Invitamos a los matrimonios y a personas interesadas en una familia feliz, a leer y asimilar pasajes de la Exhortación pontifical 'Amoris laetitia' del Papa Francisco.
86.
«Con íntimo gozo y profunda consolación, la Iglesia mira a las familias que
permanecen fieles a las enseñanzas del Evangelio, agradeciéndoles el testimonio
que dan y alentándolas. Gracias a ellas, en efecto, se hace creíble la belleza
del matrimonio indisoluble y fiel para siempre. En la familia, “que se podría
llamar iglesia doméstica” (Lumen gentium, 11), madura la primera experiencia eclesial
de la comunión entre personas, en la que se refleja, por gracia, el misterio de
la Santa Trinidad. “Aquí se aprende la paciencia y el gozo del trabajo, el amor
fraterno, el perdón generoso, incluso reiterado, y sobre todo el culto divino
por medio de la oración y la ofrenda de la propia vida” (Catecismo de la Iglesia Católica, 1657)»[101].
87.
La Iglesia es familia de familias, constantemente enriquecida por la vida de
todas las iglesias domésticas. Por lo tanto, «en virtud del sacramento del
matrimonio cada familia se convierte, a todos los efectos, en un bien para la
Iglesia. En esta perspectiva, ciertamente también será un don valioso, para el
hoy de la Iglesia, considerar la reciprocidad entre familia e Iglesia: la
Iglesia es un bien para la familia, la familia es un bien para la Iglesia.
Custodiar este don sacramental del Señor corresponde no sólo a la familia
individualmente sino a toda la comunidad cristiana»[102].
88.
El amor vivido en las familias es una fuerza constante para la vida de la
Iglesia. «El fin unitivo del matrimonio es una llamada constante a acrecentar y
profundizar este amor. En su unión de amor los esposos experimentan la belleza
de la paternidad y la maternidad; comparten proyectos y fatigas, deseos y
aficiones; aprenden a cuidarse el uno al otro y a perdonarse mutuamente. En
este amor celebran sus momentos felices y se apoyan en los episodios difíciles
de su historia de vida [...] La belleza del don recíproco y gratuito, la
alegría por la vida que nace y el cuidado amoroso de todos sus miembros, desde
los pequeños a los ancianos, son sólo algunos de los frutos que hacen única e
insustituible la respuesta a la vocación de la familia»[103], tanto para la Iglesia como para la sociedad
entera.
De la Exhortación ‘Sobre el Amor en la Familia’ (Capítulo III: Vocación de
la Familia)
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