas, donde todos están dispuestos a hacer cualquier cosa a cambio de recibir su dosis correspondiente.
– ¿Como qué?
La droga les permite soportar de todo. Y cuando se encuentran juntos para compartir sus experiencias todos parten de ese mismo mundo. Forzosamente hay muchos conflictos que hay que arreglar, a lo que se añade una vida sin chicas ni afectos.
– ¿Sólo una comunidad de religiosos puede mitigar el dolor del protagonista?
No. Hay otras muchas soluciones.
– Explíquese
Yo no he hecho una película para decir que la religión es la solución a las drogas. Muestro esta experiencia que puede ser una alternativa. Hay médicos que hacen cosas excepcionales contra la droga, como hacen también psiquiatras, psicoterapeutas… O las familias que, por sí mismas, se encargan de resolver los problemas de sus hijos toxicómanos.
– Entonces, ¿hasta qué punto ‘El creyente’ es un reclamo para que los drogadictos puedan rehabilitarse?
Rehabilitarse es posible para todo el mundo, aunque es cierto que también hay muchos fracasos. O que salen de la droga pero después caen de nuevo en sus redes.
– ¿Era el caso de esta película?
No. Me propuse que la salida al conflicto del protagonista fuera buena. Uno, cuando en la vida se encuentra ante una situación desesperanzadora, tiene manos tendidas por todas partes y en seguida te van a ofrecer un trabajo nuevo.
– ¿Me puede poner algún ejemplo?
El ser humano siempre tiene que tener un instinto de supervivencia, y eso pasa por estar alerta para poder ver y para poder aceptar esas señales definitivas que te presenta la vida.Además te van a ayudar a construirte mejor como persona.
– En ‘El creyente’ el hombre siempre está en búsqueda del sentido. ¿Qué es para Ud. la felicidad?
Diría que consiste en encontrar sentido a la vida. Por ejemplo, que nuestro paso por la tierra haya servido para algo. O que cada uno encuentre a su familia.
– Si los religiosos acogen al protagonista como su familia, ¿cuántos modelos de familia cree que existen?
Tantos como a uno le gustaría. Cada uno puede inventar la familia que quiera. Ya sabemos que tradicionalmente la familia son aquellas personas a las que les une un vínculo de sangre, que no es siempre es fuente de felicidad. Aunque he de decirte que tuve dudas en este sentido.
– ¿Y eso por qué?
En principio, El creyente iba a llamarse La amistad, porque creo que eso es lo único que salva a los chicos. De hecho, tras escuchar los testimonios de estos jóvenes, sé que hoy día siguen muy en relación con la comunidad, a la que vuelven cada 6 meses o cada año. En esencia, el ser humano en su totalidad tiene que encontrar su grupo.
– “Lo único que puede salvarte es la propia voluntad”, dice un personaje de la película. ¿Cómo definiría la voluntad?
La fe. El hecho de creer en algo. O el deseo. Para mí la voluntad es el instinto que el hombre tiene para ser feliz.
– En esta historia lo que va y viene es la forma de amar al prójimo. ¿Cuál es su definición sobre el amor?
Que el otro existe, que el amor no puede ser una cosa solo egoísta. Se trata de querer ayudar al otro, de querer salvar al otro. El amor es tener conciencia de que vivimos en un mundo con otras personas.
– La oración es un elemento omnipresente en la película, en la que se habla de Dios sin tapujos. ¿Es consciente de que en España esto supone ir a contracorriente?
No todo el mundo asocia la religión con Dios. Los creyentes sí, claro. En la comunidad de religiosos que presento en el filme, no todos los chicos son creyentes y, aún así, la oración les hace bien.
– ¿Por qué?
Porque la oración forma parte del programa terapéutico. Es decir, que hay muchos jóvenes que llegan a estos campamentos para salvarse, no para encontrarse con Dios. Encuentro que, por cierto, puede o no puede producirse. Se trata de algo muy especial, que consiste en encontrarse consigo mismo. Y de ahí su particularidad.
José Luis Panero, Aleteia
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