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lunes, 31 de octubre de 2016

Perdonar una calumnia es un gesto de gran confianza en Dios y de amor al prójimo


Perdonar una calumnia es un gesto de gran confianza en Dios y de amor al prójimo

3 consejos espirituales para sobrellevar una calumnia

María Paola Daud, aleteia
San Gregorio Magno decía: “De la envidia nacen el odio, la maledicencia, la calumnia, la alegría causada por el mal del prójimo y la tristeza causada por su prosperidad”, y tiene razón, pues en la raíz de toda calumnia está básicamente la envidia.

Cuando eres tu el calumniado, ¿cómo reaccionas ante este grave daño a tu honor? A veces, la reacción tiene mucho que ver con el momento en que uno vive la calumnia, también con el modo de ser, o cuál es la relación que se tiene con la persona que se ha comportado maliciosamente, y más que nada con los efectos y causas del alcance de la calumnia.

La calumnia se combate con la verdad. El calumniador está obligado a reparar el mal causado en todo lo que pueda, a reparar en público el daño que haya podido ocasionar con sus mentiras y sus insinuaciones maliciosas. No puede descartarse el acudir a los tribunales si es necesario, en el caso de una calumnia que afecte gravemente a la vida o al ejercicio profesional (por ejemplo, calumniar a un médico puede llevarle a perder sus pacientes). Aunque esto puede no ser suficiente.


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Hay un cuento tradicional de la india que resume lo que puede ocasionar una calumnia:

Había una vez un hombre que calumnió grandemente a un amigo suyo, por la envidia al ver el éxito que este había alcanzado. Tiempo después se arrepintió de la ruina que trajo con sus calumnias a ese amigo, y visitó a un hombre muy sabio a quien le dijo: -”Quiero arreglar todo el mal que hice a mi amigo. ¿Cómo puedo hacerlo?”, a lo que el hombre respondió: “Toma un saco lleno de plumas y suelta una a una donde vayas”.

El hombre muy contento por aquello tan fácil tomó el saco lleno de plumas y al cabo de un día las había soltado por toda la ciudad. Volvió donde el sabio y le dijo: -”Ya he terminado”, a lo que el sabio contestó: -”Esa es la parte más fácil. Ahora debes volver a llenar el saco con las mismas plumas que soltaste. Sal a la calle y búscalas”. El hombre se sintió muy triste, pues sabía lo que eso significaba y no pudo juntar casi ninguna.

Al volver, el hombre sabio le dijo: -”Así como no pudiste juntar de nuevo las plumas que volaron con el viento, así mismo el mal que hiciste y todas las calumnias que inventaste, volaron de boca en boca y ya no lo puedes reparar. Ve y pídele perdón a tu amigo, y la próxima vez recuerda que es mejor no desparramar las plumas, porque ya nunca se podrán volver a juntar…”

¿Qué puedo hacer entonces antes estas situaciones que dañan mi honor y mi renombre?: 

 Tómalo de quien viene
El calumniador no sabe bien lo que es amar, por lo tanto como decía mi abuela “hay que tomarlo de quien viene”. Continúa con tu día a día y muéstrales a los demás qué tan confiable eres en realidad. La persona que diga las falsas acusaciones sobre ti sólo se dañará si sigue hablando y, si se muestra que la declaración es falsa, nadie más le creerá nunca más

2 Se misericordioso
El que sufre por la murmuración también debe ser misericordioso, no es fácil ofrecer amor y misericordia al que ha calumniado y ha quitado, con sus bajezas el honor de otros, pero hay que pagar bien con mal y recordar sobre todas las cosas que así nos hace beatos a los ojos de Dios: “Bienaventurados seréis cuando os injurien, y os persigan y digan con mentira toda clase de mal contra vosotros por mi causa. Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en los cielos; pues de la misma manera persiguieron a los profetas anteriores a vosotros” (Mt 5,11-12).

3 Recuerda que no eres el único que ha sido calumniado alguna vez
Una señora muy desolada decidió buscar consolación en el sacramento de la confesión y un sacerdote tanto anciano como sabio le respondió “Hija mía, veo que te han herido profundamente y durante muchos años. Estás muy cansada de sufrir a causa de una persona que no te quiere y que desea herirte. No sientas odio ni rencor, pues Dios será quien la juzgue. Tú no eres juez de nadie; eres tan solo una hija de Dios muy amada, como todos nosotros, a pesar de nuestros terribles errores y pecados”.

