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miércoles, 10 de diciembre de 2025

¿Por qué es tan importante la educación en la Doctrina de la Iglesia?

 

Ces faux obstacles qui vous empêchent de devenir catéchiste à l'école de votre enfant
Entre los numerosos temas sociales que ilumina la Iglesia con su doctrina, la educación es uno de los más recurrentes. ¿Por qué resulta tan vital en la vida social y eclesial?

Son incontables las homilías, mensajes, discursos, encíclicas, exhortaciones y cartas de los santos padres acerca de la educación; además de otros documentos de la curia vaticana, de las conferencias episcopales y de numerosos pastores de iglesias particulares.

La importancia de la educación se manifiesta al existir en la curia vaticana un organismo para tal cuestión; el Dicasterio para la Cultura y la Educación, instituido por el Papa Francisco el 19 de marzo del 2022, mediante la Constitución apostólica Praedicate evangelium, sucediendo a dos organismos previos, el Pontificio Consejo de la Cultura y la Congregación para la Educación Católica, esta última existente desde 1588.

Es evidente que tal importancia no es meramente funcional y de origen humano-estratégico, sino que el Espíritu Santo ha venido animando a la iglesia de Jesucristo en este tema, inspirando carismas presentes, por ejemplo, en numerosas órdenes y congregaciones religiosas dedicadas a educar.

Gravissimum Educationis 

La declaración Gravissimum Educationis, del Concilio Vaticano II, sobre la educación cristiana (San Pablo VI, 28 octubre 1965), ha sido un parteaguas magisterial en torno al tema educativo. En efecto, los Padres conciliares decidieron bendecir a la Iglesia con esta Declaración, para animar la tarea educativa, base de la evangelización y la transformación social a la luz de la Buena noticia de nuestro Señor Jesucristo.

¿Por qué es tan importante la educación en la Doctrina Social de la Iglesia?

En el Proemio de Gravissimum Educationis, el Concilio Ecuménico Vaticano II considera la importancia decisiva de la educación señalando que, con ella, los hombres participan más activamente en la vida social. Pero no se trata de un humanismo sin alma, sino de una vocación trascendente y conforme con la vocación de la Iglesia recibida de su Fundador: 

“(...) debiendo la Santa Madre Iglesia atender toda la vida del hombre, incluso la material en cuanto está unida con la vocación celeste para cumplir el mandamiento recibido de su divino Fundador, a saber, el anunciar a todos los hombres el misterio de la salvación e instaurar todas las cosas en Cristo, le toca también una parte en el progreso y en la extensión de la educación”

(Proemio de Gravissimum Educationis).

Desde esta visión, amplia y trascendente, la Iglesia exhorta a una educación acorde con la dignidad de los bautizados: la educación “(...) no persigue solamente la madurez de la persona humana (...) sino que busca, sobre todo, que los bautizados se hagan más conscientes cada día del don de la fe, mientras son iniciados gradualmente en el conocimiento del misterio de la salvación (...) Por lo cual, este Santo Concilio recuerda a los pastores de almas su gravísima obligación de proveer que todos los fieles disfruten de la educación cristiana y, sobre todo, los jóvenes, que son la esperanza de la Iglesia” (Gravissimum Educationis, n. 2).

Los padres: primeros educadores en el ambiente familiar

La Doctrina Social de la Iglesia hace especial énfasis en la vocación de los padres y la familia como primeros educadores de sus hijos; tarea que no puede descuidarse, delegarse totalmente, ni usurparse.

“El derecho y el deber de los padres a la educación de la prole se debe considerar como esencial, relacionado como está con la transmisión de la vida humana; como original y primario, respecto al deber educativo de los demás, por la unicidad de la relación de amor que subsiste entre padres e hijos; como insustituible e inalienable, y… por consiguiente, no puede ser totalmente delegado o usurpado por otros. Los padres tienen el derecho y el deber de impartir una educación religiosa y una formación moral a sus hijos: derecho que no puede ser cancelado por el Estado, antes bien, debe ser respetado y promovido. Es un deber primario, que la familia no puede descuidar o delegar” (Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia –CDSI–,n. 239).

Diseñar nuevos mapas de esperanza

Con motivo del 60 aniversario de la Declaración Gravissimum Educationis, el Santo Padre León XIV promulgó la Carta Apostólica Diseñar nuevos mapas de esperanza (27 octubre 2025) en la que reafirma que la educación “(...) No es una actividad accesoria, sino que constituye el tejido mismo de la evangelización: es la forma concreta con la que el Evangelio se convierte en gesto educativo, relación, cultura” (n. 1.1). 

Y continúa señalando el origen evangélico de la educación:

“Desde sus orígenes, el Evangelio ha generado «constelaciones educativas»: experiencias humildes y fuertes a la vez, capaces de leer los tiempos, de custodiar la unidad entre la fe y la razón, entre el pensamiento y la vida, entre el conocimiento y la justicia. Han sido, en la tormenta, un ancla de salvación; y en la bonanza, una vela desplegada. Un faro en la noche para guiar la navegación” (n. 1.2). 

La centralidad de la persona en la tarea educativa

La educación, enseña el Papa León, no es una simple transmisión de conocimientos, como si la persona fuera un disco duro al que se alimenta con datos externos mediante una conexión material: 

“Poner a la persona en el centro significa educar en la mirada larga de Abraham (Génesis 15,5): hacerles descubrir el sentido de la vida, la dignidad inalienable, la responsabilidad hacia los demás. La educación no es solo transmisión de contenidos, sino aprendizaje de virtudes. Se forman ciudadanos capaces de servir y creyentes capaces de dar testimonio, hombres y mujeres más libres, que ya no están solos. Y la formación no se improvisa (León XIV, Diseñar nuevos mapas de esperanza, n. 5.1).

La educación católica

La Doctrina Social de la Iglesia llega a una concreción muy particular al referirse a las instituciones educativas católicas, ya que estas “(...) pueden y deben prestar un precioso servicio formativo, aplicándose con especial solicitud en la inculturación del mensaje cristiano, es decir, el encuentro fecundo entre el Evangelio y los distintos saberes” (CDSI, n. 532).

La educación, como puede verse, está a la raíz de la dignidad humana; por ello esta debe estar animada con los valores evangélicos del amor, la justicia y la paz, en orden al Bien común que todos estamos llamados a construir de manera solidaria y corresponsable.

Luis Carlos Frías, Aleteia

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