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lunes, 19 de agosto de 2024

Evangelio del día

 

Libro de Ezequiel 24,15-24.

La palabra del Señor me llegó en estos términos:
Hijo de hombre, yo voy a arrebatarte de golpe la delicia de tus ojos, pero tú no te lamentarás, ni llorarás, ni derramarás lágrimas.
Suspira en silencio, no hagas ninguna clase de duelo, cíñete el turbante, cálzate con sandalias, no te cubras la barba ni comas pan de duelo.
Yo hablé al pueblo por la mañana, y por la tarde murió mi esposa; y a la mañana siguiente hice lo que se me había ordenado.
La gente me dijo: "¿No vas a explicarnos qué significa lo que haces?".
Yo les dije: Las palabra del Señor me llegó en estos términos:
Di a la casa de Israel: Así habla el Señor: Yo voy a profanar mi Santuario, el orgullo de su fuerza, la delicia de sus ojos y la esperanza de sus vidas. Los hijos y las hijas que ustedes han dejado, caerán bajo la espada,
y ustedes harán lo mismo que yo: no se cubrirán la barba, no comerán el pan de duelo,
no se quitarán el turbante de la cabeza ni las sandalias de los pies, no se lamentarán, ni llorarán, sino que se consumirán a causa de sus culpas y gemirán unos con otros.
Ezequiel habrá sido para ustedes un presagio: ustedes harán lo mismo que él hizo, y cuando esto suceda sabrán que yo soy el Señor.


Deuteronomio 32,18-19.20.21.

Despreciaste a la Roca que te engendró,
olvidaste al Dios que te hizo nacer.
Al ver esto, el Señor se indignó
y desechó a sus hijos y a sus hijas.
Entonces dijo: Les ocultaré mi rostro,
para ver en qué terminan.
Porque son una generación perversa,
hijos faltos de lealtad.
Provocaron mis celos con algo que no es Dios,
me irritaron con sus ídolos vanos;
yo provocaré sus celos con algo que no es un pueblo,
los irritaré con una nación insensata.


Evangelio según San Mateo 19,16-22.

Luego se le acercó un hombre y le preguntó: "Maestro, ¿qué obras buenas debo hacer para conseguir la Vida eterna?".
Jesús le dijo: "¿Cómo me preguntas acerca de lo que es bueno? Uno solo es el Bueno. Si quieres entrar en la Vida eterna, cumple los Mandamientos".
"¿Cuáles?", preguntó el hombre. Jesús le respondió: "No matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no darás falso testimonio,
honrarás a tu padre y a tu madre, y amarás a tu prójimo como a ti mismo".
El joven dijo: "Todo esto lo he cumplido: ¿qué me queda por hacer?".
"Si quieres ser perfecto, le dijo Jesús, ve, vende todo lo que tienes y dalo a los pobres: así tendrás un tesoro en el cielo. Después, ven y sígueme".
Al oír estas palabras, el joven se retiró entristecido, porque poseía muchos bienes.


Extraído de la Biblia: Libro del Pueblo de Dios.


Bulle

Venerable Madeleine Delbrêl (1904-1964)
laica, misionera en la ciudad.
Comunidades según el Evangelio. Comunidades evangélicas para nuestro tiempo (Communautés selon l’Évangile, Seuil, 1973), trad. sc©evangelizo.org


