Cuando atravesamos momentos de dolor y
dificultad, es sencillo culpar a Dios o sentirnos abandonados por Él, 
por eso en este post quiero
hablar de esos momentos en los que el dolor nos
hace sentir confundidos. Cuando era chico y tenía aproximadamente siete años, me encontraba jugando
en mi casa, hasta que corriendo, caí de unas escaleras
 y rodé hasta llegar al suelo. Recuerdo que no paraba
de llorar y me dolía todo el cuerpo, enseguida mi mamá me llevó al médico, me realizaron varios exámenes para descartar alguna fractura y finalmente me dieron analgésicos que me ayudaron a calmar el dolor. V
inieron a mi mente sentimientos de vergüenza, de soledad y de angustia, pero todo el dolor se fue cuando mi mamá se acercó y me dio un fuerte abrazo.

Solo en ese momento entendí que hay dolores físicos que se curan con un medicamento y hay dolores mucho más profundos que no sanan con una pastilla, sino con un gesto espiritual y suelen ser los más difíciles en desaparecer.

Es verdad que la causa del dolor en el mundo y en nuestra propia vida en ocasiones puede parecer un misterio, algo difícil de explicar. Pero, no por eso dejaremos de intentar comprenderlo. Uno de los mayores tropiezos que podemos cometer, sino el mayor, para aliviar el dolor humano es desconocerlo: ¿Qué es lo que siento?, ¿por qué me duele?, ¿cómo reacciono ante el dolor?, ¿pido ayuda a los demás?. El video que les comparto a continuación me inspiró para pensar en el dolor cristiano, ese al que todos tenemos que afrontarnos alguna vez en la vida.