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sábado, 28 de septiembre de 2024

Evangelio del día


Libro de Eclesiastés 11,9-10.12,1-8.

Alégrate, muchacho, mientras eres joven, y que tu corazón sea feliz en tus años juveniles. Sigue los impulsos de tu corazón y lo que es un incentivo para tus ojos; pero ten presente que por todo eso Dios te llamará a juicio.
Aparta de tu corazón la tristeza y aleja de tu carne el dolor, porque la juventud y la aurora de la vida pasan fugazmente.
Acuérdate de tu Creador en los días de tu juventud, antes que lleguen los días penosos y vengan los años en los que dirás: "No encuentro en ellos ningún placer";
antes que se oscurezcan el sol y la luz, la luna y las estrellas, y vuelvan las nubes cargadas de lluvia.
En aquel día temblarán los guardianes de la casa y se encorvarán los hombres vigorosos; se detendrán las moledoras, que ya serán pocas, y se oscurecerán las que miran por las ventanas;
se cerrarán las puertas de la calle, mientras declina el ruido del molino; cesará el canto de los pájaros y enmudecerán las que entonan canciones.
Entonces se temerán las cuestas empinadas y los terrores acecharán por el camino. El almendro estará florecido, se pondrá pesada la langosta y la alcaparra perderá su eficacia. Porque el hombre se va a su morada eterna, mientras las plañideras rondan por la calle.
Sí, acuérdate de él antes que se corte la hebra de plata y se quiebre la ampolla de oro, antes que se haga pedazos el cántaro en la fuente y se rompa la cuerda del aljibe;
antes que el polvo vuelva a la tierra, como lo que es, y el aliento vuelva a Dios, porque es él quien lo dio.
¡Vanidad, pura vanidad!, dice Cohélet. ¡Nada más que vanidad!


Salmo 90(89),3-4.5-6.12-13.14.17.

Tú haces que los hombres vuelvan al polvo,
con sólo decirles: “Vuelvan, seres humanos”.
Porque mil años son ante tus ojos
como el día de ayer, que ya pasó,
como una vigilia de la noche.

Tú los arrebatas, y son como un sueño,
como la hierba que brota de mañana:
por la mañana brota y florece,
y por la tarde se seca y se marchita.

Enséñanos a calcular nuestros años,
para que nuestro corazón alcance la sabiduría.
¡Vuélvete, Señor! ¿Hasta cuándo...?
Ten compasión de tus servidores.

Sácianos en seguida con tu amor,
y cantaremos felices toda nuestra vida.
Que descienda hasta nosotros
la bondad del Señor;
que el Señor, nuestro Dios,

haga prosperar la obra de nuestras manos.


Evangelio según San Lucas 9,43b-45.

Mientras todos se admiraban por las cosas que hacía, Jesús dijo a sus discípulos:
"Escuchen bien esto que les digo: El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres".
Pero ellos no entendían estas palabras: su sentido les estaba velado de manera que no podían comprenderlas, y temían interrogar a Jesús acerca de esto.


Extraído de la Biblia: Libro del Pueblo de Dios.



Bulle

Cardenal José Ratzinger [Benedicto XVI
papa 2005-2013]
Sermones de Cuaresma 1981, nº 3


«Al Hijo del hombre lo van a entregar en manos de los hombres»

     Los soldados romanos, después de flagelar a Jesús, coronarlo de espinas y revestirlo de un manto de burla, lo condujeron a Pilato. Este militar de corazón duro, aparentemente se sobrecogió al ver a este hombre desecho, roto. Lo presentó a la multitud, invitándola a la compasión, declarando: «Idou ho anthropos; Ecce homo» que nosotros traducimos habitualmente por: «¡Ahí tenéis al hombre!» (Jn 19,5). Pero, en griego, quiere decir más exactamente: «¡Ved, este es el hombre!» En boca de Pilato, estas palabras eran las de un cínico que quiere decir: «Nos gloriamos de ser hombres, pero ahora, miradle, este gusano de tierra, es el hombre! ¡Cuán menospreciable y pequeño es!». En estas cínicas palabras, el evangelista Juan, ha reconocido, sin embargo, unas palabras proféticas que ha transmitido a la cristiandad.
     Sí, Pilato tiene razón al decir: «¡Ved, este es el hombre!». En él, en Jesucristo, podemos leer qué es el hombre, el proyecto de Dios, y cuál es el trato que le reservamos. Viendo a Jesús destrozado podemos ver cuán cruel, pequeño y mezquino puede llegar a ser el hombre. En él podemos leer la historia del odio del hombre y la historia del pecado. Pero en él, en su amor que sufre por nuestra culpa, podemos ver todavía mejor la respuesta de Dios: Sí, éste es el hombre que Dios ha amado hasta el polvo, que Dios ha amado hasta el punto de seguirle hasta el último sufrimiento de la muerte. Hasta en la máxima bajeza, sigue siendo el llamado de Dios, el hermano de Jesucristo, llamado a tomar parte en el amor eterno de Dios.
     La pregunta «¿Qué es el hombre?» encuentra su respuesta en la imitación de Jesucristo. Poniendo nuestros pasos en los suyos, podemos aprender día tras día qué es el hombre en la paciencia del amor y del sufrimiento junto a Jesucristo, y así llegar a ser hombres. Así es que queremos levantar los ojos hacia aquel que Pilato y la Iglesia nos presentan. El hombre, es Él. Pidámosle que nos enseñe a llegar a ser verdaderamente unos hombres, a ser hombre. (EDD)

Oración

¡Señor, tu nos has dado el más perfecto ejemplo de amor y de bondad, ayúdame a imitarlo cada día! ¡A lo largo de toda tu vida nos mostraste el amor que sentías por las personas al bendecirlas, acompañarlas, consolarlas, servirlas… especialmente con los afligidos, los que sufren, los enfermos; que sea yo también imitador de tus virtudes! ¡Que no olvide nunca, Señor, que el amor a Ti y al prójimo van siempre unidos; que no puedo amarte si no amo a quien tenga al lado por mucho daño que me haya hecho! ¡Quiero amarte, Señor, por encima de todo y desde Ti amar a los que me rodean! ¡Quiero amarlos como hiciste Tu, con un amor libre, disponible, entregado, misericordioso, generoso, paciente, alegre y servicial y despojado de las marcas y los signos de la posesión o el egoísmo! ¡Y desde este amor que siento por Ti quiero llevar a todos los que amo cerca de tu corazón, a que te conozcan, a que te aman, a que te sientan cerca! ¡Señor, quiero perder mi vida en Ti para encontrarla cada nuevo día, en cada acontecimiento, en cada circunstancia de mi existencia; quiero hacer cada día de tu mano mi camino de conversión interior, cambiar mis mentalidades a veces tan cerradas, caminar hacia la santificación, aprender a negarme a aceptar ciertas incoherencias que me ofrece el mundo, al materialismo imperante porque quiero tener un sentido trascendente de la vida! ¡Quiero amar, Señor, como amas Tu, y quiero abrir mi corazón para que Tu reines en él! Amén

(orarconelcorazonabierto)



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