Conoce el valor simbólico del rito de la ablución
de los dedos con agua
En la misa, después de la incensación de los dones colocados sobre el altar, de la incensación de la cruz, del altar y del sacerdote mismo que preside, éste se lava las manos.
Dice la Instrucción General del Misal Romano: “En seguida, el sacerdote se lava las manos a un lado del altar, rito con el cual se expresa el deseo de purificación interior” (IGMR,76).
El anterior numeral dice qué hacer antes de la oración sobre las ofrendas y por qué hacerlo.
Las manos del sacerdote, ungidas el día de la ordenación sacerdotal, se lavan pues el sacerdote debe estar consciente de la gran pureza interior que debe tener para ofrecer el Sacrificio.
Se trata de una ablución (del término latino ablutio, (lavado). ¿Y qué es una ablución? Una ablución es una purificación ritual con agua (no un acto de higiene) de algunas partes del cuerpo antes de determinadas acciones religiosas.
Y este gesto de lavar las manos por parte del sacerdote (junto a una oración que está prescrita realizada en silencio) no es opcional, a diferencia de otros ritos que sí lo pueden ser.
Que es obligatorio lo vemos en la redacción de los textos, pues una cosa es decir: “El sacerdote… (hará esto o lo otro)”, y otra cosa es decir: “El sacerdote puede…. (hacer esto o lo otro)”.
El documento titulado El sacerdote en el Ofertorio de la Santa Misa, de la oficina para las celebraciones litúrgicas del Papa, dice:
“En la actualidad, el lavabo es una acción puramente simbólica, como se deriva de la fórmula empleada, así como del hecho que, generalmente, se lavan únicamente las puntas de los dedos índice y pulgar. Podemos decir que el rito expresa el deseo de purificación interior. De ahí que algunos plantearon y siguen planteando la supresión de este rito. No compartimos esta idea pues pensamos que tiene un claro valor catequético y además constituye un renovado acto penitencial para el sacerdote que, en ese momento, se sitúa en vista de la acción eucarística y como preparación a la misma. Al mismo tiempo, la fórmula que acompaña el gesto del lavado de las manos ya está presente desde la antigüedad cristiana como uso solemne practicado antes de que el sacerdote se recoja en oración, como se testimonia en Tertuliano y en la Tradición apostólica”.
¿Dónde se lleva a cabo este rito o ablución? En la esquina del altar (no en el centro). Los ministros extraordinarios del altar o acólitos (o en su defecto, los monaguillos) lavan las manos del sacerdote. Si no hubiere ministro, el mismo sacerdote lo hará por sí mismo.
Hay que distinguir entre la ablución y la purificación tanto de los dedos como de los objetos litúrgicos o vasos sagrados (entre estos el cáliz y la patena, IGMR, 327).
En el caso de los dedos “siempre que algún fragmento de la Hostia se haya adherido a los dedos, sobre todo después de la fracción o de la Comunión de los fieles, el sacerdote debe limpiar los dedos sobre la patena y, o según la necesidad, lavarlos…” (IGMR, 278).
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