Invitamos a los matrimonios y a personas interesadas en una familia feliz, a leer y asimilar pasajes de la Exhortación pontifical 'Amoris laetitia' del Papa Francisco.
Disculpa
todo
111. El elenco se completa con cuatro expresiones que hablan
de una totalidad: «todo». Disculpa todo, cree todo, espera todo, soporta todo.
De este modo, se remarca con fuerza el dinamismo contracultural del amor, capaz
de hacerle frente a cualquier cosa que pueda amenazarlo. (El
Papa sigue comentando 1 Co 13,4-7).
112. En primer lugar se dice que todo lo disculpa panta
stegei. Se diferencia de «no tiene en cuenta el mal», porque este término
tiene que ver con el uso de la lengua; puede significar «guardar silencio»
sobre lo malo que puede haber en otra persona. Implica limitar el juicio,
contener la inclinación a lanzar una condena dura e implacable: «No condenéis y
no seréis condenados» (Lc 6,37). Aunque vaya en contra de nuestro
habitual uso de la lengua, la Palabra de Dios nos pide: «No habléis mal unos de
otros, hermanos» (St 4,11). Detenerse a dañar la imagen del otro es
un modo de reforzar la propia, de descargar los rencores y envidias sin
importar el daño que causemos. Muchas veces se olvida de que la difamación
puede ser un gran pecado, una seria ofensa a Dios, cuando afecta gravemente la
buena fama de los demás, ocasionándoles daños muy difíciles de reparar. Por
eso, la Palabra de Dios es tan dura con la lengua, diciendo que «es un mundo de
iniquidad» que «contamina a toda la persona» (St 3,6), como un «mal
incansable cargado de veneno mortal» (St 3,8). Si «con ella
maldecimos a los hombres, creados a semejanza de Dios» (St 3,9), el
amor cuida la imagen de los demás, con una delicadeza que lleva a preservar
incluso la buena fama de los enemigos. En la defensa de la ley divina nunca
debemos olvidarnos de esta exigencia del amor.
113. Los esposos que se aman y se pertenecen, hablan bien el
uno del otro, intentan mostrar el lado bueno del cónyuge más allá de sus
debilidades y errores. En todo caso, guardan silencio para no dañar su imagen.
Pero no es sólo un gesto externo, sino que brota de una actitud interna.
Tampoco es la ingenuidad de quien pretende no ver las dificultades y los puntos
débiles del otro, sino la amplitud de miras de quien coloca esas debilidades y
errores en su contexto. Recuerda que esos defectos son sólo una parte, no son
la totalidad del ser del otro. Un hecho desagradable en la relación no es la totalidad
de esa relación. Entonces, se puede aceptar con sencillez que todos somos una
compleja combinación de luces y de sombras. El otro no es sólo eso que a mí me
molesta. Es mucho más que eso. Por la misma razón, no le exijo que su amor sea
perfecto para valorarlo. Me ama como es y como puede, con sus límites, pero que
su amor sea imperfecto no significa que sea falso o que no sea real. Es real,
pero limitado y terreno. Por eso, si le exijo demasiado, me lo hará saber de
alguna manera, ya que no podrá ni aceptará jugar el papel de un ser divino ni
estar al servicio de todas mis necesidades. El amor convive con la
imperfección, la disculpa, y sabe guardar silencio ante los límites del ser
amado.
De la Exhortación ‘Sobre el Amor en la Familia’ (Capítulo IV: Vocación de
la Familia)
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