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martes, 15 de octubre de 2019

¿Qué tiene que ver un accidente de tránsito con la Comunión de los Santos?

Superficialidad, Oración,


El video que comparto hoy, tiene tres posibles «niveles» de lectura. Es un video publicitario posiblemente alemán, que puntualiza el problema de usar celulares mientras se conduce. La presentación del video de quién hace la traducción dice:
«Diversas campañas alrededor del mundo han intentado crear conciencia en la ciudadanía. La petición es simple: si ves un accidente, no grabes ni tomes fotos para difundirlo en redes, ya que no sabes quién es la persona accidentada, no sabes si los familiares puedan ver el registro y peor aún, se obstaculiza el trabajo de personal de emergencias. Pero, a diferencia de las demás, esta campaña deja un mensaje claro: ¿Y si te pasara a ti?»

Actuar con madurez

Es el primer nivel de lectura: el nivel de frivolidad e inocencia de los chicos que protagonizan el video, probablemente esté sobreactuado, pero no por ello deja de ser revelador. Un accidente donde hay muertos se convierte en un motivo de diversión y de «novedad» para enviar a familiares y publicar en redes sociales. Estos irresponsables se meten en el camión de bomberos, se sacan fotos con los elementos de trabajo y juegan mostrando la muerte de una persona.
¡No debemos sacar fotos de accidentes! ¿A quién se le ocurre? El video termina con la llamada perdida del joven a su madre, que es la que yace, incinerada, al costado del camino. Está claro que, como dice la presentación del video, no debemos develar la intimidad de la muerte de otras personas a través de las redes sociales y las aplicaciones de comunicación.
La persona que muere puede ser un pariente tuyo y lo estás compartiendo faltándole el respeto al dolor de sus seres queridos. Una primera lectura lineal apunta entonces a no dejarse llevar por la morbosidad, la frivolidad y las «emociones fuertes». Está claro que muchas veces compartimos cosas en nuestros dispositivos celulares que no son «aptas» o que no son convenientes. Aquí debemos guiarnos por lo que dice san Pablo: «Todo es lícito, mas no todo es conveniente. Todo es lícito, mas no todo edifica» (I Cor. 10, 23).

Actuar responsablemente

En un segundo nivel de lectura, podemos ver que el joven envía el primer mensaje a su mamá. Probablemente su madre, pensando que algo le había pasado a su hijo, tomó el celular mientras manejaba y se produjo el accidente. La acción irresponsable del hijo pudo haber provocado la muerte de la madre.
Y si bien van en un camino aparentemente rural, también podría haber provocado la muerte de los jóvenes que volvían de vacaciones. ¡Tampoco hay que grabar mientras conducimos! Todas las cosas que no hacemos involucrándonos completamente en lo que estamos haciendo, tienen consecuencias. Y no solo consecuencias peligrosas para nuestra vida, como en este video, sino posiblemente para las vidas de las personas que amamos.
Si realmente sucedió así, y el hijo descubre que él fue la causa de la muerte prematura de su madre por mandar tonterías mientras conduce, ¿Cómo podrá manejar su cargo de conciencia? En este video se nos invita también a actuar con responsabilidad, tratando de no ponernos en peligro con nuestras acciones, y no poner en peligro a nuestros seres queridos con comunicaciones innecesarias o frívolas.

Actuar espiritualmente

Claro que esta es una campaña de «responsabilidad vial» y naturalmente no podemos pedirle una visión sobrenatural de las cosas. Pero como católicos tenemos que acostumbrarnos a ver todas las cosas, hasta las más pequeñas, en visión de eternidad. Se puede hacer mucho bien no solo absteniéndose de hacer cosas inconvenientes o frívolas, sino rectificando la mirada para sobrenaturalizar, es decir para elevar nuestra mirada a lo que Dios nos está pidiendo que hagamos en el momento que las cosas suceden.
No sabemos el poder que Dios nos otorga mediante la oración de intercesión, mediante la oración confiada en la que ponemos nuestra esperanza en Dios y no en las cosas de la tierra. Me explico: hace unos años, en un gravísimo accidente de tránsito, falleció un querido primo mío. Mi primo no era una persona muy espiritual, y su madre se deshacía en oraciones por la salvación de su alma.
Cuando se enteró de la muerte terrible de su hijo, comenzó a rezar pidiéndole a Dios que le revelara de algún modo si su hijo se había salvado. Pocos meses después, conoció durante un festejo a un sacerdote, y le contó que hacía poco tiempo había perdido un hijo en un gravísimo accidente de tránsito.
Mi tía le contó al sacerdote el lugar y las circunstancias de cómo había ocurrido todo. El sacerdote la miró fijamente y le comentó que él hacía poco tiempo transitaba por el camino donde ella relataba que había ocurrido el accidente de su hijo y cotejando las fechas, el sacerdote le descubrió a la madre dolorida que él había atendido a su hijo en la hora de su muerte, dándole la absolución final. No hay oración que Dios no vea, no hay lágrima que Dios no consuele, no hay dolor que Dios no cubra con su misericordia si ponemos nuestra mirada en Él.
Cuando vemos un accidente, cuando escuchamos una sirena que indica que hay posibles muertes o dramas, ¡Elevemos una oración a Nuestro Señor por las personas involucradas! Si estos chicos, en lugar de tontear con los celulares se hubiesen puesto a rezar por el alma de las personas que estaban en el accidente, habrían ganando tiempo rezando por alguien que posiblemente en ese momento estuviese enfrentando su juicio particular.
Convirtamos en costumbre la oración insistente por las personas involucradas en accidentes, en incendios, en catástrofes. Si no podemos ayudar en el momento dando asistencia a los involucrados porque no estamos preparados para hacerlo, entonces elevemos una oración o una jaculatoria. Un pedido insistente a Nuestro Señor para que auxilie a las personas involucradas con su Providencia, pero también para que reciba en sus manos las almas de las personas que eventualmente hayan podido fallecer.

