Invitamos a los matrimonios y a personas interesadas en una familia feliz, a leer y asimilar pasajes de la Exhortación pontifical 'Amoris laetitia' del Papa Francisco.
Jesús recupera y lleva a su plenitud el
proyecto divino
61.
Frente a quienes prohibían el matrimonio, el Nuevo Testamento enseña que «todo
lo que Dios ha creado es bueno; no hay que desechar nada» (1 Tt 4,4).
El matrimonio es un «don» del Señor (cf. 1 Co 7,7). Al mismo
tiempo, por esa valoración positiva, se pone un fuerte énfasis en cuidar este
don divino: «Respeten el matrimonio, el lecho nupcial» (Hb 13,4).
Ese regalo de Dios incluye la sexualidad: «No os privéis uno del otro» (1 Co 7,5).
62.
Los Padres sinodales recordaron que Jesús «refiriéndose al designio primigenio
sobre el hombre y la mujer, reafirma la unión indisoluble entre ellos, si bien
diciendo que “por la dureza de vuestro corazón os permitió Moisés repudiar a
vuestras mujeres; pero, al principio, no era así” (Mt 19,8). La
indisolubilidad del matrimonio —“lo que Dios ha unido, que no lo separe el
hombre” (Mt 19,6)— no hay que entenderla ante todo como un “yugo”
impuesto a los hombres sino como un “don” hecho a las personas unidas en
matrimonio [...] La condescendencia divina acompaña siempre el camino humano,
sana y transforma el corazón endurecido con su gracia, orientándolo hacia su
principio, a través del camino de la cruz. De los Evangelios emerge claramente
el ejemplo de Jesús, que [...] anunció el mensaje concerniente al significado
del matrimonio como plenitud de la revelación que recupera el proyecto
originario de Dios (cf. Mt 19,3)»[55].
63.
«Jesús, que reconcilió cada cosa en sí misma, volvió a llevar el matrimonio y
la familia a su forma original (cf. Mc 10,1-12). La familia y
el matrimonio fueron redimidos por Cristo (cf. Ef 5,21-32),
restaurados a imagen de la Santísima Trinidad, misterio del que brota todo amor
verdadero. La alianza esponsal, inaugurada en la creación y revelada en la
historia de la salvación, recibe la plena revelación de su significado en
Cristo y en su Iglesia. De Cristo, mediante la Iglesia, el matrimonio y la
familia reciben la gracia necesaria para testimoniar el amor de Dios y vivir la
vida de comunión. El Evangelio de la familia atraviesa la historia del mundo,
desde la creación del hombre a imagen y semejanza de Dios (cf. Gn 1,26-27)
hasta el cumplimiento del misterio de la Alianza en Cristo al final de los
siglos con las bodas del Cordero (cf. Ap 19,9)»[56].
De la Exhortación ‘Sobre el Amor en la Familia’ (Capítulo III: Vocación de
la Familia)
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