Homenaje a la Grecia clásica y referencias a lo apolíneo en lugar de a lo dionisíaco
La ceremonia de clausura de los Juegos Olímpicos de París 2024, aunque firmada por el mismo Thomas Jolly que se encargó de la inauguración, parecía obra de un equipo completamente distinto. Fue comedida, clásica, a ratos aburrida, sin alusiones woke ni blasfemas ni sexuales.
Se recordaron las cifras: 45.000 voluntarios a los que homenajear, 16 días de juegos, 205 delegaciones (de las que 85 lograron medallas) y 10.500 atletas, de los que 9.000 se quedaron a la clausura y salieron al estadio al Stade de France.
El desfile de banderas y atletas fue alegre pero caótico y demasiado largo. La nadadora católica Katie Ledecky llevó la bandera de Estados Unidos, país que el domingo mismo, por la mañana, lograba desempatar con China y lograr alguna medalla más para arañar el primer puesto en el medallero.
Con hiyab en el podio del maratón
Era tradición entregar medallas de la prueba de maratón en las clausuras, y en este caso se entregaron las medallas de maratón femenina, a una etíope, una keniata y, con medalla de oro, la corredora Sifan Hassan, nacida en Etiopía, que llegó a Holanda con 15 años en 2008 y es ciudadana holandesa desde 2013. La mayoría de los etíopes son cristianos, pero Hassan es musulmana y subió al podio con pañuelo hiyab en la cabeza.
La única parte creativa-teatral de la ceremonia representaba la llegada de un viajero espacial insectoide dorado en un futuro lejano donde la Tierra parece arrasada, quizá atraído por un mensaje de la sonda Voyager. Con la ayuda de sus esbirros (al parecer obreros sin mente, como controlados por una mente colmena insectoide) y recibiendo la bandera de Grecia, quizá de una diosa, y la imagen de la Niké o Victoria de Samotracia, vuelve a alzar los aros olímpicos, mientras sonaba un piano y un cantante de ópera cantaba una versión del Himno a Apolo que se guarda en el Museo del Louvre.
Todo eso parecía una mezcla entre un cómic de ciencia ficción francesa de Mezières y toques de cables como el espectáculo de la Fura dels Baus de Barcelona 92. Fue demasiado largo y poco impresionante. El homenaje a la cultura clásica fue correcto, y tras tanta tontería dionisíaca en la inauguración el clasicismo y la voz de Apolo aportó moderación.
Un vídeo repasó después escenas de deportistas en grandes momentos de estas semanas en París, emocionándose (o accidentándose).
A continuación, se combinaron grupos de pop francés que gustan en EEUU (incluyendo una especie de Espectro del Anillo tocando la guitarra eléctrica) con grupos de música electrónica (Kavinsky) y de música ambient, todos vestidos con recato y sin alusión queer ninguna.
Monumentos católicos con la antorcha
Otro vídeo repasó escenas de la antorcha olímpica recorriendo Francia y sus lugares emblemáticos, en la que se vieron monumentos católicos: la Virgen dorada en la basílica de Marbella (por la espalda), la sencilla cruz que corona el Montblanc, la abadía del Mont Saint-Michel y la cruz de Verdún: mostrar la Francia real implicaba reconocer esos lugares.
En su discurso, Tony Estanguet, presidente de París 2024, que nunca pidió perdón por las blasfemias de la inauguración, dijo que con los Juegos "toda Francia fue olímpica, Francia se volvió a unir", como si la carga ideológica partidista de la inauguración y sus blasfemias no hubieran dividido no solo a los franceses sino a toda la audiencia mundial.
Luego añadió: "Somos un pueblo de apasionados aficionados que no dejamos de cantar; hemos mostrado al mundo la cara más bonita de Francia". Luego alabó el récord de medallas del equipo de Francia.
Y animó a todos a apoyar los Juegos Paralímpicos, con sus 2.500 deportistas, "para hacer explotar nuestros prejuicios".
Cultura de la paz
Thomas Bach, el esgrimista alemán que deja ahora la presidencia del COI, destacó el papel de los Juegos en construir una cultura de la paz. "Aunque vuestros países estén en guerra, vosotros aquí habéis creado una cultura de la paz". Y añadió: "Vivamos esa cultura todos los días".
Tom Cruise toma la bandera olímpica de manos de una emocionada Simone Biles:
En la parte final de la ceremonia, el actor Tom Cruise se descolgó desde lo más alto por unos cables y recogió la bandera olímpica, saludando a su paisana la gimnasta Simone Biles, educada como católica, pero que desde hace unos años no apoya ya los valores católicos.
Un video (pregrabado) mostró cómo llegaba a Los Ángeles, la ciudad fundada por franciscanos españoles, que será la próxima sede. Ya lo fue en 1932 y 1984. Hubo canciones de Billie Eilish en la playa de Los Ángeles (con su clásica camisola enorme y holgada) y otra con una chica en bikini y minipantalón que movía el trasero a ritmo de rap (pero, insistamos, era la playa).
La ceremonia finalizó desde París mostrando a la selección paralímpica francesa.
El único guiño queer posible, y solo para expertos, fue que subiera la boxeadora camerunesa Cindy Ngamba con otros deportistas a acompañar a las autoridades del COI. Se declaró lesbiana y perseguida por Camerún y se apuntó al equipo de refugiados, que por primera vez compite como tal en unos Juegos. Es la única de este peculiar equipo en haber logrado una medalla, así que su subida a la ceremonia de clausura se habría justificado sólo por eso y, de hecho, no se hizo ninguna alusión a su sexualidad.
Así acabaron los Juegos París 2024, en una ceremonia sin escándalos, con un par de detalles simpáticos, pero demasiado larga, sin verdaderas sorpresas y que no pasará a la historia de las mejores ceremonias olímpicas.
Pablo J. Ginés, ReL
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