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sábado, 13 de diciembre de 2025

Evangelio del día - Memoria de Santa Lucía mártir


Libro de Eclesiástico 48,1-4.9-11.

Surgió como un fuego el profeta Elías,
su palabra quemaba como una antorcha.
El atrajo el hambre sobre ellos
y con su celo los diezmó.
Por la palabra del Señor, cerró el cielo,
y también hizo caer tres veces fuego de lo alto.
¡Qué glorioso te hiciste, Elías, con tus prodigios!
¿Quién puede jactarse de ser igual a ti?
Tú fuiste arrebatado en un torbellino de fuego
en un carro con caballos de fuego.
De ti está escrito que en los castigos futuros
aplacarás la ira antes que estalle,
para hacer volver el corazón de los padres hacia los hijos
y restablecer las tribus de Jacob.
¡Felices los que te verán
y los que se durmieron en el amor,
porque también nosotros poseeremos la vida!


Salmo 80(79),2ac.3b.15-16.18-19.

¡Restáuranos, Señor del Universo!

Escucha, Pastor de Israel,
Tú que tienes el trono sobre los querubines,
reafirma tu poder y ven a salvarnos.
Vuélvete, Señor de los ejércitos,

observa desde el cielo y mira:
ven a visitar tu vid,
la cepa que plantó tu mano,
el retoño que Tú hiciste vigoroso.
Que tu mano sostenga al que está a tu derecha,

al hombre que Tú fortaleciste,
y nunca nos apartaremos de ti:
devuélvenos la vida e invocaremos tu Nombre.


Evangelio según San Mateo 17,10-13.

Al bajar del monte, los discípulos preguntaron a Jesús: "¿Por qué dicen los escribas que primero debe venir Elías?".
El respondió: "Sí, Elías debe venir a poner en orden todas las cosas;
pero les aseguro que Elías ya ha venido, y no lo han reconocido, sino que hicieron con él lo que quisieron. Y también harán padecer al Hijo del hombre".
Los discípulos comprendieron entonces que Jesús se refería a Juan el Bautista.


Extraído de la Biblia: Libro del Pueblo de Dios.



Bulle

San Agustín (354-430)
obispo de Hipona (África del Norte), doctor de la Iglesia
Sermones sobre el evangelio de san Juan, nº 4


«Irá delante del Señor con el espíritu y poder de Elías» (Lc 1,17)

     «¿Por qué los escribas, es decir, los doctores de la Ley, dicen que primero tiene que venir Elías?». El Señor les responde: «Elías ya ha venido y no lo reconocieron, sino que lo trataron a su antojo, y si queréis comprenderlo, es Juan el Bautista». Así nuestro Señor Jesucristo dice expresamente: «Elías ya ha venido» y que se trata de Juan el Bautista. Pero cuando preguntan a Juan, él mismo declara que no es ni Elías ni Cristo (Jn 1,20s)... ¿Por qué pues afirma: «Yo no soy Elías» siendo así que el Señor dice a sus discípulos que es Elías? Nuestro Señor quería hablar simbólicamente de su venida futura y decir que Juan había venido con el espíritu de Elías. Lo que Juan ha sido para la primera venida, Elías lo será para la segunda. Hay dos venidas para el Juez, y hay también dos precursores. El juez es el mismo en las dos venidas, pero hay dos precursores... El juez tenía que venir primero para ser juzgado; envió delante de él un primer precursor y lo llamó Elías, porque Elías será para la segunda venida lo que Juan ha sido para la primera.
Considerad, hermanos muy amados, cuan fundada está esta explicación sobre la verdad. En el momento en que Juan fue concebido... el Santo Espíritu había predicho lo que se debía cumplir en él: «Será el precursor del Altísimo, con el espíritu y poder de Elías» (Lc 1,17)... ¿Quién podrá comprender estas cosas? El que habrá imitado la humildad del precursor y conocido la majestad del juez. Nadie ha sido más humilde que este santo precursor. Esta humildad de Juan es lo que constituye su mérito más grande; hubiera podido engañar a los hombres, hacerse pasar por el Cristo, ser mirado como si fuera Cristo pues tan grandes eran su gracia y su virtud y, sin embargo, declara abiertamente: «Yo no soy Cristo. – ¿Eres Elías?... – Tampoco soy Elías». (EDD)

Reflexión sobre el cuadro

Hoy celebramos a Santa Lucía. Fue martirizada en Siracusa, durante las persecuciones de Diocleciano, que comenzaron en el año 303 de nuestra era. Cuenta la leyenda que Lucía, decidida a dedicar su vida a Cristo, se arrancó los ojos y se los envió a un tenaz admirador que insistía en que la belleza de los ojos de Lucía no le dejaba en paz. Asombrado por su devoción a la fe, el pretendiente se convirtió al cristianismo y Lucía, según la leyenda, recuperó milagrosamente la vista un día de oración. Es posible que la relación de la joven santa con los ojos tenga su origen en la fuente latina de su nombre (Lucía): Lux o "luz", por supuesto inextricablemente ligada a la visión. Ahora que esperamos la llegada de la luz de Cristo al mundo en Navidad, es el momento perfecto para celebrar a nuestra santa.

Lucía murió mártir de su fe. Los perseguidores romanos intentaron quemarla en la hoguera, preparando un gran fuego para consumirla. Sin embargo, cuando el fuego se encendió, las llamas parecieron retroceder, negándose a tocar su cuerpo. El fuego evitó por completo su carne, como si reconociera su santidad. Al salir ilesa, Lucía habló de su fe cristiana y atribuyó su supervivencia a su devoción a Dios. En el mismo discurso profetizó que la persecución de los cristianos pronto llegaría a su fin. Sus palabras resultaron proféticas: menos de una década después, el emperador Constantino promulgó el Edicto de Milán, que concedía a los cristianos la libertad de culto en todo el Imperio Romano. El desafío y la fe inquebrantable de Lucía enfurecieron a sus perseguidores, que se sintieron humillados por su supervivencia. Enfurecido, un joven soldado recibió la orden de ejecutarla. Cumplió la orden degollándola, y Lucía murió mártir el 13 de diciembre de 304 d.C.

Nuestro cuadro de Francesco del Cossa representa a Santa Lucía, en una pose muy serena. La pintura arqueada la muestra de rodillas, de pie detrás de una repisa gris. Tiene la piel pálida, de color melocotón, y sostiene una palma (símbolo del martirio) en una mano y un par de ojos incorpóreos, unidos a un tallo como una flor, en la otra. Sobre un fondo dorado, su cuerpo mira hacia delante, pero su cabeza está girada hacia la izquierda, mirando hacia abajo, hacia los ojos que sostiene. Nótese que las hojas de la palma parecen cuchillas, en referencia a su muerte por espada.

by Padre Patrick van der Vorst

Oración

  • "¡Oh Santa Lucía, virgen y mártir, que por tu nombre y tu ejemplo das luz a los ojos y a las almas!
  • Humildemente te suplico, por la intercesión de tu poder ante Dios, que me concedas una visión perfecta a mis ojos para que pueda ver bien y servir a mis semejantes, y sobre todo a Dios, con alegría y esperanza.
  • Oh Santa Lucía, sé la salvación de mi vista, para que yo goce siempre de la luz de la creación.
  • Ayúdame a recibir la luz del Espíritu Santo que me muestre el camino para no pecar.
  • Tú que recibiste la luz del cielo, ayúdame a recibir la luz en el alma para vivir alejado del pecado.
  • Amén." 


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