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viernes, 16 de agosto de 2024

5 consejos de San Esteban de Hungría que ayudaron a su hijo a ser santo


Rey San Esteban de Hungría 


El rey San Esteban de Hungría (aprox. 975-1038), cuya fiesta se celebra cada 16 de agosto, fue esposo de la Beata Gisela de Baviera. Del amor de ambos nació San Emerico, a quien el monarca dio los siguientes consejos para que fuera un buen gobernante y santo. 


1. Conservar la fe

"En primer lugar, te ordeno, te aconsejo, te recomiendo, hijo amadísimo, si deseas honrar la corona real, que conserves la fe católica y apostólica con tal diligencia y desvelo que sirvas de ejemplo a todos los súbditos que Dios te ha dado, y que todos los varones eclesiásticos puedan con razón llamarte hombre de auténtica vida cristiana, sin la cual ten por cierto que no mereces el nombre de cristiano o de hijo de la Iglesia".

2. Amar y proteger a la Iglesia

"En el palacio real, después de la fe ocupa el segundo lugar la Iglesia, plantada primero por Cristo, nuestra cabeza, trasplantada luego y firmemente edificada por sus miembros, los apóstoles y los santos padres, y difundida por todo el orbe. Y, aunque continuamente engendra nuevos hijos, en ciertos lugares ya es considerada como antigua".

"En nuestro reino, hijo amadísimo, debe considerarse aún joven y reciente, y, por esto, necesita una especial vigilancia y protección; que este don, que la divina clemencia nos ha concedido sin merecerlo, no llegue a ser destruido o aniquilado por tu desidia, por tu pereza o por tu negligencia".

3. Tener el mismo trato con todos

"Hijo mío amantísimo, dulzura de mi corazón, esperanza de una descendencia futura, te ruego, te mando que siempre y en toda ocasión, apoyado en tus buenos sentimientos, seas benigno no sólo con los hombres de alcurnia o con los jefes, los ricos y los del país, sino también con los extranjeros y con todos los que recurran a ti. Porque el fruto de esta benignidad será la máxima felicidad para ti".

4. Mostrarse compasivo y misericordioso

"Sé compasivo con todos los que sufren injustamente, recordando siempre en lo íntimo del corazón aquella máxima del Señor: Misericordia quiero y no sacrificios. Sé paciente con todos, con los poderosos y con los que no lo son".

5. Ser virtuoso

"Sé, finalmente, fuerte; que no te ensoberbezca la prosperidad ni te desanime la adversidad. Sé también humilde, para que Dios te ensalce, ahora y en el futuro. Sé moderado, y no te excedas en el castigo o la condena. Sé manso, sin oponerte nunca a la justicia. Sé honesto, de manera que nunca seas para nadie, voluntariamente, motivo de vergüenza. Sé púdico, evitando la pestilencia de la liviandad como un aguijón de muerte".

"Todas estas cosas que te he indicado someramente son las que componen la corona real; sin ellas nadie es capaz de reinar en este mundo ni de llegar al reino eterno".

Por Abel Camasca, ACI

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