Invitamos a
los matrimonios y a personas interesadas en una familia feliz, a leer y
asimilar pasajes de la Exhortación pontifical 'Amoris laetitia' del Papa Francisco.
Algunos
recursos: Ayudar desde la parroquia
225. Los matrimonios que tienen una buena experiencia de
aprendizaje en este sentido pueden aportar los recursos prácticos que les han
sido de utilidad: la programación de los momentos para estar juntos
gratuitamente, los tiempos de recreación con los hijos, las diversas maneras de
celebrar cosas importantes, los espacios de espiritualidad compartida. Pero
también pueden enseñar recursos que ayudan a llenar de contenido y de sentido
esos momentos, para aprender a comunicarse mejor. Esto es de suma importancia
cuando se ha apagado la novedad del noviazgo. Porque, cuando no se sabe qué
hacer con el tiempo compartido, uno u otro de los cónyuges terminará
refugiándose en la tecnología, inventará otros compromisos, buscará otros
brazos, o escapará de una intimidad incómoda.
226. A los matrimonios jóvenes también hay que estimularlos
a crear una rutina propia, que brinda una sana sensación de estabilidad y de
seguridad, y que se construye con una serie de rituales cotidianos compartidos. Es
bueno darse siempre un beso por la mañana, bendecirse todas las noches, esperar
al otro y recibirlo cuando llega, tener alguna salida juntos, compartir tareas
domésticas. Pero al mismo tiempo es bueno cortar la rutina con la fiesta, no
perder la capacidad de celebrar en familia, de alegrarse y de festejar las
experiencias lindas. Necesitan sorprenderse juntos por los dones de Dios y
alimentar juntos el entusiasmo por vivir. Cuando se sabe celebrar, esta
capacidad renueva la energía del amor, lo libera de la monotonía, y llena de
color y de esperanza la rutina diaria.
227. Los pastores debemos alentar a las familias a crecer en
la fe. Para ello es bueno animar a la confesión frecuente, la dirección
espiritual, la asistencia a retiros. Pero no hay que dejar de invitar a crear
espacios semanales de oración familiar, porque «la familia que reza unida
permanece unida». A su vez, cuando visitemos los hogares, deberíamos convocar a
todos los miembros de la familia a un momento para orar unos por otros y para
poner la familia en las manos del Señor. Al mismo tiempo, conviene alentar a
cada uno de los cónyuges a tener momentos de oración en soledad ante Dios,
porque cada uno tiene sus cruces secretas. ¿Por qué no contarle a Dios lo que
perturba al corazón, o pedirle la fuerza para sanar las propias heridas, e
implorar las luces que se necesitan para poder mantener el propio compromiso?
Los Padres sinodales también remarcaron que «la Palabra de Dios es fuente de
vida y espiritualidad para la familia. Toda la pastoral familiar deberá dejarse
modelar interiormente y formar a los miembros de la iglesia doméstica mediante
la lectura orante y eclesial de la Sagrada Escritura. La Palabra de Dios no
sólo es una buena nueva para la vida privada de las personas, sino también un
criterio de juicio y una luz para el discernimiento de los diversos desafíos
que deben afrontar los cónyuges y las familias»[252].
De la Exhortación ‘Sobre el Amor en la Familia’ (Capítulo VI De la
Exhortación ‘Sobre el Amor en la Familia’ (Algunas Perspectivas Pastorales)
Recemos Por los matrimonios
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