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lunes, 21 de octubre de 2019

Lo que quizás no sepáis sobre vuestros adolescentes

En lugar de construir barricadas y asumir que “desean todo lo malo”, que “nada les importa” o que “todo les da igual”, escucha lo que tienen que decir.

TEENAGER

Estaba caminando por la noche. Me adelantó un grupo de adolescentes en bicicletas. Un chico dijo que sus padres se enfadaron con él por la mañana por no tirar de la cadena tras ir al baño en plena noche. “¡No quería despertarles!”, explicó a un grupo de chicos.
Me pareció fascinante. Los padres probablemente piensan que su hijo “tiene excusa para todo”. Y para él esto es tan importante que se lo cuenta a sus amigos mientras pasea en la bicicleta, que quiere hacerlo bien, pero que no lo entienden en casa.

By Marian Fil/Shutterstock

Mejorar las relaciones

Estoy aprendiendo que varias cosas pueden mejorar dramáticamente las relaciones familiares.
La primera es que los hijos no tienen malas intenciones. Que no hacen cosas para molestar a los adultos. En particular, su objetivo no es faltarnos el respeto, lo que a menudo piensan los padres cuando interpretan los diferentes comportamientos de sus hijos.
Si desordenan no es porque no respeten sus cosas, sino porque la limpieza no es tan valiosa para ellos como explorar el mundo. Si son groseros, no porque nos faltan el respeto; lo hacen porque en sus cerebros los centros de pensamiento lógico o discursivo no están todavía bien conectados con las emociones. Es de nosotros que pueden aprender a regular los sentimientos y hablar de ellos de una manera que no lastime a los demás.
En segundo lugar, vale la pena refutar el mito de que a los adolescentes no les importa lo que les decimos. Se preocupan mucho.
Si les juzgamos injustamente, consumen mucha energía luchando contra lo que han escuchado sobre ellos mismos. Tal vez lo que necesiten escuchar de sus padres son correcciones que empiezan diciéndoles: “Me duele mucho cuando …”

TEENAGER'S FAITH
Shutterstock

A todos les importa

Los adolescentes se vuelven resistentes a los “discos rayados” parentales. Dejan de escuchar las quejas de sus padres, sus lamentos y enfados en los que se emplean grandes cuantificadores: “tú siempre”; “tú nunca”; “tú nada”.
Pero esto nos pasa con todos en casa. Son los sermones constantes, las quejas constantes, las penas constantes. El esposo que se queja;  la  mujer nunca está contenta… Todos nos quejamos… y soportamos las quejas de los demás.
Por lo tanto, si buscas un cambio en tu casa. Comienza por ti. Y emplea herramientas más efectivas, más simples, más claras y más concisas. Una de ellas es la palabra “por favor”: “Por favor, baja la música” (o “ves a otra habitación porque necesito silencio ahora, gracias”) en lugar de “¿estás sordo?” o “¿cómo puedes escuchar esa m.?”
La tercera cosa que ayuda mucho es pensar que todos en la familia quieren el bien para todos. En cuanto a asuntos importantes, realmente nos importa lo mismo. Tanto adultos como niños quieren ser notados, tomados en cuenta, aceptados y en contacto mutuo.
También quieren disfrutar de su autonomía. Los hijos estarán más ansiosos de escucharnos si les escuchamos con interés y queremos comprender lo que nos quieren decir (y lugar de evaluarles). Y si lo que les decimos y lo que hacemos es propicio para mantenernos en contacto (en lugar de romperlo con gritos o insultos), estarán más dispuestos a colaborar con nosotros.

Es mejor escuchar

Los adolescentes también se preocupan por las buenas relaciones en toda la familia y entre los padres. Su actitud hostil, problemas o resignación son a menudo una forma de decir que sufren por las disputas en el hogar, el ambiente hostil o la tensión creada por los padres, incapaces de llevarse bien entre ellos.
Su rebelión, además del ejercicio de desarrollo de buscar y comunicar sus propias necesidades, límites e identidad, que se forma en el umbral de la vida adulta, es también una rebelión contra lo que no sabemos nosotros, los padres. Frente a la no coincidencia de los deseos con la realidad. Esta es la edad en la que los adolescentes detectan y exponen nuestras inconsistencias con facilidad.
Por eso, en lugar de construir barricadas y asumir que “desean todo lo malo”, que “nada les importa” o que “todo les da igual”, escucha lo que tienen que decir.  Qué necesidades importantes están detrás de sus palabras. Desde este lugar, desde la escucha y el contacto, también será más fácil para ellos escuchar lo que nos importa a los padres. Y nosotros no los perderemos en este momento tan importante para ellos.
Małgorzata Rybak, Aleteia

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