Invitamos a los matrimonios y a personas interesadas en una familia feliz, a leer y asimilar pasajes de la Exhortación pontifical 'Amoris laetitia' del Papa Francisco.
247. «Las problemáticas relacionadas con los matrimonios
mixtos requieren una atención específica. Los matrimonios entre católicos y
otros bautizados “presentan, aun en su particular fisonomía, numerosos
elementos que es necesario valorar y desarrollar, tanto por su valor
intrínseco, como por la aportación que pueden dar al movimiento ecuménico”. A
tal fin, “se debe buscar [...] una colaboración cordial entre el ministro
católico y el no católico, desde el tiempo de la preparación al matrimonio y a
la boda” (Familiaris consortio, 78). Acerca de la participación eucarística, se recuerda
que “la decisión de permitir o no al contrayente no católico la comunión
eucarística debe ser tomada de acuerdo con las normas vigentes en la materia,
tanto para los cristianos de Oriente como para los otros cristianos, y teniendo
en cuenta esta situación especial, es decir, que reciben el sacramento del
matrimonio dos cristianos bautizados. Aunque los cónyuges de un matrimonio
mixto tienen en común los sacramentos del bautismo y el matrimonio, compartir
la Eucaristía sólo puede ser excepcional y, en todo caso, deben observarse las
disposiciones establecidas” (Consejo Pontificio para la Promoción de la Unidad
de los Cristianos, Directorio para la aplicación de los principios y
normas sobre el ecumenismo, 25 marzo 1993, 159-160)»[271].
248. «Los matrimonios con disparidad de culto constituyen un
lugar privilegiado de diálogo interreligioso [...] Comportan algunas
dificultades especiales, sea en lo relativo a la identidad cristiana de la
familia, como a la educación religiosa de los hijos [...] El número de familias
compuestas por uniones conyugales con disparidad de culto, en aumento en los
territorios de misión, e incluso en países de larga tradición cristiana,
requiere urgentemente una atención pastoral diferenciada en función de los
diversos contextos sociales y culturales. En algunos países, donde no existe la
libertad de religión, el cónyuge cristiano es obligado a cambiar de religión
para poder casarse, y no puede celebrar el matrimonio canónico con disparidad
de culto ni bautizar a los hijos. Por lo tanto, debemos reafirmar la necesidad
de que la libertad religiosa sea respetada para todos»[272]. «Se debe prestar especial atención a las personas que
se unen en este tipo de matrimonios, no sólo en el período previo a la boda.
Desafíos peculiares enfrentan las parejas y las familias en las que uno de los
cónyuges es católico y el otro un no-creyente. En estos casos es necesario
testimoniar la capacidad del Evangelio de sumergirse en estas situaciones para
hacer posible la educación en la fe cristiana de los hijos»[273].
249. «Las situaciones referidas al acceso al bautismo de
personas que están en una condición matrimonial compleja presentan dificultades
particulares. Se trata de personas que contrajeron una unión matrimonial
estable en un momento en que al menos uno de ellos aún no conocía la fe
cristiana. Los obispos están llamados a ejercer, en estos casos, un
discernimiento pastoral acorde con el bien espiritual de ellos»[274].
250. La
Iglesia hace suyo el comportamiento del Señor Jesús que en un amor ilimitado se
ofrece a todas las personas sin excepción[275]. Con los Padres sinodales, he tomado en consideración la
situación de las familias que viven la experiencia de tener en su seno a
personas con tendencias homosexuales, una experiencia nada fácil ni para los
padres ni para sus hijos. Por eso, deseamos ante todo reiterar que toda
persona, independientemente de su tendencia sexual, ha de ser respetada en su
dignidad y acogida con respeto, procurando evitar «todo signo de discriminación
injusta»[276], y particularmente cualquier forma de agresión y
violencia. Por lo que se refiere a las familias, se trata por su parte de
asegurar un respetuoso acompañamiento, con el fin de que aquellos que
manifiestan una tendencia homosexual puedan contar con la ayuda necesaria para
comprender y realizar plenamente la voluntad de Dios en su vida[277].
251. En el curso del debate sobre la dignidad y la misión de
la familia, los Padres sinodales han hecho notar que los proyectos de
equiparación de las uniones entre personas homosexuales con el matrimonio, «no
existe ningún fundamento para asimilar o establecer analogías, ni siquiera
remotas, entre las uniones homosexuales y el designio de Dios sobre el
matrimonio y la familia [...] Es inaceptable que las iglesias locales sufran
presiones en esta materia y que los organismos internacionales condicionen la
ayuda financiera a los países pobres a la introducción de leyes que instituyan
el “matrimonio” entre personas del mismo sexo»[278].
252. Las familias monoparentales tienen con frecuencia
origen a partir de «madres o padres biológicos que nunca han querido integrarse
en la vida familiar, las situaciones de violencia en las cuales uno de los
progenitores se ve obligado a huir con sus hijos, la muerte o el abandono de la
familia por uno de los padres, y otras situaciones. Cualquiera que sea la
causa, el progenitor que vive con el niño debe encontrar apoyo y consuelo entre
las familias que conforman la comunidad cristiana, así como en los órganos
pastorales de las parroquias. Además, estas familias soportan a menudo otras
problemáticas, como las dificultades económicas, la incertidumbre del trabajo
precario, la dificultad para la manutención de los hijos, la falta de una
vivienda»[279].
Capítulo VI De la Exhortación ‘Sobre el Amor en la Familia’ (Algunas
Perspectivas Pastorales)
Recemos No tengas miedo
(tampoco ante situaciones complejas)
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