Este caso, tratado en el consultorio de Aleteia, fue cedido con consentimiento de sus protagonistas para ayudar a quienes están pasando por una situación similar
Mi esposa me dijo que alguien le sugirió considerar que nuestro matrimonio tarde o temprano no seguiría adelante, e incluso, que quizá nunca había existido. Esto debido a mis estados de ánimo por los que me estancaba en periodos depresivos, desalentado, inseguro. Una conducta que nos hacía sufrir mucho. También me dijo que ella realmente me conocía y se sabía amada a pesar de los pesares.
Por fortuna, decidimos asistir a la consultoría matrimonial de Aleteia, donde nos serenaron diciéndonos que no se debía confundir un problema de alteración psicológica en mi persona, con una incapacidad que definitivamente impidiera fundar, conservar y hacer crecer el amor conyugal y la unión entre esposos. Que, aun contando con una enfermedad psicológica, tal cosa podía ser difícil, mas no imposible.
Nos explicaron que la capacidad de amar conyugalmente no proviene esencialmente de la sola aptitud psicológica, que es muy importante, por nutrir a esta. Sino fundamentalmente de la capacidad de lograr la íntima compañía de correspondencia y corresponsabilidad de la pareja para construir la relación, lo cual puede suceder, con o sin enfermedad psicológica.
Que solo en el caso de que esta capacidad se encontrase afectada por insalvables limitaciones, entonces no serían posibles las dinámicas del amor conyugal, indispensable para hacer viable el matrimonio. Mi esposa y yo sabíamos que no era mi caso.
Nos animaron a pedir estudios neurológicos y psiquiátricos. Me diagnosticacron un tipo de bipolaridad, por lo que recibí un tratamiento con sales de litio, el cual, acompañado de la oportuna terapia psicológica, me permitió recuperar gradualmente mi autocontrol y capacidad de relación, ya sin los pronunciados altibajos emocionales.
El apoyo químico será quizá de por vida, mientras que la terapia psicológica la necesitaría hasta que lograse seguridad y autonomía emocional para volver a ser el mismo que mi esposa conocía.
Como mi capacidad de amar a mi esposa no estaba afectada, la terapia más poderosa fue la que provino de la renovación de la unión amorosa entre mi esposa y yo, que hizo crecer notablemente tanto mi capacidad de autoconocimiento, como del gobierno de mi enfermedad.
¡Cuanta verdad decimos al afirmar que “el amor todo lo puede”!
¿Nulidad matrimonial?
En ciertos casos, una de las partes en el matrimonio busca la nulidad, confundiendo el problema de una enfermedad psicológica en uno de ellos, con una disfunción en su relación de pareja. Ambas cuestiones a tratar por separado.
Puede existir una delgada línea entre una dificultad y la imposibilidad para el amor conyugal lo cual requiere de un concienzudo diagnóstico, tanto desde la ciencia de la salud mental, así como desde las ciencias del matrimonio y la familia.
¿Cómo identificar esta imposibilidad? Un paciente con una afectación psicológica profundamente severa puede sentir impulsos sexuales como condición de la naturaleza humana de varón o mujer, y, además, como persona, aceptar y ofrecer diferentes formas de cariño a los padres, parientes, amigos. Sin embargo, tal alteración puede afectar tan directa e íntimamente a la estructura y dinámicas esenciales de la unión conyugal, que impide su fundación, conservación crecimiento y restauración.
En otros casos, la capacidad para el amor de conyugación no es radicalmente incompatible con la existencia de alteraciones psicológicas diagnosticables. La cuestión es, si tal persona, aun con la afectación, es capaz de fundar con un varón o una mujer una plena unión en la intimidad de sus vidas, en el orden a la ayuda mutua y la educación de los hijos.
Orfa Astorga, Aleteia
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