Evangelio (Mt 12,46-50)
Aún estaba él
hablando a las multitudes, cuando su madre y sus hermanos se hallaban fuera
intentando hablar con él. Alguien le dijo entonces:
— Mira, tu madre
y tus hermanos están ahí fuera intentando hablar contigo.
Pero él respondió
al que se lo decía:
— ¿Quién es mi
madre y quiénes son mis hermanos?
Y extendiendo su
mano hacia sus discípulos, dijo:
— Éstos son mi
madre y mis hermanos. Porque todo el que hace la voluntad de mi Padre que
está en los cielos, ése es mi hermano y mi hermana y mi madre.
|
|
Reflexión
sobre el cuadro
|
|
La
fiesta de hoy de la presentación de María en el templo celebra su
dedicación de por vida a Dios. Desde el principio, María fue apartada para
los propósitos de Dios, y este compromiso la preparó para convertirse en un
templo viviente mucho más grande que el magnífico templo de Jerusalén.
Mientras que el templo de Jerusalén era venerado como el lugar donde Dios
habitaba de una manera especial, María misma se convirtió en el recipiente
a través del cual Dios entró en el mundo. Llevó a Jesús en su vientre, encarnando
la presencia de Dios de una manera que supera cualquier estructura física.
Su apertura a Dios desde su más tierna infancia le permitió cumplir esta
extraordinaria vocación.
Cuando oímos el término "presentación" en
un contexto religioso, a menudo pensamos en la Presentación de Jesús en el
Templo de Jerusalén, que es el cuarto Misterio Gozoso del Rosario y se
celebra el 2 de febrero. Sin embargo, hoy honramos la memoria de la Presentación de
María. Esta celebración, que se remonta al menos al siglo VIII, conmemora
la entrega de María a Dios desde su juventud. Ella respondió plenamente a
la voluntad de Dios, preparándola para convertirse en el templo del Hijo de
Dios cuando llegara el momento. También nosotros estamos invitados a seguir
la voluntad de Dios, para que, como María, podamos llevar la presencia del
Señor a los demás.
La
Presentación de la Virgen en el Templo" de Pietro Testa es un lienzo
monumental (323 x 226 cm.) creado para la iglesia de Santa Croce dei
Lucchesi de Roma. Pietro Testa, artista barroco conocido por sus
composiciones teatrales y dramáticas, da vida a la escena con una mezcla de
grandeza arquitectónica y detalles emotivos. María sube las escaleras del
templo, guiada por sacerdotes, mientras se acerca al espacio sagrado. Su
figura es tan pequeña en comparación con la vasta arquitectura del templo y
los asistentes lujosamente vestidos. María está impregnada de dignidad e
inocencia. En los escalones por los que camina hay esparcidas pequeñas
flores blancas. El uso de la luz y la sombra, características del estilo
barroco, atraen la atención hacia la joven María, en el centro del lienzo.
|
|
by Padre Patrick van der Vorst
|
|
|
Oración
Dios te salve, María suavísima, a quien tus santísimos padres trajeron al templo, y en tu tierna edad presentaron al Señor y ofrecieron a su servicio, para que en dejando los pechos de tu madre le hicieses sacrificio de ti misma, y como fruta temprana, fresca y cogida del árbol con su flor fueses mas gustosa y agradable a aquel Señor que es fruto de tu sagrado vientre. En el templo material entraste, y le santificaste e ilustraste para que fuese más glorioso que el que edificó el Rey Salomón, porque tú eres el templo vivo de Dios, y como un Sancta Sanctorum adonde no es lícito entrar sino al sumo Sacerdote según la orden de Melquisedec, y como la verdadera arca del Testamento en que está la urna del maná con que sustenta el cielo y la tierra. Aquí viviste y pasaste tu niñez, y fuiste modelo perfectísimo de santidad, y derramaste el olor suavísimo de todas las virtudes; y como alférez y Virgen de las vírgenes, te consagraste toda a Dios, y fuiste la primera que hizo voto de perpetua virginidad con alegre y determinada voluntad, abriendo camino con tu ejemplo a todas las vírgenes que después te han seguido y seguirán; y le guardaste tan perfectamente, que más parecías ángel sin cuerpo que doncella en carne mortal.
Y pues fuiste tan acabado dechado de pureza, que sola tu vista penetraba los corazones de los que te miraban con una lumbre celestial, y criaba en ellos amor de honestidad, mírame, Señora, con esos ojos amorosos y eficaces, para que de tal manera mi ánima y mi cuerpo florezcan con la castidad, que ninguna fealdad me ensucie, ningún vicio me posea, y a ningún deleite consienta. ¡Oh Reina mía, esperanza mía y alegría mía de mi corazón! que viviendo en el templo, con la soledad, silencio y quietud te disponías a la contemplación y unión con Dios, y eras tan regalada de él y tan visible de los ángeles, que más morabas en el cielo que en la tierra, y más vivía tu espíritu con el espíritu del Señor que tu cuerpo con tu espíritu; alcánzame por tus merecimientos amor del silencio y del reposo espiritual, para que estos sean mis deleites todo el tiempo que fuere detenido en la cárcel de este cuerpo, por Jesucristo tu benditísimo Hijo, que vive y reina en los siglos de los siglos. Amén.
(devocionario.com)
No hay comentarios:
Publicar un comentario