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Lucas 8, 4-15 | | La parábola del Sembrador |
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El Sembrador, Arte callejero de Morfai (nacido en 1992), Ejecutado en 2008, Pintura en aerosol en la pared
© Morfai Art |
En aquel tiempo, mucha gente se había reunido alrededor de Jesús, y al ir pasando por los pueblos, otros más se le unían. Entonces les dijo esta parábola.
“Salió un sembrador a sembrar su semilla. Al ir sembrando, unos granos cayeron en el camino, la gente los pisó y los pájaros se los comieron. Otros cayeron en terreno pedregoso, y al brotar, se secaron por falta de humedad. Otros cayeron entre espinos, y al crecer éstos, los ahogaron. Los demás cayeron en tierra buena, crecieron y produjeron el ciento por uno”. Dicho esto, exclamó: “¡El que tenga oídos para oír, que oiga!” Entonces le preguntaron los discípulos: “¿Qué significa esta parábola?” Y él les respondió: “A ustedes se les ha concedido conocer claramente los secretos del Reino de Dios; en cambio, a los demás, sólo en parábolas para que viendo no vean y oyendo no entiendan.
La parábola significa esto: la semilla es la palabra de Dios. Lo que cayó en el camino representa a los que escuchan la palabra, pero luego viene el diablo y se la lleva de sus corazones, para que no crean ni se salven. Lo que cayó en terreno pedregoso representa a los que, al escuchar la palabra, la reciben con alegría, pero no tienen raíz; son los que por algún tiempo creen, pero en el momento de la prueba, fallan. Lo que cayó entre espinos representa a los que escuchan la palabra, pero con los afanes, riquezas y placeres de la vida, se van ahogando y no dan fruto. Lo que cayó en tierra buena representa a los que escuchan la palabra, la conservan en un corazón bueno y bien dispuesto, y dan fruto por su constancia’’.
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“Se multiplicaron los frutos”
Tú eres el servidor de Dios, un administrador a favor de tus compañeros de trabajo. No creas que todos los bienes que posees están destinados a tu propio consumo. […] Hombre, imita la tierra; produce frutos como ella; no te muestres más estéril que una materia inanimada. La tierra misma no madura sus frutos para gozar de eso, sino para ser útil para tu servicio. Y tú, eres en efecto quien recoges los frutos de tu generosidad, ya que la recompensa de las buenas acciones recae sobre los que las hacen. Diste de comer al hambriento; lo que diste vuelve a ti, con intereses. |
Así como el grano echado en el surco aprovecha al sembrador, lo mismo el pan dado al hambriento te produce, más tarde, una ganancia inmensa. Cuando llega el tiempo de la cosecha sobre la tierra, es entonces el momento para ti de sembrar allá arriba en el cielo: <I>"Sembrad con justicia" (Os 10,12). ¿Por qué tanta inquietud? ¿Por qué estas preocupaciones y esta diligencia en enterrar tu tesoro? "El buen nombre es más deseable que grandes riquezas" (Pr 22,1). (EDD) |
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