“A partir de hoy, quiero que te des cuenta de una cosa: esa persona te ha hecho un inmenso favor. Nunca olvides que Jesús fue crucificado. Su cruz era enorme, pesada y muy difícil de levantar. Los soldados romanos hicieron un gran esfuerzo para elevarla y colocarla en su sitio. Además, una vez levantada, tuvieron que sujetarla con firmeza para que no cayera. Entonces tomaron grandes rocas, piedras medianas y también pequeñas. Algunas eran tan pequeñas como guijarros, pero todas fueron colocadas al pie de la cruz. ¡Había que lograr que esa enorme y pesada cruz se mantuviera en perfecto equilibrio y no cayera! Tú eres una de esas piedras que sujetan la cruz. Depende de ti que clase de roca o piedras quieres ser. Aguanta tu roca; aguanta tu piedra. Cristo hará de ella una gran victoria”.

Y recuerda hemos venidos a “ser un signo de contradicción” (Lc 2, 34).

¿Imperfecciones? Úsalas para llegar a Dios

No puedo alejarme del mundo por miedo a desengañar, a herir y a ser herido
¿Imperfecciones? Úsalas para llegar a Dios

Carlos Padilla Esteban, aleteia
Quiero aprender a ver en las caídas y limitaciones, mías y en las de los otros, un camino hacia la misericordia de Dios. Ver a Dios en mí mismo cuando no lo hago todo bien. Ver mi pecado no como una barrera que me impide ver el cielo. Sino como una puerta que se me abre al corazón del Padre. No es tan sencillo ese salto audaz.
Decía el padre José Kentenich: “Hemos enfocado demasiado nuestra atención en las virtudes morales. Por eso, si me siento limitado, si veo en mí todavía muchos obstáculos, eso me aflige. ¿De qué manera os aprovecha cada circunstancia de la vida para hacer de ella una escuela de amor? Aprendiendo a alegrarme íntimamente de nuestras limitaciones porque cuanto más grandes sean mis limitaciones, tanto más derecho tendré al amor de Dios eterno[1].

Porque son las virtudes morales las que me atraen. La perfección en la entrega. La fidelidad sin mancha. Me cuesta entender que mi pecado pueda ser una puerta abierta al amor de Dios. Me cuesta entender que mi debilidad pueda llevarme al cielo y ser una fuente de esperanza para tantos.

Miro mi trabajo bien hecho y sonrío. Pero, ¡cuánto me cuesta sonreír cuando nada me sale perfecto! Es la gran tarea de mi vida. Quiero aprender a ver en mis limitaciones el camino más rápido para tocar la misericordia de Dios.

Ver que mi limitación no me ata, no me bloquea, no me limita. Al contrario, es un camino abierto que me muestra el horizonte amplio de la misericordia. ¡Cuánto me cuesta verlo! Quiero ser perfecto, hacerlo todo bien, ser inmaculado. No lo logro.

Sé que tengo más derecho a la misericordia del Padre cuando me vuelvo hacia Él con mi corazón herido. Sé que Dios se conmueve ante mi debilidadpero ¡cuánto me cuesta a mí conmoverme con la debilidad de los que me rodean! Los quiero perfectos. Y en sus heridas me cuesta ver la herida de Jesús, su costado abierto.
Veo el pecado en otros y juzgo al pecador. No como en su mesa. No me acerco. Me cuesta aceptar la debilidad en los demás.También me cuesta en mí mismo. Veo al pecador y no veo la puerta abierta de la misericordia. Veo mi pecado y no veo un camino hacia la vida.

Sé que por los vínculos humanos rotos toco más el amor de Dios que se abaja sobre mi vida rota. Jesús levanta su mirada para fijarse en mí.

Sé que en el vínculo humano toco a Dios. En el vínculo humano que ha experimentado la decepción y el desengaño. Ahí toco el amor de Dios. El amor humano que se manifiesta en mis límites, en los de aquellos a los que amo, ese amor es un camino directo hacia el cielo.

No me alejo de lo humano por miedo a ser esclavo, a ser atado por mis sospechas. No quiero desconfiar de lo humano pensando que me aleja de Dios. Precisamente ahí, en los límites humanos, se encuentra Dios regalándome su misericordia, tendiéndome la mano para subir más alto.
No quiero dejar de amar por miedo a perder. No puedo alejarme del mundo por miedo a desengañar, a herir y a ser herido. Amo en lo concreto, en presente. Siembro semillas de eternidad por donde paso. Así lo hace Dios con mi vida.

Aunque me duela el alma al enterrar mis raíces. Aunque a veces los vínculos me duelan y desgarren. Es el camino que Dios quiere para mí. Echar raíces. Es lo que hizo Jesús al pasar por la tierra. No vio en el pecado un motivo para el rechazo, sino para la misericordia.
No rehuyó a los pecadores, comió con ellos, entró en su casa. No se negó a vivir con aquellos cuya vida estaba llena de codicia. No rechazó al que no llevaba una vida perfecta.

El que se cree justificado no busca el amor de Dios. Sólo quiere el premio, la admiración, el elogio. El pecador, el que llevaba una vida imperfecta, sólo espera la misericordia. No busca el reconocimiento, sólo el perdón. No pretende la alabanza, sólo anhela la mirada llena de misericordia del Padre al final del camino.

