Beneficios evidentes de quien vive con una dimensión espiritual la propia vida
La existencia humana está vinculada a una apertura al infinito. Se trata de una necesidad ineludible del ser humano, como la filosofía o la poesía. Esta dimensión espiritual nos lleva de manera espontánea a la oración y la contemplación para dar un significado a nuestra propia existencia.
La neurología, gracias a las últimas tecnologías que permiten explorar la actividad del cerebro en pleno funcionamiento, ha demostrado, por ejemplo, que la meditación y la oración pueden modificar la estructura del cerebro, evidenciando cómo los estados del cerebro y del sistema nervioso pueden crear o relacionarse con la vivencia de la experiencia religiosa.
¿Qué pasa en el cerebro de una persona cuando reza o medita?
Hay una amplia red de estructuras implicadas a nivel neurológico por la actividad cerebral. Están el lóbulo frontal, que nos ayuda a focalizar la mente en la oración; el sistema límbico, que permite experimentar emociones poderosas; y los lóbulos parietales, involucrados en nuestro sentido de nosotros, y en su orientación en el espacio y el tiempo.
Dependiendo de la experiencia concreta, esas áreas pueden encenderse o apagarse. Así, los lóbulos parietales pueden apagarse cuando una persona experimenta una pérdida del sentido de sí misma, o experimenta un sentido de unicidad con Dios.
Estas exploraciones han sido posibles gracias a las nuevas tecnologías, y están ayudando a pensadores interdisciplinarios a desarrollar una teología basada en la ciencia, que permita comprender, por ejemplo, la relación entre fe y salud.
Beneficios que la neurociencia reconoce en el campo de la salud
El origen de la relación entre neurología y la espiritualidad se encuentra en los trabajos de Herbert Benson, un cardiólogo de la Harvard Medical School que estudió a fondo el papel que el sistema nervioso autónomo juega en el proceso de la enfermedad humana.
Benson estableció que el sistema de respuesta al estrés afecta a todo el sistema nervioso.
Además, hizo otro interesante descubrimiento: que la meditación ayuda a relajar el sistema nervioso, a rebajar la presión arterial, a mejorar la salud del corazón, a prolongar la vida, además de dar felicidad y de generar el sentimiento de estar más cerca de una entidad trascendente, entre otras ventajas.
Tras años de investigación, Benson descubrió, por otro lado que las personas que practicaban la meditación como una forma de oración tendían a tener más salud que aquellas que la practicaban como mero vehículo de consecución de beneficios fisiológicos y físicos.
La creencia en Dios mientras se estimulaba el sistema nervioso (que es parte del sistema nervioso autónomo) mediante la meditación basada en la fe, suponía mayores beneficios para mente y cuerpo que la meditación agnóstica.
Sin lugar a dudas estos elementos de tenor científico pueden ser un estímulo a la oración, pero lo más importante es vivir nuestra dimensión espiritual como un gran don en la vida independientemente de los nuevos descubrimientos que la ciencia esta realizando.
El poder de la oración es algo que supera la ciencia misma, si bien estos datos pueden ser siempre un estímulo positivo para reconocer los muchos beneficios que nos ofrece la oración.
Javier Fiz Pérez, Aleteia
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