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sábado, 4 de septiembre de 2021

El que canta reza 2 veces XX: Eso que tú me das


 

¿Te paras alguna vez a pensar en todo lo que te dan los demás? Tu familia, tus amigos, tus compañeros de trabajo, el pescadero, la estanquera, el conductor del autobús… ¿o das tan por sentado que todo lo que recibes de ellos se te debe, que ni siquiera lo aprecias?

Esto a veces pasa en las familias, por ejemplo, cuando el padre o la madre llevan y recogen todos los días a los niños al colegio en coche y un día se estropea y tienen que ir en Metro. ¡Cómo les fastidia, cómo notan la diferencia de ir cómodamente en su coche a ir espachurrados –bueno, justo ahora con la pandemia espachurrados no vamos ninguno-, rodeados de desconocidos, cada uno con su olores y colores, a tener que esperar en el andén y a tener que caminar hasta casa en vez de subir directamente desde el garaje!

Cuando uno ha recibido algo todos los días de su vida se cree que es lo normal y no cae en la cuenta de que es algo que alguien hace por ti, te da su tiempo, su atención y su hacer lo que sea que haga,  y que hay que agradecerlo.

Detrás de cada cosa pequeña de todos los días hay alguien que te la da. Lo que te decía antes, el conductor del autobús está haciendo su trabajo pero no es lo mismo que te dé un trayecto desagradable lleno de frenazos y giros bruscos a que te dé un paseo agradable por la ciudad. La estanquera: no es lo mismo que te suelte el cartón de tabaco a que mientras te lo pasa por la ventanilla te sonría y te agradezca haber ido a su tienda. Ves la diferencia, ¿verdad?

Aunque cada uno hagamos nuestro trabajo y nuestras obligaciones cada día -lo que se espera de nosotros y con lo que todos contamos- , esas tareas o labores son cosas que les damos a los demás. Toda tarea, todo trabajo es un servicio a los demás.

¿Tú cómo le das los buenos días a tu marido o a tu mujer? Porque no es lo mismo de una forma que de otra. O ¿cómo le pones el desayuno a tu familia? ¿Lo ves?

¿Y te paras a pensar en todo lo que te da Dios todos los días? Con Él es más fácil que se nos pase porque generalmente hace las cosas con tanta discreción que no nos damos cuenta de que son milagros, uno detrás de otro y todos los días.

Para empezar, que amanezca de nuevo es algo que Dios te da y ni se te ocurre agradecérselo porque es lo que pasa todos los días. ¡Precisamente! Todos los días te ha dado un nuevo día, un amanecer que si vives en el campo o en la costa puedes incluso disfrutar, no como los que vivimos en una ciudad rodeados de edificios. Bueno,  si vives en un piso muy alto sí que puedes tener amaneceres bonitos.

Pues en este final de verano/invierno piénsalo, todavía estás a tiempo de dar las gracias.

GUADALUPE GARCÍA, Rel

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