[1] J. Kentenich, Textos escogidos de la misericordia. P. Wolff

12 razones por las que rezar a San José

Oración de los 30 días a San José

12 razones por las que rezar a San José

¡Amado San José! Desde el abismo de mi pequeñez, dolor y ansiedad, te contemplo con emoción y alegría en el cielo, pero también como padre de los huérfanos en la tierra, consolador de los tristes, amparo de los desvalidos, gozo y amor de tus devotos ante el trono de Dios, de tu Jesús y de María, tu santa Esposa.

Por eso, pobre y necesitado, a Vos dirijo hoy y siempre mis lágrimas y penas, mis ruegos y clamores del alma, mis arrepentimientos y mis esperanzas; y hoy especialmente traigo ante tu altar y tu imagen una pena para que consueles, un mal para que remedies, una desgracia para que impidas, una necesidad para que socorras, una gracia para que obtengas para mí y para mis seres queridos.

Y para conmoverte te lo pediré y demandaré durante treinta días continuos en reverencia a los treinta años que viviste en la tierra con Jesús y María, y te lo pediré, urgente y confiadamente, invocando las distintas etapas y dolores de tu vida. Me sobran los motivos para confiar en que no demorarás en oír mi petición y remediar mi necesidad; siendo tan cierta mi fe en tu bondad y poder, confío en que me obtendrás lo que necesito y aún más de lo que te pido y deseo.

1.- Te pido por la bondad divina que obligó al Verbo Eterno a encarnarse y nacer en la pobre naturaleza humana, como Dios de Dios, Dios Hombre, Dios del Hombre, Dios con el Hombre.

2.- Te lo suplico por tu obediencia al Espíritu, al no abandonar a María y tomarla como esposa tuya, y tomando a su hijo como propio siendo padre adoptivo de Jesús y protector de ambos.

3.- Te lo ruego por tu dolor mientras buscabas un establo y un pesebre para la cuna de Dios, nacido entre los hombres; por tu dolor al verlo nacer entre animles sin poder conseguir un lugar mejor y más “digno”.

4.- Te lo pido por la apertura de tu corazón al dejarte conmover por la alabanza de los pastores y por la adoración de los reyes de Oriente, por tu incertidumbre al pensar ¿qué sería de este Niño, tan especial y a la vez tan similar al resto de los niños?.

5.- Te lo demando por tu sobresalto al oír del Angel la muerte decretada contra tu Hijo Dios, por tu obediencia y la huida a Egipto, por los miedos y peligros del camino, por la pobreza del destierro, y por tus ansiedades al volver de Egipto a Nazaret.

6.- Te lo pido por tu aflicción dolorosa de tres días al perder a Jesús, y por tu consuelo al encontrarle en el templo; por tu felicidad de los treinta años que viviste en Nazaret con Jesús y María sujetos a tu autoridad y providencia.

7 .- Te lo ruego y espero por el heroico sacrificio y aceptación de la misión de tu hijo en la cruz para la muerte por nuestros pecados y nuestra redención.

8.- Te lo pido por el desprendimiento con el que todos los días contemplabas las manos de Jesús, taladradas un día en la Cruz por agudos clavos; aquella cabeza que se reclinaba tiernamente sobre tu pecho, coronada de espinas; aquel cuerpo divino que estrechabas contra tu corazón, ensangrentado y extendido sobre los brazos de la Cruz; aquel último momento en quele veías expirar y morir por mí, por mi alma, por mis pecados.

9.- Te lo pido por tu dulce tránsito de esta vida en los brazos de Jesús y María y tu entrada en el cielo de los Justos en el cielo, donde tenés tu trono de poder.

10.- Te lo suplico por tu gozo y alegría, cuando contemplabas la Resurrección de Jesús, su subida y entrada en los cielos y su trono de Rey.

11.- Te lo pido por tu dicha cuando viste a María ser subida a los cielos por ángeles, y coronada por el Eterno, y entronizada junto a vos como Madre, Señora y Reina de los ángeles y hombres.

12.- Te lo pido, ruego y espero confiadamente por tus trabajos, penalidades y sacrificios en la tierra, y por tus triunfos y gloria feliz bienaventuranza en el Cielo con tu Hijo Jesús y tu esposa Santa María.
¡Oh mi buen San José! Siento en mí una fuerza misteriosa, que me alienta y obliga a pedirte y suplicarte y esperar me obtengas de Dios la grande y extraordinaria gracia que voy a poner ante este tu altar e imagen y ante tu trono de bondad y poder en el Cielo: la espero, querido San José.

(Aquí, levantado el corazón a lo alto, se le pedirá al Santo con amorosa instancia la gracia que se desea.)



Artículo originalmente publicado por Oleada Joven

jueves, 27 de octubre de 2016

¿En qué afecta la violencia televisiva a los niños?

