Invitamos a los matrimonios y a personas interesadas en una familia feliz, a leer y asimilar pasajes de la Exhortación pontifical 'Amoris laetitia' del Papa Francisco.
Sin violencia interior
103. Si la primera expresión del himno nos invitaba a la
paciencia que evita reaccionar bruscamente ante las debilidades o errores de
los demás, ahora aparece otra palabra —paroxýnetai—, que se refiere a
una reacción interior de indignación provocada por algo externo. (El Papa sigue comentando 1 Co 13,4-7).Se trata de una violencia interna, de una
irritación no manifiesta que nos coloca a la defensiva ante los otros, como si
fueran enemigos molestos que hay que evitar. Alimentar esa agresividad íntima
no sirve para nada. Sólo nos enferma y termina aislándonos. La indignación es
sana cuando nos lleva a reaccionar ante una grave injusticia, pero es dañina
cuando tiende a impregnar todas nuestras actitudes ante los otros.
104. El Evangelio invita más bien a mirar la viga en el
propio ojo (cf. Mt 7,5), y los cristianos no podemos ignorar
la constante invitación de la Palabra de Dios a no alimentar la ira: «No te
dejes vencer por el mal» (Rm 12,21). «No nos cansemos de hacer el
bien» (Ga 6,9). Una cosa es sentir la fuerza de la agresividad que
brota y otra es consentirla, dejar que se convierta en una actitud permanente:
«Si os indignáis, no llegareis a pecar; que la puesta del sol no os sorprenda
en vuestro enojo» (Ef 4,26). Por ello, nunca hay que terminar el
día sin hacer las paces en la familia. Y, «¿cómo debo hacer las paces? ¿Ponerme
de rodillas? ¡No! Sólo un pequeño gesto, algo pequeño, y vuelve la armonía
familiar. Basta una caricia, sin palabras. Pero nunca terminar el día en
familia sin hacer las paces»[112]. La reacción interior ante una molestia que
nos causen los demás debería ser ante todo bendecir en el corazón, desear el
bien del otro, pedir a Dios que lo libere y lo sane: «Responded con una
bendición, porque para esto habéis sido llamados: para heredar una bendición» (1
P 3,9). Si tenemos que luchar contra un mal, hagámoslo, pero siempre
digamos «no» a la violencia interior.
De
la Exhortación ‘Sobre el Amor en la Familia’ (Capítulo IV: Vocación de la
Familia)
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