Invitamos a los matrimonios y a personas interesadas en una familia feliz, a leer y asimilar pasajes de la Exhortación pontifical 'Amoris laetitia' del Papa Francisco.
Sin
hacer alarde ni agrandarse
97.
Sigue el término perpereuotai, que indica la vanagloria, el
ansia de mostrarse como superior para impresionar a otros con una actitud
pedante y algo agresiva. (El Papa sigue comentando 1 Co 13,4-7).Quien ama, no sólo evita hablar demasiado de
sí mismo, sino que además, porque está centrado en los demás, sabe ubicarse en
su lugar sin pretender ser el centro. La palabra siguiente —physioutai—
es muy semejante, porque indica que el amor no es arrogante. Literalmente
expresa que no se «agranda» ante los demás, e indica algo más sutil. No es sólo
una obsesión por mostrar las propias cualidades, sino que además se pierde el
sentido de la realidad. Se considera más grande de lo que es, porque se cree
más «espiritual» o «sabio». Pablo usa este verbo otras veces, por ejemplo para
decir que «la ciencia hincha, el amor en cambio edifica» (1 Co 8,1).
Es decir, algunos se creen grandes porque saben más que los demás, y se dedican
a exigirles y a controlarlos, cuando en realidad lo que nos hace grandes es el
amor que comprende, cuida, protege al débil. En otro versículo también lo
aplica para criticar a los que se «agrandan» (cf. 1 Co 4,18),
pero en realidad tienen más palabrería que verdadero «poder» del Espíritu
(cf. 1 Co 4,19).
98.
Es importante que los cristianos vivan esto en su modo de tratar a los
familiares poco formados en la fe, frágiles o menos firmes en sus convicciones.
A veces ocurre lo contrario: los supuestamente más adelantados dentro de su
familia, se vuelven arrogantes e insoportables. La actitud de humildad aparece
aquí como algo que es parte del amor, porque para poder comprender, disculpar o
servir a los demás de corazón, es indispensable sanar el orgullo y cultivar la
humildad. Jesús recordaba a sus discípulos que en el mundo del poder cada uno
trata de dominar a otro, y por eso les dice: «No ha de ser así entre vosotros»
(Mt 20,26). La lógica del amor cristiano no es la de quien se
siente más que otros y necesita hacerles sentir su poder, sino que «el que
quiera ser el primero entre vosotros, que sea vuestro servidor» (Mt 20,27).
En la vida familiar no puede reinar la lógica del dominio de unos sobre otros,
o la competición para ver quién es más inteligente o poderoso, porque esa
lógica acaba con el amor. También para la familia es este consejo: «Tened
sentimientos de humildad unos con otros, porque Dios resiste a los soberbios,
pero da su gracia a los humildes» (1 P 5,5).
De la Exhortación ‘Sobre el Amor en la Familia’ (Capítulo IV: Vocación de
la Familia)
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