Invitamos a los matrimonios y a personas interesadas en una familia feliz, a leer y asimilar pasajes de la Exhortación pontifical 'Amoris laetitia' del Papa Francisco.
71.
«La Sagrada Escritura y la Tradición nos revelan la Trinidad con
características familiares. La familia es imagen de Dios, que [...] es comunión
de personas. En el bautismo, la voz del Padre llamó a Jesús Hijo amado, y en
este amor podemos reconocer al Espíritu Santo (cf. Mc 1,10-11).
Jesús, que reconcilió en sí cada cosa y ha redimido al hombre del pecado, no
sólo volvió a llevar el matrimonio y la familia a su forma original, sino que
también elevó el matrimonio a signo sacramental de su amor por la Iglesia
(cf. Mt 19,1-12; Mc 10,1-12; Ef 5,21-32).
En la familia humana, reunida en Cristo, está restaurada la “imagen y
semejanza” de la Santísima Trinidad (cf. Gn 1,26), misterio
del que brota todo amor verdadero. De Cristo, mediante la Iglesia, el
matrimonio y la familia reciben la gracia necesaria para testimoniar el
Evangelio del amor de Dios»[63].
72.
El sacramento del matrimonio no es una convención social, un rito vacío o el
mero signo externo de un compromiso. El sacramento es un don para la
santificación y la salvación de los esposos, porque «su recíproca pertenencia
es representación real, mediante el signo sacramental, de la misma relación de
Cristo con la Iglesia. Los esposos son por tanto el recuerdo permanente para la
Iglesia de lo que acaeció en la cruz; son el uno para el otro y para los hijos,
testigos de la salvación, de la que el sacramento les hace partícipes»[64]. El matrimonio es una vocación, en cuanto
que es una respuesta al llamado específico a vivir el amor conyugal como signo
imperfecto del amor entre Cristo y la Iglesia. Por lo tanto, la decisión de
casarse y de crear una familia debe ser fruto de un discernimiento vocacional.
De la Exhortación ‘Sobre el Amor en la Familia’ (Capítulo III: Vocación de
la Familia)
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