Mecanismos psicológicos de asunción psicológica de la violencia

¿En qué afecta la violencia televisiva a los niños?

La violencia tiene un gran impacto en TV. Las investigaciones afirman que el 85% de los programas de ficción contiene violencia. Para hacernos una idea, un adolescente, antes de acabar este periodo evolutivo, habrá contemplado más de 13.000 muertes.

La contemplación de la violencia provoca violencia o al menos eso es lo que se supone, pero es difícil de demostrarlo empíricamente. Las variables que estarían implicadas en el impacto negativo de la violencia televisiva pueden ser las siguientes:

El contexto donde ocurre esa violencia: Si los contextos violentos que se nos ofrecen son similares a nuestro medio vital habitual, se podría dar un aumento de las actuaciones violentas por identificación con las mismas. La mayor parte de la violencia en TV ocurre en contextos interpersonales muy similares a nuestras propias vivencias.

La justificación de la violencia: La violencia gratuita tiende a aumentar el comportamiento violento, en la mayoría de las situaciones violentas que aparecen en la pequeña pantalla no se presenta como el último recurso sino más bien como el único. Los menores pueden acaba pensando que el ser violento es el único modo de ser.

El contenido de la justificación: Qué se nos puede decir con esa violencia. Los héroes violentos suelen erigirse en portadores de la verdad y la justicia, y dictaminan la bondad de los hechos por encima de los criterios éticamente aceptados por la sociedad.

La persona que percibe la violencia: Evidentemente la receptividad de la persona que está expuesta a las acciones violentas en la televisión depende de muchas variables, las principales podrí­an ser las siguientes:
Grado de frustración con el que se encuentre el televidente (situación puntual que acentúa la contemplación de la violencia).


Agresividad del perceptor (los más agresivos tienden a actuar de forma más violenta cuando ven violencia).



En el caso de los niños hay que añadir la fragilidad de sus criterios éticos, que les hace aceptar las expresiones violentas sin discernir su idoneidad.


La asunción de la violencia por parte de los más pequeños se puede explicar a través de distintos mecanismos psicológicos. Los más destacados podrí­an ser los siguientes:

Identificación: con los personajes de los programas televisivos. Mecanismo de raíces psicodinámicas que nos habla de la adopción³n como propia de las características del héroe por parte del niño.
Imitación: Condicionamiento Vicario. La imitación de un modelo socialmente aceptable, el héroe, por parte del menor.

Agudización: La violencia incrementará el comportamiento violento de sujetos propensos a la misma. Actuará como estímulo desencadenante en aquellos niños especialmente inquietos.

Ansiedad: El temor ante el entorno que se nos presenta como violento, conduce a respuestas defensivas que pueden producir respuestas de imitación, que en este caso serán respuestas violentas.

Asociación: Tiene que ver con el Condicionamiento Clásico. Se trata de asociar que ante situaciones de conflicto la única respuesta posible es la respuesta violenta. La repetición de este mecanismo va a generar otro proceso:

Activación del individuo: La repetición de respuestas violentas va a disminuir el umbral de sensibilidad del niño ante la misma y le va a facilitar emitir respuestas similares.

Desensibilización: Ley de la Habituación ante la repulsa de la violencia. La sucesiva exposición ante situaciones violentas produce que el niño cada vez sienta menos malestar ante las mismas. Esto podría explicar el silencio en los procesos de victimización entre iguales. Para un niño que está acostumbrado a aceptar las respuestas violentas no le va a suponer nada ver como maltratan a otro niño.

Pero el proceso de aceptación de la violencia televisiva y su traspolación a la vida real no sólo depende de variables individuales del niño. También©n la actitud familiar ante esta violencia influencia y facilita esa posible traspolación de la que hablamos. Entre las variables familiares implicadas en la repercusión de la violencia televisiva en los más pequeños estarán:

Comportamiento violento de los padres: un patrón de comportamiento violento por parte de algún progenitor o de ambos sumado a la contemplación de violencia en televisión puede aumentar las respuestas violentas en los niños, además de su justificación.

La contemplación de programas violentos por los padres: sobre todo cuando esta contemplación no es criticada, puede inducir a los menores a entender que si sus padres no condenan dicha violencia es que la misma es aceptable y, por tanto, ellos la pueden imitar con tranquilidad.

Parece que hasta ahora estamos hablando sólo de series de ficción con personajes humanos, pero de la violencia tampoco se escapan los dibujos animados y las series de animación. En los dibujos animados las secuencias violentas son muy frecuentes. 

Los datos empíricos nos revelan datos sorprendentes:

El 40 % de las conductas violentas son ejecutadas por los protagonistas.

El 66% de las mismas son de carácter proactivo, no se producen como defensa ante nada.

El 75 % de las consecuencias de la violencia no aparecen o son mucho menores que en las de las de ficción reales.

