Queridos
hermanos y hermanas, ¡feliz domingo!
El Evangelio
de hoy nos hace visitar en la prisión a Juan el Bautista, que se encuentra
encarcelado a causa de su predicación (cf. Mt 14,3-5). Sin embargo, él no
pierde la esperanza, convirtiéndose para nosotros en un signo de que la
profecía, aunque esté encadenada, sigue siendo una voz libre en busca de la
verdad y la justicia.
Desde la
cárcel, Juan el Bautista oye hablar «de las obras de Cristo» (Mt 11,2), que son
diferentes a las que él esperaba. Entonces envía a preguntarle: «¿Eres tú el
que ha de venir o debemos esperar a otro?» (v. 3). Quienes buscan la verdad y
la justicia, quienes esperan la libertad y la paz, interrogan a Jesús. ¿Es Él
realmente el Mesías, es decir, el Salvador prometido por Dios a través de los
profetas?
La respuesta
de Jesús dirige la mirada hacia aquellos a quienes Él ha amado y servido. Son
ellos: los últimos, los pobres, los enfermos, quienes hablan por Él. Cristo
anuncia quién es a través de lo que hace. Y lo que hace es un signo de
salvación para todos nosotros. En efecto, cuando se encuentra a Jesús, la vida
carente de luz, de palabra y de sabor recupera su sentido. Los ciegos ven, los
mudos hablan, los sordos oyen. La imagen de Dios, desfigurada por la lepra,
recobra su integridad y su salud. Hasta los muertos, totalmente insensibles,
vuelven a la vida (cf. v. 5). Este es el Evangelio de Jesús, la buena nueva
anunciada a los pobres. Cuando Dios viene al mundo, se ve.
La palabra de
Jesús nos libera de la prisión del desánimo y el sufrimiento, toda profecía
encuentra en Él el cumplimiento esperado. Es Cristo, de hecho, quien abre los
ojos del hombre a la gloria de Dios. Él da la palabra a los oprimidos, a
quienes la violencia y el odio les han quitado la voz; Él vence la ideología,
que nos hace sordos a la verdad; Él cura las apariencias que deforman el
cuerpo.
De este modo,
el Verbo de la vida nos redime del mal, que lleva el corazón a la muerte. Por
eso, como discípulos del Señor, en este tiempo de Adviento estamos llamados a
unir la espera del Salvador a la atención de lo que Dios hace en el mundo. Sólo
así podremos experimentar la alegría de la libertad que encuentra a su
Salvador: «Gaudete in Domino semper – Alégrense siempre en el Señor» (Flp 4,4).
Con esta invitación se abre la Santa Misa de hoy, tercer domingo de Adviento,
llamado por eso domingo Gaudete. Alegrémonos, pues, porque Jesús es nuestra
esperanza, sobre todo en la hora de la prueba, cuando la vida parece perder
sentido y todo se ve más oscuro, nos faltan las palabras y nos cuesta escuchar
al prójimo.
Que la Virgen
María, modelo de espera, de atención y de alegría, nos ayude a imitar la obra
de su Hijo, compartiendo con los pobres el pan y el Evangelio.
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Después del
Ángelus
Queridos
hermanos y hermanas:
Ayer en Jaén,
España, fueron beatificados el sacerdote Emanuel Izquierdo y cincuenta y ocho
compañeros, junto con el sacerdote Antonio Montañés Chiquero y sesenta y cuatro
compañeros, asesinados por odio a la fe durante la persecución religiosa de los
años 1936-38. Y también ayer, en París, fueron beatificados Raymond Cayré,
sacerdote; Gérard-Martin Cendrier, de la Orden de los Frailes Menores; Roger
Vallé, seminarista; Jean Mestre, laico; y cuarenta y seis compañeros,
asesinados por odio a la fe en los años 1944-45 durante la ocupación nazi.
Alabamos al Señor por estos mártires, valientes testigos del Evangelio,
perseguidos y asesinados por haber permanecido junto a su gente y fieles a la
Iglesia.
Sigo con viva
preocupación la reanudación de los enfrentamientos en la parte oriental de la
República Democrática del Congo. Al mismo tiempo que expreso mi cercanía a la
población, exhorto a las partes en conflicto a que cesen toda forma de
violencia y busquen un diálogo constructivo, en el respeto de los procesos de
paz en curso.
Saludo con
afecto a todos ustedes, romanos y peregrinos de Italia y de otras partes del
mundo, en particular a los fieles de Belo Horizonte, Zagreb, Split y
Copenhague; así como a los procedentes de Corea del Sur, Tanzania y Eslovaquia.
Saludo a los grupos venidos de Mestre, Biancavilla y Bussi sul Tirino; a los
exalumnos de la Asociación Mornese Italia, a la Orquesta Filarmónica Pugliese,
a la Fundación Oasi Nazareth de Corato, a los jóvenes del Oratorio Salesiano de
Alcamo y a los confirmandos de la Parroquia San Pío de Pietrelcina en Roma.
Les deseo a
todos un feliz domingo.
(vatican.va)
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