1. Re-evaluar sus motivaciones
Tómese el tiempo para preguntarse: “¿Por qué estoy comiendo? ¿Qué bien estoy persiguiendo?”. “Tomemos la comida según la necesidad de salud y no según nuestro deseo”, recomendaba San Juan Casiano. “Lo que es agradable no siempre es bueno”, dijo este hombre sabio. El placer no es una señal de que lo que usted come o bebe es bueno, especialmente cuando un mal uso recurrente ha perturbado sus sentidos.
2. Volver a encontrar en el alimento un don de Dios
“En resumen, sea que ustedes coman, sea que beban, o cualquier cosa que hagan, háganlo todo para la gloria de Dios.”(1 Co 10:31). Agradézcale antes y después de cada comida.
3. Re-educa el cuerpo
El hombre de hoy debe volver a aprender a escuchar a su cuerpo en su totalidad, no solamente a su placer. Sabemos cuando pasamos de la necesidad satisfecha a un disfrute excesivo. Nuestro cuerpo tiene sabiduría, puede decirnos “alto”. ¿No sentimos una alegría extra cuando nos levantamos de la mesa sin pesadez?
4. La palabra
El placer se prolonga por el recuerdo: que el placer de una buena comida no acabe ocupando toda la conversación. En la memoria también hay exceso. Al contrario, hay una manera de quejarse de los alimentos que carece de reserva. La templanza comienza con la aceptación del contenido del plato.
5. La renunciación
No soñemos: es imposible controlarnos sin un mínimo de renunciación. Sólo sabremos quién es el dueño a bordo -nuestra voluntad o nuestro placer- cuando aprendamos a decir “no” a ciertos placeres. Si el ayuno es tan difícil para nosotros durante la Cuaresma, es porque no estamos acostumbrados a privarnos de comida el resto del año.
Aquí hay algunos consejos simples que puede aplicar regularmente: comer un plato que no nos gusta o que nos gusta menos, no servirse repetidas veces de un plato que nos encanta, no tomar un alimento que apreciamos…
6. La actitud a la hora de comer
Un sacerdote dijo una vez: “Si desea saber qué intimidad tiene un hombre con Dios, mírelo en su mesa. Si está atento a cada uno, tenga la seguridad de que está presente ante Dios. Pero si sólo piensa en llenarse el estómago, se sirve a sí mismo antes que a los demás, cuenta sus historias sin escuchar las de su prójimo, busca más bien la compañía de los grandes que la de todos los demás, se puede dudar de la profundidad de su comunión con el Señor.” Tenga cuidado de no convertirse en tal persona.
7. Tomar medidas
Basta con repasar las diferentes clases de glotonería y adoptar la postura contraria. Por ejemplo, alguien que se adelanta a la hora prevista puede tratar de establecer un horario de comida específico y dejar de picar cuando se va a casa por la noche o cuando prepara la cena.
8. Tratar la raíz
El placer del paladar es una compensación. “No se puede vivir sin placer”, dijo Aristóteles. Comer es el placer más inmediato. Por lo tanto, podemos ayudarnos a comer menos si nos divertimos de otra manera y si diversificamos las fuentes de consuelo.
9. Meditar en el ejemplo de Cristo
San Ignacio nos invita a contemplar la forma en que Jesús comía. Tomemos ejemplo de Él y no olvidemos que comer es estar juntos; ser es compartir; compartir es amar y amar, es Jesús.
Padre Pascal Ide y Luc Adrian, Aleteia
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