Rupturas del cristiano y de la Iglesia

Las rupturas necesarias de la Iglesia y de un cristiano, rupturas necesarias con el mundo para salvar al mundo y rupturas necesarias para que la Iglesia esté en camino, deben estar bien ubicadas donde deben y son fundamentales. Es importante que tomemos conciencia de las rupturas, las rupturas cristianas, ya que sin ellas un cristiano no es cristiano. No podemos devenir carne y sangre de la Iglesia por el bautismo, ser la carne y la sangre de su cuerpo, del cuerpo de Cristo, sin que haya rupturas entre el mundo y nosotros. Por esas rupturas devenimos aptos para participar en la redención de Cristo.
“Al mismo tiempo que la Iglesia toma más fuertemente conciencia de ciertas exigencias interiores, es solicitada más fuertemente para las necesidades del mundo al que es destinada”, dice Pablo VI. Igualmente, porque estamos bautizados y hemos recibido al Espíritu Santo, es él que trabaja en nosotros y nos entrena en el camino que imprime a la Iglesia. Sin embargo, todo lo que se moviliza puede producir una ruptura. Podemos decir que la libertad elemental, esencial a los hijos de Dios, posee el riesgo de las rupturas. Pero, una ruptura sólo es cristiana si es motivada por la unión a Cristo y la participación a la obra de Cristo. No se produce una ruptura por la ruptura en sí. Sino que el cuerpo entero, toda la Iglesia de Cristo necesita de esas rupturas fundamentales. (…)
Son rupturas que deben hacernos libres para pertenecer única y definitivamente a Jesucristo. Son rupturas que deben, con la gracia de Cristo, darnos la libertad de tratar de vivir una vida plena de caridad, según el Evangelio. Son rupturas que deben darnos la libertad de estar disponibles a su voluntad, en lo más íntimo de la Iglesia. (EDD)

Oración

¡YO ME QUEDO EN CASA, SEÑOR!
Y caigo en la cuenta de que, también esto, me lo enseñaste Tú viviendo, obediente al Padre,durante treinta años en la casa de Nazaret esperando la gran misión.
¡YO ME QUEDO EN CASA, SEÑOR!
Y en la carpintería de José, tu custodio y el mío, aprendo a trabajar, a obedecer, para lijar las asperezas de mi vida y preparar una obra de arte para Ti.
¡YO ME QUEDO EN CASA, SEÑOR!
Y sé que no estoy solo porque María, como cada madre, está ahí detrás haciendo las tareas de casa y preparando la comida para nosotros, todos familia de Dios.
¡YO ME QUEDO EN CASA, SEÑOR!
Y responsablemente lo hago por mi bien, por la salud de mi ciudad, de mis seres queridos, y por el bien de mi hermano, el que Tú has puesto a mi lado pidiéndome que vele por él en el jardín de la vida.
¡YO ME QUEDO EN CASA, SEÑOR!
Y, en el silencio de Nazaret, trato de orar, de leer, de estudiar, de meditar, y ser útil con pequeños trabajos
para hacer más bella y acogedora nuestra casa.
¡YO ME QUEDO EN CASA, SEÑOR!
Y por la mañana Te doy gracias por el nuevo día que me concedes,
tratando de no estropearlo, de acogerlo con asombro como un regalo y una sorpresa de Pascua.
¡YO ME QUEDO EN CASA, SEÑOR!
Y a mediodía recibiré de nuevo
el saludo del Ángel, me haré siervo por amor, en comunión Contigo que te hiciste carne para habitar en medio de nosotros; y, cansado por el viaje, Te encontraré sediento junto al pozo de Jacob, y ávido de amor sobre la Cruz.
¡YO ME QUEDO EN CASA, SEÑOR!
Y si al atardecer me atenaza un poco de melancolía, te invocaré como los discípulos de Emaús: Quédate con nosotros, porque atardece y el día va de caída.
¡YO ME QUEDO EN CASA, SEÑOR!
Y en la noche, en comunión orante con tantos enfermos y personas solas, esperaré la aurora para volver a cantar tu misericordia y decir a todos que, en las tempestades, Tú eres mi refugio.
¡YO ME QUEDO EN CASA, SEÑOR!
Y no me siento solo y abandonado,
porque Tú me dijiste: Yo estoy con ustedes todos los días.
Sí, y sobre todo en estos días de desamparo, Señor, en los que, si mi presencia no será necesaria, alcanzaré a todos con las únicas alas de la plegaria.
Amén.
+ Giuseppe, Obispo
(Nocera Inferiore – Sarno, ITALIA)



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