Invitamos a los matrimonios y a personas interesadas en una familia feliz, a leer y asimilar pasajes de la Exhortación pontifical 'Amoris laetitia' del Papa Francisco.
Los hijos son los que
sufren mucho
245. Los Padres sinodales
también han destacado «las consecuencias de la separación o del divorcio sobre
los hijos, en cualquier caso víctimas inocentes de la situación»[267]. Por encima de todas las consideraciones que quieran
hacerse, ellos son la primera preocupación, que no debe ser opacada por
cualquier otro interés u objetivo. A los padres separados les ruego: «Jamás,
jamás, jamás tomar el hijo como rehén. Os habéis separado por muchas
dificultades y motivos, la vida os ha dado esta prueba, pero que no sean los
hijos quienes carguen el peso de esta separación, que no sean usados como
rehenes contra el otro cónyuge. Que crezcan escuchando que la mamá habla bien
del papá, aunque no estén juntos, y que el papá habla bien de la mamá»[268]. Es una irresponsabilidad dañar la imagen del padre o de
la madre con el objeto de acaparar el afecto del hijo, para vengarse o para
defenderse, porque eso afectará a la vida interior de ese niño y provocará
heridas difíciles de sanar.
246. La Iglesia, aunque comprende las situaciones
conflictivas que deben atravesar los matrimonios, no puede dejar de ser voz de
los más frágiles, que son los hijos que sufren, muchas veces en silencio. Hoy,
«a pesar de nuestra sensibilidad aparentemente evolucionada, y todos nuestros
refinados análisis psicológicos, me pregunto si no nos hemos anestesiado
también respecto a las heridas del alma de los niños [...] ¿Sentimos el peso de
la montaña que aplasta el alma de un niño, en las familias donde se trata mal y
se hace el mal, hasta romper el vínculo de la fidelidad conyugal?»[269]. Estas malas experiencias no ayudan a que esos niños
maduren para ser capaces de compromisos definitivos. Por esto, las comunidades
cristianas no deben dejar solos a los padres divorciados en nueva unión. Al
contrario, deben incluirlos y acompañarlos en su función educativa. Porque,
«¿cómo podremos recomendar a estos padres que hagan todo lo posible para educar
a sus hijos en la vida cristiana, dándoles el ejemplo de una fe convencida y
practicada, si los tuviésemos alejados de la vida en comunidad, como si
estuviesen excomulgados? Se debe obrar de tal forma que no se sumen otros pesos
además de los que los hijos, en estas situaciones, ya tienen que cargar»[270]. Ayudar a sanar las heridas de los padres y ayudarlos
espiritualmente, es un bien también para los hijos, quienes necesitan el rostro
familiar de la Iglesia que los apoye en esta experiencia traumática. El
divorcio es un mal, y es muy preocupante el crecimiento del número de
divorcios. Por eso, sin duda, nuestra tarea pastoral más importante con
respecto a las familias, es fortalecer el amor y ayudar a sanar las heridas, de
manera que podamos prevenir el avance de este drama de nuestra época.
Capítulo VI De la Exhortación ‘Sobre el Amor en la Familia’ (Algunas
Perspectivas Pastorales)
Recemos Unidos en el Amor
No hay comentarios:
Publicar un comentario