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jueves, 12 de septiembre de 2024

Misa del Papa en Singapur: «Somos el edificio más hermoso, la inversión más rentable de Dios»


"El edificio más hermoso, el tesoro más precioso, la inversión más rentable a los ojos de Dios somos nosotros, hijos amados de un mismo Padre, llamados a su vez a difundir el amor", dijo el Papa.


El Papa presidió en Singapur su última misa del viaje más largo del pontificado. El Estadio Nacional 'Singapore Sports Hub', con 50.000 asientos, fue el escenario de un celebración en cuya homilía el Papa agradeció a la Iglesia de Singapur "ser rica de dones, viva en crecimiento y en diálogo constructivo con las distintas confesiones y religiones con las que comparte esta maravillosa tierra".

"No existe una obra buena detrás de la cual no haya, tal vez, personas brillantes, fuertes, ricas, creativas, aunque sean siempre mujeres y hombres frágiles, como nosotros, para los cuales sin amor no hay vida, ni impulso, ni razón para actuar, ni fuerza para construir", comentó Francisco sobre la modernista arquitectura del país. 

Recuerdo de San Juan Pablo II

"Si algo bueno existe y permanece en este mundo, es sólo porque, en múltiples y variadas circunstancias, el amor ha prevalecido sobre el odio, la solidaridad sobre la indiferencia, la generosidad sobre el egoísmo", añadió.

De lo contrario, "aquí nadie habría podido hacer crecer una metrópolis tan grande, los arquitectos no habrían hecho proyectos, los obreros no habrían trabajado y nada se habría podido realizar".

Francisco también hizo referencia a las historias en minúscula que han forjado el país. "Historias de hombres y mujeres unidos entre sí en una comunidad; de ciudadanos comprometidos con su país; de madres y padres preocupados por sus familias; de profesionales y trabajadores de todo tipo y grado, implicados sinceramente en sus diversos roles y tareas. Y es bueno que aprendamos a interpretar estas historias, escritas en las fachadas de nuestras casas y en los trazados de nuestras calles, y a transmitir su memoria, para recordarnos que nada que sea perdurable nace y crece sin amor", advirtió.

"La grandeza y la imponencia de nuestros proyectos pueden hacernos olvidar esto, engañándonos al pensar que podemos ser los autores de nosotros mismos, de nuestra riqueza, de nuestro bienestar, de nuestra felicidad", comentó.

El Papa tuvo también un recuerdo para la homilía que, 38 años atrás, había dado Juan Pablo II en ese mismo lugar. "En nuestro amor vemos un reflejo del amor de Dios", citó al santo polaco, porque "más allá de lo maravillados que nos sentimos ante las obras creadas por el hombre, nos recuerda que hay una maravilla todavía más grande, que hay que abrazar con admiración y respeto aún mayores".

"Se trata de los hermanos y hermanas que encontramos cada día en nuestro camino, sin preferencias ni diferencias. Testimonio de ello lo dan la sociedad y la Iglesia de Singapur, étnicamente tan diversas y, sin embargo, tan unidas y solidarias (...). El edificio más hermoso, el tesoro más precioso, la inversión más rentable a los ojos de Dios somos nosotros, hijos amados de un mismo Padre, llamados a su vez a difundir el amor".

Francisco puso de ejemplo a María, cuyo Dulce Nombre se celebra hoy. "¡A cuántas personas su apoyo y su presencia han dado y siguen dando esperanza!, ¡en cuántos labios su nombre ha aparecido y aparece en momentos de alegría y de dolor! Y esto sucede porque en ella vemos el amor del Padre manifestado en una de las formas más bellas y totales: la de la ternura de una madre, que todo lo comprende y perdona, y que nunca nos abandona. Por eso nos encomendamos a ella".

Pero, también, tuvo palabras para San Francisco Javier, que evangelizó Singapur en el siglo XVI. "De él nos ha quedado una hermosa carta dirigida a San Ignacio y a los primeros compañeros, en la que expresa su deseo de ir a todas las universidades de su tiempo 'dando voces, como hombre que tiene perdido el juicio, […] a los que tienen más letras que voluntad', para que se sientan impulsados a hacerse misioneros por amor a sus hermanos, diciendo desde el fondo de su corazón: 'Señor, aquí estoy, ¿qué quieres que yo haga?'. Unas palabras que, hoy, también resuenan en Singapur, y de ahí, al mundo: "Señor, aquí estoy, ¿qué quieres que haga?", dijo el Papa.

Puedes ver aquí la misa del Papa en Singapur. 

"Que estas palabras nos acompañen no sólo en estos días, sino siempre, como un compromiso constante de escuchar y responder con prontitud a las invitaciones al amor y a la justicia, invitaciones que también hoy nos siguen llegando desde la infinita caridad de Dios", concluyó.

ReL























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