En el tradicional encuentro del Pontífice con la Curia Romana con ocasión de las felicitaciones por la Navidad, el Papa ha reflexionado sobre la importancia de la misión y la comunión en la vida de la Iglesia. También ha recordado que el trabajo en la Curia debe estar animado por este espíritu y promover la solicitud pastoral al servicio de las Iglesias particulares y de sus pastores.
“Necesitamos
una Curia Romana cada vez más misionera, donde las instituciones, las oficinas
y las tareas estén pensadas atendiendo a los grandes desafíos eclesiales,
pastorales y sociales de hoy, y no sólo para garantizar la administración
ordinaria”. Son palabras del Papa León XIV en el discurso del Santo Padre León
XIV a la Curia Romana en ocasión del saludo de Navidad, este lunes 22 de
diciembre.
El Pontífice
ha iniciado su discurso dedicando unas palabras a su predecesor, el Papa
Francisco. “Su voz profética, su estilo pastoral y su rico magisterio han
marcado el camino de la Iglesia en estos años, animándonos principalmente a
volver a colocar en el centro la misericordia de Dios, a dar un mayor impulso a
la evangelización, a ser una Iglesia alegre y gozosa, acogedora con todos,
atenta a los más pobres”, ha asegurado León XIV.
Evangelii gaudium, misión y comunión
De este modo,
inspirándose precisamente en la exhortación apostólica Evangelii
gaudium, ha reflexionado sobre dos aspectos fundamentales de la vida de la
Iglesia: “la misión y la comunión”.
La Iglesia –
ha afirmado el Papa - es, por naturaleza, extrovertida, abierta al mundo, misionera.
Asimismo, ha recordado que Evangelii gaudium “nos anima
a avanzar en la transformación misionera de la Iglesia, que encuentra su fuerza
inagotable en el mandato de Cristo Resucitado”.
El Papa ha
señalado que “la misión de Jesús en la tierra”, se vuelve “criterio de
discernimiento para nuestra vida, para nuestro camino de fe, para las praxis
eclesiales, como también para el servicio que llevamos adelante en la Curia
Romana”.
A propósito,
ha recordado que las estructuras “no deben entorpecer, detener la carrera del
Evangelio o impedir el dinamismo de la evangelización”. El trabajo de la
Curia - ha proseguido - debe estar animado por este espíritu y promover
la solicitud pastoral al servicio de las Iglesias particulares y de sus
pastores.
Por otro lado,
el Santo Padre ha precisado que “la misión en la vida de la Iglesia está
estrechamente ligada a la comunión”.
Signos de nueva humanidad
De este modo,
ha indicado que “el amor del Padre”, nos hace capaces de ser signo de una nueva
humanidad, “no fundada en la lógica del egoísmo y el individualismo, sino en el
amor mutuo y la solidaridad recíproca”. Esta es una tarea más urgente que nunca ad
intra y ad extra, ha recordado el Papa.
Ad intra, “porque la
comunión en la Iglesia permanece siempre como un desafío que nos llama a la
conversión”. A veces, “detrás de una aparente tranquilidad, se agitan los
fantasmas de la división”, ha advertido el Pontífice a los presentes. Y estos
“nos hacen caer en la tentación de oscilar entre dos extremos opuestos”:
“uniformar todo sin valorar las diferencias” o, por el contrario, “exasperar
las diversidades y los puntos de vista en vez de buscar la comunión”. Por esta
razón, ha señalado en las relaciones interpersonales, en las dinámicas internas
de las oficinas y los roles, o tratando los temas que se refieren a la fe, la
liturgia, la moral y otros, “se corre el riesgo de ser víctimas de la rigidez y
de la ideología, con las contraposiciones que ello implica”.
León XIV ha
asegurado que “estamos llamados también, y sobre todo aquí en la Curia”, a “ser
constructores de la comunión de Cristo”, que pide “configurarse como Iglesia
sinodal, donde todos colaboran y cooperan en la misma misión, cada uno según el
propio carisma y el rol recibido”. Al respecto, el Santo Padre ha advertido que
esto se construye “mediante gestos y actitudes concretos que deben manifestarse
en lo cotidiano, también en el ambiente laboral”.