La mayorí­a de las veces las conductas violentas están justificadas por un fin (amistad, justicia…)

No perdamos de vista que la abundancia de programas violentos a los que sometemos a los menores y la falta de respeto por parte de las cadenas televisivas en su compromiso de crear y cuidar franjas de contenido infantil no dejan de ser un maltrato institucional y social a la infancia. Sin embargo, que la violencia contemplada se plasme en la conducta personal dependerá¡, en buena parte, de la respuesta que den todos aquellos que tienen responsabilidades educativas sobre los niños: la familia, la escuela y los medios de comunicación.

Artículo originalmente publicado por lafamilia.info


Gritos y golpes: ¿por qué evitarlos?

Todavía hoy es aún común escuchar....“pues una bofetada a tiempo les va muy bien”

Gritos y golpes: ¿por qué evitarlos?



Por muy denostados que estén los castigos corporales, sabemos que aún existen familias dónde se siguen dando con frecuencia. Cachetes, azotes, gritos, tirones de orejas… Todavía hoy es aún común escuchar“pues una bofetada a tiempo les va muy bien”.

¿Quién no ha escuchado esta frase de la boca de alguien cercano?. Yo misma, hablando sobre mis hijos, un día cualquiera, una conocida me soltó esta frase como si nada, como si fuese algo de lo más normal. Le estaba contando algo referente al post de “mi hijo me llama tonta”, cuando me dijo: “¡pués yo del bofetón que le doy no me vuelve a llamar eso en la vida!“.

Y es que todavía hoy se acepta con mucha tolerancia el castigo físico o el azote. Los castigos físicos, los humillantes, los gritos y/o el menosprecio verbal son gravemente perjudiciales para nuestros hijos.

Siempre que gritamos o pegamos – levemente, moderadamente, ocasionalmente, raramente, siempre – estamos dedicando un tipo de atención errónea al niño y es un tipo de castigo que no funciona.

Los gritos y las bofetadas no son un buen método nunca enseñan el comportamiento adecuado, sino justo lo contrario.

Los gritos y bofetadas no educan porqué:
  1. confunden
  2. no enseñan la conducta adecuada
  3. dan a entender que la violencia (física o verbal) es el modo de resolver los conflictos
  4. causan sentimientos de rabia y humillación
  5. bloquean al niño
  6. no ofrecen alternativas
Los gritos y las bofetadas enseñan a :
  1. gritar
  2. pegar
  3. a no dejarse pillar infraganti
  4. a mentir
  5. a tener miedo
  6. a avergonzarse
  7. a pagar el enfado con los demás
Las consecuencias psicológicas de los gritos y bofetadas:
  1. causan daños emocionales en los niños
  2. pérdida de autoestima, ya que se creen que son malos por haber hecho algo mal
  3. Al vivir en un ambiente con crispación y recriminaciones constantes el niño aprenderá a pelearse por todo
  4. Avergonzar al niño continuamente, estamos empujando al niño a aprender a ser tímido
  5. Las críticas generan inseguridad y miedo
  6. El estrés que se respira en este tipo de situaciones provocan que el niño esté irritable
  7. Las persistentes recriminaciones suscitan culpabilidad
Los gritos y los cachetes son la primera experiencia que tienen los niños con la violencia, y los niños aprenden a comportarse violentamente a través del ejemplo de sus padres o adultos cercanos. Difícilmente podremos decirle a un niño “no pegues” o “no grites” cuando se les está pegando o gritando.
Artículo originalmente publicado por La Mamá Oca

La Santa Misa contada en Historietas 22




22. El Cambio de Agustín
(Lectura del Nuevo Testamento)


Sobre Milán ha bajado un calor insoportable. Casi uno no se atreve a respirar, mucho menos moverse. El joven y famoso profesor de oratoria, Aurelio Agustín, ha salido de su estudio al jardín. Hay una caída de agua. Las palmeras y los arbustos ofrecen un poco de sombra y refrigerio. Se sienta en un rincón bajo la sombra para preparar su próxima conferencia. Sin embargo, sus pensamientos están distraídos. Ha escuchado las prédicas del obispo milanés Ambrosio. Quería observar cual profesor de oratoria las homilías del obispo. Valía la pena. La locución, la presentación, los finos contrapuntos eran un placer para Agustín. Pero también el contenido llamaba poderosamente la atención. El joven profesor era el hijo de un matrimonio mixto entre Mónica, que era católica y un pagano. Desde hace tiempo Agustín pertenecía a la secta de los maniqueos, una mezcla de ideas paganas, cristianas y orientales. El obispo Ambrosio está cuestionando todo esto. Su exposición transparente, el valor interior, el calor humano y la dignidad que traslucen las palabras fascinan. ¿Habría que dar por fin la razón a su madre Mónica y hacerse cristiano? Las preguntas lo confunden.