¡El amor siempre vuelve!

En el Credo afirmamos creer en «la Comunión de los Santos» ¿Qué es esto de la Comunión de los Santos? Mi querida Santa Teresita del Niño Jesús («Santa Tere» para nuestra familia) se enteró cuando tenía 14 años que un terrible criminal llamado Pranzini, había sido condenado a muerte por unos crímenes horribles, y no mostraba señales de arrepentimiento.
Santa Tere eleva a Dios esta oración: «Dios mío, tengo la completa seguridad de que perdonáis al desdichado Pranzini: lo creería aunque no se confesase ni diese señal alguna de contrición; tanta es mi confianza en vuestra misericordia infinita. Pero, Señor, es el primer pecador que os encomiendo; por tanto, os suplico que me concedáis tan solo una señal de su arrepentimiento únicamente para consuelo de mi alma».
Su oración fue escuchada al pie de la letra. El día que el hombre iba a ser ejecutado, a punto ya de poner su cabeza a la guillotina, se dio vuelta, se acercó al sacerdote que asistía a la ejecución y besó tres veces las llagas del crucifijo que llevaba en sus manos. ¡Nuestras oraciones son escuchadas! ¡Necesitamos dirigirnos más a Dios y pedirle esas cosas concretas! 
Pero esto tiene un «beneficio adicional», como si la oferta de la salvación de las almas fuera poco (¡Nuestro Señor es infinitamente generoso!) también repercute en mi propia salvación. Si yo pido y rezo porque Dios reciba en el Cielo a personas desconocidas, esas personas, que tal vez puedan no tener alguien que rece por ellos, al entrar al Cielo, se van a sentir eternamente agradecidos por esas oraciones, por pequeñas y sencillas que hayan podido ser. ¡Y van a interceder por nosotros desde el Cielo! ¡Es una oferta maravillosa! Por eso, tengamos siempre esa visión sobrenatural: Intercedamos unos por los otros, en la seguridad de que Dios nunca nos abandona cuando nos dirigimos confiadamente a Él. 

Amar a los desconocidos

Cuando pasemos por un cementerio, cuando veamos un accidente fatal, cuando escuchemos una sirena, hagamos un pequeño responso: «Que las almas de los fieles difuntos, por la misericordia de Dios descansen en paz», «Dales señor el descanso eterno, y brille para ellos la luz que no tiene fin».
O con nuestras palabras, como Santa Tere: «Señor te encomiendo las almas de las personas involucradas en esta tragedia, y si es para bien de mi alma, hazme saber qué necesitan para salvarse». En cada Eucaristía, en cada Rosario, pongamos como intención rezar por las almas por las que nadie reza y están olvidadas en el purgatorio.
Cada vez que lucremos una indulgencia, ofrezcámosla a la Virgen para que ella con su corazón maternal la aplique a las almas que más sufren, a aquellos que no tienen quién eleve una oración por ellos. «Si ustedes aman solamente a quienes los aman, ¿qué recompensa merecen? ¿No hacen lo mismo los publicanos?» (Mt. 5, 46).

El Catecismo de la Iglesia Católica dice

La comunión de la caridad: En la comunión de los santos, «ninguno de nosotros vive para sí mismo; como tampoco muere nadie para sí mismo» (Rm 14, 7). «Si sufre un miembro, todos los demás sufren con él. Si un miembro es honrado, todos los demás toman parte en su gozo. Ahora bien, vosotros sois el cuerpo de Cristo, y sus miembros cada uno por su parte» (1 Co 12, 26-27).
«La caridad no busca su interés» (1 Co 13, 5; cf. 1 Co 10, 24). El menor de nuestros actos hecho con caridad repercute en beneficio de todos, en esta solidaridad entre todos los hombres, vivos o muertos, que se funda en la comunión de los santos. Todo pecado daña a esta comunión.

Andrés D'Angelo, catholic-link

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