Y a propósito
ha recordado las palabras de san Agustín en su carta a Proba: «En todos los
negocios humanos, nada es grato para el hombre si no tiene por amigo al
hombre». Sin embargo, se preguntaba con una pizca de amargura: «¿Quién puede
hallarse que sea tan buen amigo, que podamos tener en esta vida seguridad
cierta de su intención y de sus costumbres?» (Carta 130, 4).
Relaciones que transparenten el amor de Cristo
Esta amargura
– ha señalado el Pontífice - en ocasiones se abre camino entre nosotros cuando,
quizás después de muchos años ofrecidos al servicio de la Curia, notamos con
desilusión que, a algunas dinámicas vinculadas al ejercicio del poder, al afán
de sobresalir, al cuidado de los propios intereses, les cuesta cambiar.
Se ha
preguntado “¿es posible ser amigos en la Curia Romana, tener relaciones de
amigable fraternidad?”. Y ha asegurado que “es hermoso cuando encontramos
amigos en quienes poder confiar, cuando caen máscaras y engaños, cuando las
personas no son usadas y pasadas por encima, cuando hay ayuda mutua, cuando se
reconoce a cada uno el propio valor y la propia competencia, evitando generar
insatisfacciones y rencores”. Hay una conversión personal que debemos desear y
perseguir, ha indicado el Papa, para que en nuestras relaciones pueda
transparentarse el amor de Cristo que nos hace hermanos.
En esta misma
línea, León XIV ha explicado a los presentes que esto se vuelve un signo
también ad extra, “en un mundo herido por discordias, violencia y
conflictos, en el que vemos también un aumento de la agresividad y la rabia,
frecuentemente instrumentalizadas por el mundo digital y la política”.
El trabajo de
la Curia y el de la Iglesia en general, ha proseguido, debe pensarse también en
este amplio horizonte: “no somos pequeños jardineros dedicados a cuidar el
propio huerto”, sino que “somos discípulos y testigos del Reino de Dios”,
llamados a ser en Cristo “fermento de fraternidad universal, entre pueblos
distintos, religiones diferentes, entre mujeres y hombres de toda lengua y
cultura”. Y esto ocurre “si somos nosotros los primeros en vivir como hermanos
y hacemos brillar en el mundo la luz de la comunión”.
Cristo esperanza que no declina
Por otro lado,
el Pontífice ha observado que el Jubileo “nos ha recordado que sólo Él es la
esperanza que no declina”. Y, durante el Año Santo, celebraciones importantes
nos han hecho recordar otros dos acontecimientos: “el Concilio de Nicea, que
nos reconduce a las raíces de nuestra fe”, y “el Concilio Vaticano II, que
fijando la mirada en Cristo ha consolidado a la Iglesia y la ha impulsado a
salir al encuentro del mundo, a la escucha de las alegrías y las esperanzas,
las tristezas y las angustias de los hombres de hoy”.
Finalmente,
también ha recordado los cincuenta años de la Exhortación apostólica de san
Pablo VI, Evangelii nuntiandi. Esta subraya dos realidades que el
Pontífice ha querido señalar: el hecho de que «la Iglesia recibe la
misión de evangelizar y […] la actividad de cada miembro constituye algo
importante para el conjunto» (n. 15); y, al mismo tiempo, la convicción de que
«el primer medio de evangelización consiste en un testimonio de vida
auténticamente cristiana, entregada a Dios en una comunión que nada debe
interrumpir y a la vez consagrada igualmente al prójimo con un celo sin
límites» (n. 41).
Testimonio de una vida cristiana
Finalmente, ha
pedido a los presentes que recuerden esto en el servicio curial: “la labor de
cada uno es importante para el todo, y el testimonio de una vida cristiana, que
se expresa en la comunión, es el primer y el mayor servicio que podemos
ofrecer”.
Rocío Lancho García - Ciudad del Vaticano
(vatican.va)
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