Claver trataba a todos con igual dignidad, privilegiando la acción sobre las palabras
San Pedro Claver fue un misionero jesuita de España durante el siglo XVII que estaba consternado por la trata de esclavos y las condiciones de vida que tenían.
A diferencia de muchos de sus compatriotas, Claver veía a estas personas como seres humanos, no como animales, merecedores del mismo respeto y dignidad que se le da a cualquier otra persona. Se preocupaba profundamente por ellos y la salvación de sus almas, creyendo que cada uno necesitaba escuchar el Evangelio de Jesucristo.
Sin embargo, no se limitó a hablar de igualdad, creía que sus acciones hablarían más que cualquier palabra. Claver escribió sobre este tema en una de sus cartas, explicando el poder de sus acciones.
Así fue como les hablamos, no con palabras sino con nuestras manos y nuestras acciones. Y, de hecho, convencidos como estaban de que los habían traído aquí para ser comidos, cualquier otro idioma habría resultado completamente inútil. Luego nos sentamos, o mejor dicho, nos arrodillamos junto a ellos y les bañamos la cara y el cuerpo con vino. Hicimos todo lo posible por animarlos con gestos amistosos y mostrar en su presencia las emociones que de alguna manera tienden naturalmente a animar a los enfermos.
No solo trató a cada esclavo con gran dignidad y compasión, sino que también los protegió e intercedió por ellos cuando vio que sufrían abusos. En la biografía del siglo XIX, La vida de San Pedro Claver, el autor explica hasta dónde llegaría Claver se preocupaba por cada esclavo, incluso ofreciéndose en su lugar.
Cuando supo que [los esclavos] habían sido tratados con demasiada crueldad, su corazón se desgarró de dolor; se apresuró a acudir a los maestros, sin escatimar en protestas ni ruegos para despertar su compasión. En fin, se comprometió a reconducir a casa a los que por temor al castigo habían huido, pidiéndoles perdón, prometiéndoles todas las satisfacciones y ofreciéndose voluntariamente en fianza por ellos.
Además de cuidar su salud física y espiritual, también se aseguró de que no se desesperaran, a pesar de que su condición era muy difícil.
Por sí mismo, compartiría de buen grado sus sufrimientos y, si fuera posible, permanecería en la cárcel con ellos para consolarlos. Con estos discursos tiernos y comprensivos, salvó a muchos de la desesperación, a la que estuvieron a punto de ceder. Para salvar a estos esclavos de la desesperación, indujo a sus amos a regular el castigo de acuerdo con la ofensa, y prometió, en nombre de los esclavos, una mejor conducta en el futuro. El efecto fue mágico. Se esforzaron al máximo por cumplir la promesa de su padre.
Sobre todo, San Pedro Claver nos muestra claramente cómo las acciones hablan más que las palabras y si queremos una verdadera igualdad racial en el mundo, primero debemos comenzar con nosotros mismos y cómo tratamos a otras personas con las que nos encontramos a diario.
Philip Kosloski, Aleteia
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