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domingo, 27 de septiembre de 2020

Evangelio del día

ChristianArt 
 
Mateo 21, 28-32 La Parábola del Padre y sus dos hijos en el viñedo
 
 
La Parábola del Padre y sus dos hijos en el viñedo, Grabado de Georg Pencz (1500-1550), Impreso en 1534-35,
 Grabado en papel © Metropolitan Museum of Art, New York 
En aquel tiempo, dijo Jesús a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo: 
«¿Qué os parece? Un hombre tenía dos hijos. Se acercó al primero y le dijo: “Hijo, ve hoy a trabajar en la viña”. Él le contestó: “No quiero». Pero después se arrepintió y fue. 
Se acercó al segundo y le dijo lo mismo. Él le contestó: “Voy, señor”. Pero no fue. 
¿Quién de los dos cumplió la voluntad de su padre?». 
Contestaron: 
«El primero». 
Jesús les dijo: 
«En verdad os digo que los publicanos y las prostitutas van por delante de vosotros en el reino de Dios. Porque vino Juan a vosotros enseñándoos el camino de la justicia y no le creísteis; en cambio, los publicanos y prostitutas le creyeron. Y, aun después de ver esto, vosotros no os arrepentisteis ni le creísteis»

Comentario
 Libro del Pueblo de Dios.

Bulle
Isaac de Stella (¿-c. 1171)
monje cisterciense
Sermón de Cuaresma (SC 207. Sermons II, Sermons 18-39, Cerf, 1974 ), trad. sc©evangelizo.org

Salir del pecado y entrar en el Reino de Dios
Hermanos, es el momento para cada uno de nosotros, de salir del lugar de nuestro pecado. Salgamos de nuestra Babilonia para encontrarnos con Dios nuestro Salvador, como nos exhorta el profeta: “¡Prepárate a enfrentarte con tu Dios, Israel!” (Am 4,12). Salgamos del abismo de nuestro pecado y aceptemos partir hacia el Señor que ha asumido “una carne semejante a la del pecado” (Rom 8,3). Salgamos de la voluntad del pecado y vayamos a hacer penitencia por nuestros pecados. Entonces encontraremos a Cristo: él expió el pecado que no había en absoluto cometido. Él, que salva a los penitentes, nos acordará la salvación. Hace misericordia a los que se convierten (cf. Ecli 12,3).
Me dirán:... “¿Quién entonces por él mismo puede salir del pecado? En realidad el más grande pecado es el gusto del pecado, el deseo de pecar. ¡Sale de ese deseo,…odia el pecado y saldrás del pecado! Si odias el pecado, has encontrado a Cristo en dónde está. Al que odia el pecado…Cristo perdona la falta, en la espera de extirpar de raíz nuestros malos hábitos.
Ustedes dicen que mismo esto es mucho, que sin la gracia de Dios es imposible al hombre odiar su pecado y desear la justicia: “¡Den gracias al Señor por su misericordia y por sus maravillas a favor de los hombres!” (Sal 107 (106), 8)… ¡Oh Señor de mano poderosa, Jesús todo-poderoso, ven a liberar mi razón cautiva del demonio de la ignorancia y arrancar mi voluntad enferma de la peste de la concupiscencia! Libera mis capacidades con el fin que yo pueda actuar con fuerza, como los deseo de todo corazón. (EDD)




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