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martes, 8 de septiembre de 2020

Evangelio: Natividad de la Virgen María

 
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Mateo 1, 18-23 El nacimiento de la Santísima Virgen María 
 
 
Les Vendanges / La Vendimia, tapiz de lana y seda, original ejecutado alrededor de 1500, s
e muestra una versión posterior, © Museo de Cluny, Francia 
Cristo vino al mundo de la siguiente manera: Estando María, su madre, desposada con José, y antes de que vivieran juntos, sucedió que ella, por obra del Espíritu Santo, estaba esperando un hijo. José, su esposo, que era hombre justo, no queriendo ponerla en evidencia, pensó dejarla en secreto. Mientras pensaba en estas cosas, un ángel del Señor le dijo en sueños: “José, hijo de David, no dudes en recibir en tu casa a María, tu esposa, porque ella ha concebido por obra del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo y tú le pondrás el nombre de Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados”. Todo esto sucedió para que se cumpliera lo que había dicho el Señor por boca del profeta Isaías: He aquí que la virgen concebirá y dará a luz un hijo, a quien pondrán el nombre de Emmanuel, que quiere decir Dios-con-nosotros.

Comentario
Bulle
San Amadeo de Lausanne (1108-1159)
monje cisterciense, obispo
Homilía mariana VII (SC 72. Huit homélies mariales, Cerf, Paris, 1960), trad. sc©evangelizo.org

María, estrella del mar
Por designio de la Providencia divina ella fue llamada María, estrella del mar, para declarar con su nombre lo que muestra claramente la realidad. (…)
Revestida de belleza y también de fuerza, está coronada, pudiendo calmar con un gesto los movimientos formidables del mar. Los que navegan en el mar del mundo presente y la invocan con plena confianza, los arranca del viento de la tempestad y del furor de los huracanes. Los conduce con ella, triunfantes, a la orilla de la bienaventurada patria. Mis queridos, no podríamos decir cuantas veces muchos chocarían con las rocas más abruptas, con el riesgo de hundirse, y otros golpearían contra los peores escollos sin poder volver, (…) si no fuera por la presencia de la estrella del mar, María siempre virgen. Ella se pone con su potente ayuda frente al timón roto y la barca destrozada y privada de toda ayuda humana, para dirigirlos con su celeste guía al puerto de la paz interior. Llena de alegría por los nuevos triunfos, la reciente liberación de condenados y el renovado incremento de pueblos, ella celebra en el Señor. (…)
María resplandece y se distingue por su doble caridad. Está ardientemente fijada en Dios, adhiere y forma un único espíritu con él. Por otro lado, atrae y consuela tiernamente el corazón de los elegidos y les comparte los dones excelentes venidos de la generosidad de su Hijo.


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