Invitamos a los matrimonios y a personas interesadas en una familia feliz, a leer y asimilar pasajes de la Exhortación pontifical 'Amoris laetitia' del Papa Francisco.
239. Es comprensible que en las familias haya muchas crisis
cuando alguno de sus miembros no ha madurado su manera de relacionarse, porque
no ha sanado heridas de alguna etapa de su vida. La propia infancia o la propia
adolescencia mal vividas son caldo de cultivo para crisis personales que
terminan afectando al matrimonio. Si todos fueran personas que han madurado
normalmente, las crisis serían menos frecuentes o menos dolorosas. Pero el
hecho es que a veces las personas necesitan realizar a los cuarenta años una
maduración atrasada que debería haberse logrado al final de la adolescencia. A
veces se ama con un amor egocéntrico propio del niño, fijado en una etapa donde
la realidad se distorsiona y se vive el capricho de que todo gire en torno al
propio yo. Es un amor insaciable, que grita o llora cuando no tiene lo que
desea. Otras veces se ama con un amor fijado en una etapa adolescente, marcado
por la confrontación, la crítica ácida, el hábito de culpar a los otros, la
lógica del sentimiento y de la fantasía, donde los demás deben llenar los
propios vacíos o seguir los propios caprichos.
240. Muchos terminan su niñez sin haber sentido jamás que
son amados incondicionalmente, y eso lastima su capacidad de confiar y de
entregarse. Una relación mal vivida con los propios padres y hermanos, que
nunca ha sido sanada, reaparece y daña la vida conyugal. Entonces hay que hacer
un proceso de liberación que jamás se enfrentó. Cuando la relación entre los
cónyuges no funciona bien, antes de tomar decisiones importantes conviene
asegurarse de que cada uno haya hecho ese camino de curación de la propia
historia. Eso exige reconocer la necesidad de sanar, pedir con insistencia la
gracia de perdonar y de perdonarse, aceptar ayuda, buscar motivaciones positivas
y volver a intentarlo una y otra vez. Cada uno tiene que ser muy sincero
consigo mismo para reconocer que su modo de vivir el amor tiene estas
inmadureces. Por más que parezca evidente que toda la culpa es del otro, nunca
es posible superar una crisis esperando que sólo cambie el otro. También hay
que preguntarse por las cosas que uno mismo podría madurar o sanar para
favorecer la superación del conflicto.
Capítulo VI De la Exhortación ‘Sobre el Amor en la Familia’ (Algunas
Perspectivas Pastorales)
Recemos Los Sentimientos del Corazón de Jesús
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