de Fernando del Rincón. Museo del Prado.
Los santos Cosme y Damián son los patrones de los médicos, de los cirujanos, de los boticarios... Eran hermanos gemelos, nacidos en Asia Menor en el siglo III en una familia de origen árabe fervorosamente cristiana, que contaba de cinco hijos. Perdieron a su padre siendo niños y su madre les educó en la fe.
Los anárgiros
Aprendieron medicina en Siria y la ejercieron en lo que hoy es la localidad de Ayás (antigua Egea), en el sureste de Turquía, entonces región romana de la Cilicia. Curaban a personas y animales y lo hacían gratuitamente, por lo que eran conocidos como los "anárgiros", es decir, los "sin dinero" (anàrgiri, en griego, significa 'sin plata').
Tan a rajatabla lo llevaban, que llegó a provocar una disputa entre ellos. Habían curado a una mujer llamada Palladia, quien por gratitud se empeñaba en pagarles con tres huevos. Tras insistir infructuosamente, se llevó a un aparte a Damián y le imploró que los aceptase como un don en nombre de Cristo. Ante ese argumento, Damián aceptó. Cuando Cosme se enteró, se irritó tanto, que no quería ser sepultado junto a su hermano cuando muriera.
Allí donde no llegaba su ciencia sobrepujaba su fe, de modo que hacían numerosos milagros. Muchos de sus pacientes no cristianos se convertían tras ser tratados por ellos, no solo por la sanación en sí misma, sino por el amor que ponían en su trabajo y por su forma sabia de hablar de Dios.
Cuádruple martirio
A consecuencia de su fama, el gobernador de Egea, Lisias, que cumplía la orden del emperador Diocleciano de acabar con los cristianos, les hizo llamar a ellos y a sus hermanos Antimo, Leoncio y Euprepio, para usarlos como chantaje. La opción era clara: o apostatar o morir.
Cosme y Damiánn proclamaron que no renegarían de Cristo, aceptando el martirio. Por tres veces intentaron matarles, pero un ángel intervenía en su favor: salieron ilesos del fuego, las piedras con que intentaron lapidarles volvían hacia atrás, las flechas dirigidas a su cuerpo herían a los arqueros... Finalmente, tras todas esas pruebas de favor divino que conmocionaron a sus verdugos, pudieron martirizarlos por decapitación.
'Decapitación de Cosme y Damián' (c. 1440) de Fra Angelico.
Aún faltaba un prodigio. El dromedario que transportaba el cadáver de Damián habló para proclamar: “Nolite eos separare a sepoltura, quia non sunt separati merito [Que no sean separados en la sepultura quienes no son distintos en mérito"].
El 'castigo' de Cosme a su hermano, por tanto, no se cumplió.
Oración por la salud
Carlos Pujol cuenta en La casa de los santos que su devoción se extendió rápidamente a Jerusalén, a Bizancio, a Egipto, "en un impresionante fenómeno de piedad que la Iglesia consagró introduciendo sus nombres nada menos que en el canon de la misa".
Su fiesta se celebra el 26 de septiembre y el culto que se les ha tributado se plasmó en numerosos templos y obras de arte, primero en Oriente y luego con una rápida extensión a Occidente.
Una oración de la antigua liturgia hispana les reza así: "¡Oh Dios, nuestro médico y remediador eterno, que hiciste a Cosme y Damián inquebrantables en su fe e invencibles en su heroísmo para llevar salud por sus heridas a las dolencias humanas! Haz que por ellos sea curada nuestra enfermedad y que por ellos también la curación sea sin recaída".
ReL
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