Hay un gran silencio en el jardín. De repente se escuchan voces de niños. Están cantando y jugando: "Toma y lee, toma y lee, toma y lee". Siempre las mismas palabras.

Esta canción de los niños lo toca como un rayo. Es como si fuera una voz del cielo. De repente se acuerda: en la mesa del jardín hay una Biblia. Se levanta y desenrolla las Escrituras. Se encuentra con la carta de San Pablo a los Romanos (13, 11) justo donde dice: "Es tiempo de levantarse del sueño. La noche avanza, el día se acerca. Despojémonos de las obras de las tinieblas y pertrechémonos de las armas de la luz. Como en pleno día caminemos honestamente... Revestíos de nuestro Señor Jesucristo".

Esta palabra provoca un cambio. Agustín cambia el rumbo de su vida. Toma la decisión de hacerse bautizar. Va donde el obispo Ambrosio y le pide ser admitido entre los candidatos al bautismo. Desde este bautismo crece otro Agustín: un profesor cuyas obras son hasta hoy parte de la enseñanza de la Iglesia; un pastor, que vive con el pueblo y habla al pueblo; un santo que permanece vivo en la cristiandad.

"¡Toma y lee!". Sin que se pronuncie esta canción de los niños también se nos hace presente en la Santa Misa. El lector abre el libro, menciona el título y el autor de la palabra de hoy. Percibimos que se nos dice: "Toma y lee". Al profeta Ezequiel hasta se dice: "Toma y devora este libro".

Más que leernos la lectura de la Liturgia de la Palabra nos la ponen delante. Nosotros mismos debemos leer, o escuchar y acogerla. Leer es otra cosa que sobrevolar los titulares del periódico, los titulares del desayuno. Leer es algo para el espíritu lo que es para el cuerpo el comer y el beber.

No sólo se trata de acoger la lectura. Hay que digerirla, hay que dejar que tenga su efecto. Debe llevarnos a cambiar, a convertirnos. Debe hacer de nosotros otra persona. Debe hacernos hombres nuevos. Esto solamente lo puede hacerla Palabra de Dios de la sagrada Escritura.

Puesto que la lectura tiene tal finalidad tenemos que escuchar con atención y meditar. El lector tiene la obligación de leer claramente para que todos puedan escuchar. Debe hacer que se haga presente la dignidad de la lectura.

¿Estás separado o divorciado? ¡Claro que puedes acercarte a Dios!

“La Casa” es una comunidad que propone caminos que surgen de historias muy difíciles. Y ayuda encontrar un equilibrio consigo mismo y la fe
¿Estás separado o divorciado? ¡Claro que puedes acercarte a Dios!

Gelsomino del Guercio, aleteia
¿Estás separado o divorciado y quieres comenzar un camino de acercamiento con Dios porque lo sientes lejano de tu vida?
Te sugerimos un recorrido espiritual vivido por “La Casa”, una comunidad de Bergamo (Italia), que sigue a personas separadas y divorciadas, procedentes a menudo de experiencias traumáticas. Porte Aperte (Editorial Ancora) cuenta este recorrido espiritual a cargo de don Eugenio Zanetti, fundador de “La Casa”. Una experiencia que podría servir a todas las diócesis del mundo.
“Hemos intentado hacernos compañeros de viaje de estos amigos; a veces estándoles detrás, para apoyarlos; a veces estando a su lado, para compartir sus pasos; a veces poniéndonos delante, para darles esperanza – explica don Eugenio – así la Iglesia de Bergamo desde 1997 ha comenzado un camino de acompañamiento dando vida al grupo “La Casa””.
En esta comunidad, personas que viven un momento particular de su existencia intentan acercarse nuevamente a Dios. Con el objetivo de encontrar la fe perdida o puesta en discusión tras el alejamiento con su pareja y la esperanza de encontrar un equilibrio consigo mismas.
Hemos articulado ocho “etapas”, ocho sugerencias de esta experiencia que normalmente se desarrollan en el arco de un trienio.

1 – La oración

La oración es la palabra clave sobre la que gira todo el recorrido. “Cuando hace veinte años partimos con esta aventura – subraya Eugenio – lo primero que pensamos fue en la “oración, momentos de encuentro con la Palabra de Dios y la invocación de su ayuda, de intimidad con el Señor. A decir verdad los mismos amigos de “La Casa” a menudo nos confesaban que habían encontrado precisamente en la oración personal un ancla de salvación”.

2 – La consulta para la nulidad

En la fase inicial la consulta canónica es un momento crucial. Un experto ofrece su opinión, explicando si hay o no elementos suficientes para introducir una causa de nulidad matrimonial.
Algunas veces la respuesta es positiva y entonces se indican los pasos sucesivos para empezar una causa de nulidad o de disolución. Otras veces es interlocutorio, en el sentido que no surge la claridad suficiente a causa de la falta de colaboración de uno de los cónyuges o por la dificultad de recoger documentación o testimonios necesarios; en estos casos se termina aconsejando una mayor profundización con algún otro especialista o abogado eclesiástico. Pero la mayoría de las veces el éxito de la primera consulta es negativo.

