En el convento de Santa Verónica en Algezares (Murcia) vive una comunidad de Hermanas Pobres, hermanas e hijas de Santa Clara, una comunidad contemplativa que evangeliza con su alegría a través de su página web y redes sociales. Mujeres de barro con un corazón de plata.
Para muchos monasterios, hoy día, el desafío más difícil consiste en acoger a jóvenes mujeres que quieran consagrar su vida a Dios. El convento de Santa Verónica en Algezares (Murcia), sin embargo, parece haber comprendido el secreto.
Se trata de una comunidad de la Orden de las Hermanas Pobres, perteneciente a la familia franciscana en lo que se conoce como la Segunda Orden.
La superiora de esta comunidad de trece hermanas, la madre Leonor Sánchez, ha aceptado revelarnos su secreto: ser felices viviendo la pobreza.
Esta apasionante aventura experimentó un giro inesperado hace 37 años, cuando la comunidad religiosa, procedente del convento de Murcia, se vio obligada a abandonar su convento, fundado en 1539, pues fue declarado en ruina.
Las hermanas se vieron obligadas a buscar un nuevo convento, pero ¿cómo comprar un terreno si vivían en auténtica pobreza?
Estas hermanas decidieron abrazar la pobreza, siguiendo las enseñanzas de Santa Clara, la cual quedó fascinada de la pobreza de San Francisco. Llegaron a Algezares, a las faldas de la Fuensanta, gracias a la ayuda de la Diócesis de Murcia y el Cabildo. Pudieron crear un convento sumamente sencillo, coherente con su opción por la pobreza.
Según nos explica la madre Leonor, las religiosas viven la belleza de la pobreza, mirando a Cristo. Santa Clara (1194-1253), seguidora de San Francisco de Asís, fue la primera mujer, que escribe una regla para mujeres, regla que estas hermanas profesan. Una forma de vida perseverante, que choca con la inmediatez en la que el mundo está inmerso.
Nuevas vocaciones
Si esta comunidad se ha visto tocada por la gracia de nuevas vocaciones, el secreto se debe a que su carisma no está pasado de moda: son una síntesis de la vida meramente contemplativa y la vida activa. Eso es lo que diferencia a las Hermanas Pobres del resto de las órdenes de vida contemplativas. Viven en clausura, pero no es una clausura que las separa del mundo.
«De nuestra comunidad, lo que atrae es que mostramos, sobre todas las cosas, la fraternidad – explica la madre Leonor –. Nosotras somos familia de verdad. En nuestra casa nos tratamos como familia. Como decían los paganos sobre los primeros cristianos: ‘mirad como se aman’. El mundo piensa que, por ser contemplativas, tenemos que cortar con los sentimientos. Es todo lo contrario. Solo el amor puede unir, luchamos juntas como familia por un ideal que es Cristo».
Sus pilares
La vida de las Hermanas Pobres se basa en los cuatro pilares que les dejó Santa Clara, que son, como explica la madre Leonor, «contemplación, fraternidad, el sin propio y la misión. Todas ellas tan determinantes como insuficientes».
Ante todo, «contemplación» que, como explica la superiora, significa que «vivimos buscando continuamente el rostro Dios y para ello organizamos nuestra jornada con diferentes momentos de encuentro con Él».
«Fraternidad», añade, «somos la familia que Dios elige, no nos escogemos, cada una de nosotras es llamada a formar juntas la verdadera Hermana Pobre».
«Sin propio», aclara, significa que ·todo lo que tenemos lo recibimos de Dios, nada es mío, sino que todo es nuestro. Trabajamos para poder vivir y también para ayudar a los que más lo necesitan».
Por último, «misión», implica que «somos llamadas a ser escaleras donde se unen el cielo y la tierra. Mirador donde poder ver a Dios».
La sencillez de sus días
El día a día, es prácticamente como el de otras órdenes de contemplativas. Pero, en ellas, llama la atención la importancia que tiene el ejercicio físico.
«Ejercicio lo hacemos todas, unas pueden correr, otras juegan al baloncesto y las mayores andan para que puedan estar al aire libre. El ejercicio se adapta a las condiciones de cada una de las hermanas».
Las Hermanas Pobres viven de su trabajo, forma parte de la pobreza franciscana, trabajar con sus manos. Realizan distintos trabajos de artesanía, sobre todo trabajan la madera, objetos preciosos y únicos que pueden comprar a través de su página web Hermanaspobres.com.
El trabajo lo realizan en fraternidad, todas juntas, desde la mayor a la más joven. El trabajo es la única fuente de ingresos, aunque la madre Leonor insiste en que la Providencia les visita con frecuencia.
La superiora indica que, en la familia de las Hermanas Pobres, sobre todo destaca el amor y cuidado a las hermanas mayores, sus maestras y sus joyas.
«Hace un año, murió una de las hermanas mayores. Durante un mes, en el que ya estaba muy malita, la acompañamos las 24 horas por turnos. No puedo dejar de emocionarme, al recordar sus últimos minutos, antes de partir con el Padre, la rodeamos todas cantando, abrazándola, dándole besos, partió llena de amor fraterno, rodeada de su familia».
Este es el secreto imperecedero que sigue atrayendo a muchas jóvenes hoy: las Hermanas Pobres son un espejo de la belleza de Cristo. En ellas, se refleja el amor. Quieren ser un reflejo del amor de Dios.
Si desean ayudarlas pueden mandar un donativo por bizum poniendo el código 06230
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