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viernes, 18 de octubre de 2019

El Concilio Vaticano te habla sobre tu Misión


El Concilio Vaticano II te habla sobre tu misión

No pueden sonar con más vigor los enunciados sobre la misión de la Iglesia. «La Iglesia peregrinante es, por su naturaleza, misionera, porque toma su origen de la misión del Hijo y de la misión del Espíritu Santo, según el propósito de Dios Padre». Si se refleja en su rostro la gloria (el amor) de Cristo, es porque se le ha encomendado una tarea, idéntica con su propio ser. La Iglesia tiene que ir al encuentro de todos los hombres, incluso de los no bautizados, de suerte que «irradie también para ellos el amor de Jesucristo».

Esto «no puede hacerse sin la conversión interior». «Como la Iglesia es toda ella misionera y la obra de la evangelización es deber fundamental del Pueblo de Dios, el Concilio invita a todos a una profunda renovación interior». «Todos los cristianos, dondequiera que vivan, están obligados a manifestar con el ejemplo de la vida y el testimonio de la palabra el hombre nuevo de que se revistieron en el bautismo». Sobre todo, con «el amor gratuito», preocupándose por el hombre mismo, «amándole con el mismo movimiento con que Dios nos buscó». «La vocación cristiana es esencialmente vocación al apostolado»  y, si «en la Iglesia hay ministerios diversos, la misión es una»  y «ningún miembro está eximido de compartir la misión de todo el cuerpo».

Ahora bien, con todo esto se desplaza el centro de gravedad sobre los seglares, que ocupan la vertiente donde el mensaje comunicado por el clero tiene que arraigar y realizarse en la entraña del mundo. Hoy más que nunca. «Nada ni nadie puede suplir a los laicos». «La Iglesia no está verdaderamente formada, no vive plenamente, no es señal perfecta de Cristo entre los hombres, en tanto no exista y trabaje con la jerarquía un laicado propiamente dicho. Porque el Evangelio no puede penetrar profunda­mente en las conciencias, en la vida y en el trabajo de un pueblo sin la presencia activa de los seglares»..., pues «pertenecen plenamente al mismo tiempo al Pueblo de Dios y a la sociedad civil». Por esto precisamente, «sólo a ellos les está abierto una gran parte» del campo del apostolado.

«Lo propio del estado seglar es vivir en medio del mundo y de los negocios temporales. Dios llama a los seglares a que con el fervor del espíritu cristiano ejerzan su apostolado en el mundo a manera de fermento». No necesitan para ello de una misión eclesiástica propiamente dicha. Por el bautismo y la confirmación «les envía el mismo Señor» y «el Espíritu Santo les dota con gracias especiales». Los laicos son «la luz del mundo». Por su «carácter secular» y su «vocación peculiar» están llamados a entablar «la estrecha vinculación entre la actividad humana y la reli­gión, que muchos de nuestros contemporáneos parecen te­mer», porque «la transformación del mundo entra en el mandamiento nuevo del amor» mediante la entrega gene­rosa a la creación de los presupuestos sociales, políticos y económicos con que «se prepara el material del reino de los cielos». Por eso, todos los cristianos en general, y especial­mente los seglares, no deben «despreciar la vida corporal, sino, por el contrario..., la propia dignidad humana pide que [el cristiano] glorifique a Dios en su cuerpo».

Lejos de apartar al hombre «del esfuerzo por levantar la ciudad temporal», la «religión» impulsa a los cristianos a comprometerse seriamente en ello. La encarnación de Cristo y toda su vida fue un compromiso de este género que dio al trabajo una nueva y definitiva dignidad , Hemos de trabajar «imitándole con un amor actuoso».

 (cfr. Hans Urs von Balthasar) 
Nota: Las frases marcadas con « » son citas directas de los documentos conciliares


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