3 – Camino personal

Luego se entra en el camino personal acompañado por un guía espiritual, con eventuales intervenciones de especialistas (psicólogos o consejeros), con el objetivo de entrar directamente en la vivencia de la persona, examinando el pasado, aprovechando el desarrollo en curso, los pasos realizados o a realizar, las ayudas espirituales necesarias o posibles (incluidos los sacramentales). “Esto nos parece el ámbito que en Amoris laetitia se llama camino “en el fuero interno”, afirma don Eugenio.
Se debe favorecer el surgimiento de la verdad de los hechos. Y esto, tanto concretamente como en los reflejos emotivos. El surgimiento de la verdad de los hechos requiere tiempo y paciencia. Por eso el trabajo sigue preguntando: “¿Qué heridas piensas que has tenido? ¿Qué heridas piensas que has hecho”.

4 – Itinerarios de Grupo

Al final del camino personal, se propone a la persona divorciada o separada un itinerario de grupo, para dar una orientación más estable a su vida en la dirección de la fiel permanencia en la opción matrimonial, aunque ya no viva con el cónyuge.
Y para ello se proponen encuentros de oración colectivos con momentos de acogimiento y de saludo, sobre todo de los recién llegados, y luego hay un momento de recogimiento en la capilla y se inicia siguiendo una pista preparada por los sacerdotes o los diáconos animadores. Se trata de un folleto con la indicación del tema de la tarde, algún canto, alguna oración, pero en el centro de todo un pasaje de la Palabra de Dios, comentada por quien preside a veces en diálogo con los participantes.

5 – Nosotros y la Palabra de Dios

La última parte del encuentro de oración, subraya don Eugenio, “está dedicada a compartir lo que la Palabra de Dios ha suscitado en nosotros. Se reúne en una habitación cerca de la capilla y con gran sencillez y libertad cada uno le ofrece a los demás lo que el Espíritu ha suscitado en su corazón”.

6 – El camino de la felicidad

La parte crucial del recorrido está marcada por una apertura de la persona separada o divorciada. En los encuentros está llamada a contar una historia de amor que narra desde el enamoramiento, luego el tiempo del matrimonio y de la crisis, hasta la ruptura de la relación. Esto permite una identificación y, por lo tanto, la posibilidad de releer la propia historia con otra perspectiva y en grupo.
El objetivo más importante es lograr captar y desarrollar dentro de la vivencia el deseo que habita en la existencia humana, y cuál es esa aspiración que mueve hacia una promesa de bien y de felicidad.

7 – El perdón

El objetivo del tercer año, que es el último, es madurar una nueva y más auténtica capacidad de amar, que comprende un sincero camino de reconciliación y una generosa disposición al servicio de los demás.
El primer paso es el de la reconciliación, primero que nada, consigo mismo (la capacidad de perdonarse) y luego la reconciliación con los demás, por ejemplo con el ex cónyuge (también este perdón es importante porque pone a la persona cristiana y humanamente en una profunda pacificación interior); además, o quizá sobre todo, está la reconciliación con Dios, con el cual se puede haber creado una cierta distancia o una ruptura verdadera y propia frente a una presunta falta de ayuda en los momentos de dificultad.

8 – El servicio

Vivir reconciliados constituye el deseo profundo de cualquier persona. No es algo facultativo, ocasional, temporal, sino constitutivo de la persona misma.
Después del perdón, el segundo paso es la capacidad de servir. Atravesar la prueba y aprender de ella puede realmente cambiar a la persona, también porque la persona entra en contacto más profundamente consigo misma, con el otro y con Dios. Aquí se dispara la renovación interior, el discernimiento se encamina a la conclusión con una persona que ha decidido pasar página y comenzar nuevamente desde Dios y desde un equilibrio interior renovado.

El orgullo de “creerse alguien”, un lastre para el matrimonio


Es difícil, para quien ha crecido en un hogar exigente y competitivo, aceptar ser amado gratuitamente
y no "por lo que vale"
El orgullo de “creerse alguien”, un lastre para el matrimonio

—Mi amor dejas tu café y tu panecillo. Me dijo mi esposa con tono cariñoso.
—No tengo ya tiempo, se me hizo tarde. Fue mi seca respuesta. En realidad sí tenía tiempo, pero consideraba estar disgustado porque no se me había servido en tiempo y forma, por lo que lo despreciaba.

Me consideraba un individuo profesionalmente exitoso a base de mucho esfuerzo, con la dignidad y el derecho a ser tratado con toda deferencia en razón de lo que hacía, tenia, sabia; y era capaz de desplantes, groserías, abusos,  en una arrogancia que mi esposa pacientemente sobrellevó.

