Evangelio según San Juan 17,11b-19.
Jesús levantó los ojos al cielo, y oró diciendo: |
"Padre santo, cuida en tu Nombre a aquellos que me diste, para que sean uno, como nosotros. |
Mientras estaba con ellos, cuidaba en tu Nombre a los que me diste; yo los protegía y no se perdió ninguno de ellos, excepto el que debía perderse, para que se cumpliera la Escritura. |
Pero ahora voy a ti, y digo esto estando en el mundo, para que mi gozo sea el de ellos y su gozo sea perfecto. |
Yo les comuniqué tu palabra, y el mundo los odió porque ellos no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo. |
No te pido que los saques del mundo, sino que los preserves del Maligno. |
Ellos no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo. |
Conságralos en la verdad: tu palabra es verdad. |
Así como tú me enviaste al mundo, yo también los envío al mundo. |
Por ellos me consagro, para que también ellos sean consagrados en la verdad." |
Extraído de la Biblia: Libro del Pueblo de Dios.
Concilio Vaticano II |
"Que sean uno"
Pues la distinción que el Señor estableció entre los sagrados ministros y el resto del Pueblo de Dios lleva consigo la solidaridad, ya que los Pastores y los demás fieles están vinculados entre sí por recíproca necesidad. Los Pastores de la Iglesia, siguiendo el ejemplo del Señor, pónganse al servicio los unos de los otros y al de los restantes fieles; éstos, a su vez, asocien gozosamente su trabajo al de los Pastores y doctores. De esta manera, todos rendirán un múltiple testimonio de admirable unidad en el Cuerpo de Cristo. Pues la misma diversidad de gracias, servicio y funciones congrega en la unidad a los hijos de Dios, porque «todas... estas cosas son obra del único e idéntico Espíritu» (1 Co 12,11). |
Los laicos, del mismo modo que por la benevolencia divina tienen como hermano a Cristo, quien, siendo Señor de todo, no vino a ser servido, sino a servir (cf. Mt 20,28), también tienen por hermanos a los que, constituidos en el sagrado ministerio, enseñando, santificando y gobernando con la autoridad de Cristo, apacientan a la familia de Dios, de tal suerte que sea cumplido por todos el nuevo mandamiento de la caridad. A cuyo propósito dice bellamente San Agustín: «Si me asusta lo que soy para vosotros, también me consuela lo que soy con vosotros. Para vosotros soy obispo, con vosotros soy cristiano. Aquel nombre expresa un deber, éste una gracia; aquél indica un peligro, éste la salvación». (EED) |
Oración
«Señor Jesús, Tú que, en vísperas de morir por nosotros, oraste para que tus discípulos fueran perfectamente uno, como tú en tu Padre y tu Padre en ti, haznos sentir la infidelidad de nuestra desunión. Danos la lealtad para reconocer y el coraje para rechazar lo que hay en nosotros de indiferencia, desconfianza e incluso de muda hostilidad. Concédenos reencontrarnos a todos en ti, para que, de nuestras almas y nuestros labios, ascienda incesantemente tu oración por la unidad de todos, como tú lo quieres, por los medios que tú quieres. En ti que eres la caridad perfecta, haznos encontrar el camino que conduce a la unidad, en obediencia a tu amor y a tu verdad. Amén.
Padre Paul Couturier
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