Este es un tema sensible, ya que muchas son las personas, católicas o no, que sienten un gran afecto por sus mascotas hasta considerarlas parte de la familia.
Sin embargo, ¿es correcto decir que amamos a nuestras mascotas? La respuesta es: sí, pero con una aclaración.
Según el Catecismo de la Iglesia Católica (CIC), el séptimo mandamiento nos pide que respetemos la integridad de la creación.
Los animales, al ser criaturas de Dios, con su simple existencia lo bendicen y le dan gloria. Por esto, los hombres debemos apreciarlos, tratarlos con delicadeza, como lo hacía San Francisco de Asís o San Felipe Neri (CIC 2416).
Aún así, no hay que olvidar que no tienen la dignidad de los seres humanos (CIC 2418). Marge Fenelón, autora católica, bloguera, oradora y periodista galardonada, escribió en un artículo del National Catholic Register lo siguiente:
“No podemos amar a los animales de la misma manera que amamos a los seres humanos porque los animales no tienen almas inmortales. El Dios Uno y Trino no mora en ellos como lo hace en nuestras almas humanas bautizadas. Cuando amamos a otro ser humano, amamos no solo a la persona sino también al Cristo que vive dentro de ellos. Eso no es posible con una unión humano-animal”.
En el artículo 2418 del CIC se puede encontrar:
“Es contrario a la dignidad humana hacer sufrir inútilmente a los animales y sacrificar sin necesidad sus vidas. Es también indigno invertir en ellos sumas que deberían remediar más bien la miseria de los hombres. Se puede amar a los animales; pero no se puede desviar hacia ellos el afecto debido únicamente a los seres humanos”.
Es por esto que, sí, se puede amar a las mascotas, pero no con la intensidad o amor que le puedes dar a un ser humano, a un hermano tuyo, a otro hijo de Dios.
ChurchPOP
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