Amparo Portilla murió en 1996 tras una vida plena llena de alegrías y sacrificios de su día a día en la familia
Amparo Portilla Crespo es un modelo de fe de una mujer de nuestro tiempo. Una mujer que luchó por la santidad, que comprendió el valor de la familia como núcleo de la sociedad y que amó en lo sencillo y cotidiano.
Era la mayor de cuatro hermanos. A los 12 años pierde a su padre durante la Guerra Civil Española. Este hecho la hizo madurar anticipadamente.
Estudió bachillerato en el colegio del Sagrado Corazón de Godella (Valencia), y posteriormente curso Magisterio y Puericultura.
Desde joven, Amparo tuvo predilección por los más pobres, lo que la llevó a participar activamente en la catequesis de la Parroquia de la Santa Cruz, un barrio muy humilde de Valencia.
En 1943 le imponen la medalla de Hija de María y escoge el lema «Aparta Madre de mí, lo que me aparte de ti«, al que fue fiel toda su vida.
Un matrimonio con muchos frutos
En 1950 se casó con Federico Romero Pérez. El matrimonio feliz se trasladó a Madrid y tuvo once hijos.
Su vida estuvo dedicada a su familia. Madre cariñosa, paciente y abnegada; trabajó siempre de forma infatigable, alegre y generosa al servicio de los demás, en especial de los más desprotegidos.
Participó durante su vida en diversas obras católicas, una de ellas fue La Obra Apostólica Familiar (luego Movimiento Familiar Cristiano).
En él cooperó activamente, formando parte del equipo directivo y propagando su apostolado en parroquias, colegios e instituciones de Madrid y de diversas ciudades españolas.
«Todos somos hijos únicos»
Diariamente agradecía al Señor los dones cotidianos que decía no merecer y ofrecía los momentos difíciles por quienes estaban en peor situación que ella.
Nunca tuvo rencor a nadie, aunque la hubieran perjudicado; perdonaba y se esforzaba con ellos dándoles más cariño.
Le gustaba repetir: “Para las madres y para Dios todos somos hijos únicos”. Todos los días experimentaba ese amor exclusivo de Dios a cada hijo, y exclusivo hacia ella.
La enfermedad
En 1994 le diagnostican cáncer de pulmón, noticia que acoge con serenidad y acepta como parte de los designios de Dios, ofreciéndolo por sus hijos.
La operan quitándole el pulmón derecho. A los 10 días se produce una fístula broncopleural y tiene que volver a ser intervenida.
Después de la operación le dejan abierto el costado derecho, a través del cual le realizan curas diarias durante 556 días hasta su fallecimiento.
Sufrió con entereza, alegría y agradecimiento los tratamientos médicos: quimioterapia, radioterapia, ocho broncoscopias, radiocirugía por metástasis cerebral, etc.
Favores e inspiración
Falleció en olor de santidad en Madrid en la madrugada del 10 de mayo de 1996, mirando una imagen de la Virgen de los Desamparados.
Dejó en los que la conocieron la huella de su profunda y auténtica vida cristiana. Está enterrada en la capilla de San Fernando de la cripta de la Catedral de la Almudena de Madrid.
Al morir, el 10 de mayo de 1996, muchas personas empezaron a acudir a su intercesión y a comentar su vida santa.
Desde entonces, de algunas partes del mundo llegan noticias de favores atribuidos a su intercesión.
Su sonrisa, su alegría de vivir y su amor por los demás llaman la atención en su vida, la vida de una madre de familia que destacó en la normalidad: “Si no puedes decir nada bueno de alguien, más vale que calles«, decía.
En el decreto promulgado por el Papa Francisco el pasado 24 de abril de 2021 se lee:
“Durante la audiencia, el Sumo Pontífice confirma las conclusiones de la Sesión Ordinaria de Cardenales y Obispos, miembros de la Congregación, y decide promulgar los derechos relativos a las virtudes heroicas de la Sierva de Dios María de los Desamparados Portilla Crespo, Fiel Laica y Madre de familia; nacida el 26 de mayo de 1925 en Valencia (España) y fallecida en Madrid (España) el 10 de mayo de 1996”.
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