Sin embargo, había comenzado en mí un incipiente proceso de madurez al darme cuenta de que el amor de mi esposa era auténticamente desinteresado. Que veía en mí algo más que mis cacareados logros. Un algo por lo que yo era digno de ser amado con obras de abnegación y sacrificio; un amor en el que respetándome, esperaba que yo a mi vez le entregara el mío, con plena libertad, cada vez más.

Eso, finalmente aligeró mi espíritu venciendo mi resistencia a aceptarme desde la perspectiva de mis defectos y limitaciones, para ir adquiriendo en cambio, la consciencia de una profunda dignidad. Fue así como pude reconocer y empezar a vencer un falso orgullo que me dominó durante una buena parte mi vida… y progresar en el amor.

Me tomó un tiempo, pues eran muchas las ideas erróneas arraigadas en mi forma de ser y pensar, pero el amor obra milagros y mi conversión se fue dando.

Ahora entiendo que todos nacemos con una herencia genética a la que se habrá de sumar una educación familiar, así como las influencias del medio; pero que estos factores no determinan en ultima instancia el destino del hombre, pues esto último lo hace a través de su libertad.

Y que el mejor uso que se puede hacer de la libertad es entregarla por amor.

Comprendí que mis padres, consciente o inconscientemente me hicieron sentir que la condición de contar con su amor era lograr éxitos académicos, deportivos, ser competitivo; en ganar y sostener una beca, etc. exigiéndome mucho estudio, mucho trabajo, mucho afán de superación como valores absolutos a los que había que supeditar todo lo demás. Desarrollé así una personalidad por la que me desesperaba reconocer defectos y limitaciones, en un afán de perfeccionismo a través del cual buscaba erróneamente la aceptación de los demás, ubicándolos en un plano inferior. Con esta actitud, anteponía un falso yo a una sana aceptación de mí mismo, lo que me hizo un daño tal, que alguna vez me vi a las orillas de la depresión y el consumos de las drogas, a Dios gracias no sucedió.

Era yo un mortal más con defectos y limitaciones, pero, o no las admitía o perdía la paz al intentarlo.

Un día, me comprometí para correr en un maratón; me prepare duro con el siempre afán de competir superando a otros, y… llegue en el último lugar.

Ignorado por un público, lejos de los aplausos y agotadísimo, recibí el incomparable trofeo de los abrazos, felicitaciones entusiastas de mi esposa y de mis hijos que corrieron a abrazarme vitoreando mi gran esfuerzo, pues no era un atleta natural. Me reconocieron como su campeón, confirmando lo que empezaba a ser mi convicción… me amaban solo por ser quien era y daban el justo valor a mis esfuerzos, a mi valía personal, al margen del resultado.

Yo, que orgulloso consideraba no necesitar de los demás y daba sólo para sentirme importante, empecé a reconocer, que el amor requiere además de generosidad y desinterés en el dar y en el darse, también de la humildad a la hora de recibir los dones de los demás.

Ahora admito con un positivo orgullo todo lo que me ha dado la vida y lo que a ello ha contribuido mí esfuerzo y el de toda mi familia. He abandonado la actitud de compárame con los demás, así como la aspiración al puesto de primer ministro en el seno del hogar y en mi trabajo.También a no dar tanta importancia a mi imagen, ni a las opiniones ajenas, sobre todo soy capaz de obtener gratificación por el esfuerzo hecho, más que lo logrado.

La falsa autoestima que lleva a ignorar defectos y limitaciones, así como el falso orgullo resultado de compararse buscando solo ser superior, son defectos que se pueden trasmitir en la educación de los hijos, por ello me esfuerzo en que los míos sepan que su madre y yo los amamos tal cual son y no por sus atributos, lo que sepan o consigan realizar. Así he visto a uno de mis hijos estudiar mucho en una materia que no se le da, para pasar con un maravilloso “panzazo” recibiendo de mí y de su madre un diez en actitud, con el mensaje de que se le ama sin mayores condiciones que las que le sirvan para afirmar su identidad a través del personal esfuerzo y a la libre respuesta a una vocación.

Mi lección de vida es que la cuestión fundamental en la educación de nuestros hijos es hacerles ver que el cariño que reciben no depende de cómo se ajusten a nuestros gustos, en enseñarles a obrar libremente y por una razón de amor, no porque necesiten granjearse el aprecio ajeno y menos el de sus padres.

Lo contrario es un chantaje afectivo que terminara haciéndoles mucho daño, pues si las tareas  tan nobles como las destrezas laborales, deportivas, de iniciativa, no están en principio orientadas hacia el amor, acabaran al servicio del orgullo, para seguir insatisfechos toda su vida al margen de los triunfos que puedan cosechar.

Sobre todo el mayor daño es que no sabrán crecer en el amor.

Por Orfa Astorga de Lira. Máster en matrimonio y familia, Universidad de Navarra.