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lunes, 21 de septiembre de 2020

Evangelio del día

ChristianArt
Mateo 9, 9-13Fiesta de San Mateo: Apóstol y Evangelista
San Mateo Evangelista, Esculpido por Camillo Rusconi (1658-1728), Mármol de Carrara tallado, Esculpido
 alrededor de 1715 © Basílica de San Juan de Letrán, Roma
En aquel tiempo, Jesús vio a un hombre llamado Mateo, sentado a su mesa de recaudador de impuestos, y le dijo: “Sígueme”. Él se levantó y lo siguió. Después, cuando estaba a la mesa en casa de Mateo, muchos publicanos y pecadores se sentaron también a comer con Jesús y sus discípulos. Viendo esto, los fariseos preguntaron a los discípulos: “¿Por qué su Maestro come con publicanos y pecadores?” Jesús los oyó y les dijo: “No son los sanos los que necesitan de médico, sino los enfermos. Vayan, pues, y aprendan lo que significa: Yo quiero misericordia y no sacrificios. Yo no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores”.
Comentario
Bulle
Ruperto de Deutz (c. 1075-1130)
monje benedictino
Las obras del Santo Espíritu, IV, 14

El recolector de impuestos liberado para el Reino de Dios
     El publicano Mateo recibió en alimento «el pan de vida e inteligencia» (Si 15,3); y de esta misma inteligencia hizo en su casa un gran banquete para el Señor Jesús porque había sido hecho partícipe de una abundante gracia, conforme a su nombre [que quiere decir «don del Señor»]. Dios había preparado un presagio de este festín de gracia: llamado cuando estaba sentado a su puesto de recolector «siguió al Señor y le ofreció en su casa un gran banquete» (Lc 5,29). Le ofreció, pues, un banquete, y un gran banquete, que nosotros llamaríamos, un banquete real.
     En efecto, Mateo es el evangelista que nos muestra a Cristo Rey por su familia y por sus actos. Desde el principio, dice en su obra «Libro de la genealogía de Jesucristo, Hijo de Dios» (Mt 1,1). Seguidamente narra cómo el recién nacido es adorado por los Magos con el título de rey de los judíos; después, entretejiendo todo el resto de su narración de gestos reales y de parábolas del reino, al final acaba con estas palabras dichas por este rey ya coronado con la gloria de la resurrección: «Me ha sido dado toda potestad en el cielo y en la tierra» (28,18). Si examinas con atención todo el conjunto de su redacción reconocerás que en toda ella se respiran los misterios del Reino de Dios. Nada de extraño hay todo ello; Mateo había sido publicano, se acordaba de haber sido llamado del servicio público del reino del pecado a la libertad del Reino de Dios, del Reino de la justicia. Un hombre que no quiso ser ingrato para con el gran rey que le había liberado, sirvió fielmente las leyes de su Reino. (EDD)

Oremos
Señor, que me fije hoy en lo que me hace quieto y amigable. Y, si me encuentro con alguien, con quien no puedo estar en armonía, concédeme mirar el mundo con tus ojos. Permíteme ejercitarme hoy en amar. Amén.

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