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miércoles, 6 de febrero de 2019

Confianza y autoridad, ¿incompatibles para educar a adolescentes?

Muchos padres o adolescentes confunden el tema de la confianza con la falta de autoridad.

PARENTING
Existen muchos manuales, libros y artículos sobre cómo tratar a los adolescentes. Sin embargo, muchas veces como padres nos encontramos ante situaciones a las que no les vemos solución. Puede ser porque nuestros hijos han cambiado tanto que no los reconocemos, o porque tienen un grupo de amigos que los influencia a enfrentarse a comportamientos de riesgo, o puede ser incluso que hayan levantado un muro tan alto de comunicación que nos hace imposible llegar a ellos. La realidad es que a veces la relación con nuestros hijos adolescentes es todo menos fácil, y nuestra firmeza y seguridad como padres en estos casos es vital.
En primer lugar debemos recordar siempre que los hijos descansan en la autoridad de los padres. Tratar de entenderlos, de aceptar sus intereses y de ser sus amigos está muy bien, pero si nos concentramos en esto olvidándonos de nuestra autoridad como padres, les estamos haciendo un flaco favor.
La palabra autoridad viene del latin “augere” que significa ayudar a crecer. Si nuestra posición ante nuestros hijos es de iguales, y no somos capaces de establecer nuestra autoridad, pues no los ayudamos a crecer. La autoridad es capaz de imponer límites y de que estos límites se cumplan, con el fin de alejarlos de los riesgos y de los peligros de las malas decisiones.
Cuando establecemos una hora de llegada, por ejemplo, lo hacemos con varios motivos: en primer lugar para que entiendan que ellos, como hijos, deben atenerse a unas normas del hogar que se establecen por el bien común. También porque sabemos que después de ciertas horas de la noche no se encuentra nada bueno, y en ultimo lugar para que se acostumbren a que la verdadera libertad también tiene límites.
Muchos padres o adolescentes confunden el tema de la confianza con la falta de autoridad. Los padres que imponen límites no confían menos en sus hijos, sino que reconocen los riesgos en que incurren los adolescentes y jóvenes que crecen sin limites claros. No basta decir “yo confío en él”, hay edades en que hay que ayudarlos a crecer para que esa confianza se vaya ganando poco a poco. 
El tema de la confianza también se confunde con el tema de los límites en la privacidad. Hay padres que no tienen idea en qué andan sus hijos porque simplemente creen que deben confiar ciegamente. Pues la confianza se gana, y si como padres no tenemos idea de lo que hace nuestro hijo porque nos ignora o nos miente, debemos saber que nuestro primer deber como padres es protegerlos de todo peligro, así esto implique revisar su celular, tener un localizador o revisar los bolsillos.
Muchos padres se han arrepentido años más tarde de no ejercer esta autoridad, de ser tan solo amigos, de dejarles hacer lo que quisieran. No pudieron intervenir a tiempo y sus hijos cayeron en conductas de riesgo que son casi imposibles de recuperar.
La idea no es antagonizar ni convertirse en policías, pero si recordar en todo momento que está en nosotros ejercer aquella autoridad que nos obliga a “ayudar a crecer”. Aunque una de las características de estas edades es creer que lo saben todo y que son invencibles, los padres sabemos que no es así.
Muchas veces un permiso negado, o una regla clara, aunque no les guste cumplirla, son los deterrentes que los alejarán de situaciones en las que nunca hubiesen querido estar. Y si no lo reconocen en el momento, seguro lo reconocerán en algunos años cuando nos digan: “gracias por ejercer tu autoridad”.
  María Verónica Degwitz, Aleteia










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