Los cristianos perseguidos raramente aparecen en la autoconciencia de la Iglesia cómoda, la Iglesia tolerante o amable...
Todos los números de la admirable revista ecuménica Touchstone incluyen una sección titulada “La Iglesia que sufre”. Es un título que los católicos asocian al purgatorio, pero en el vocabulario de Touchstone “la Iglesia que sufre” es la que es purificada aquí y ahora por la persecución. Es un recuerdo útil de un tema desagradable.
Este tema desagradable, de hecho, influye raramente en la autoconciencia cristiana (y mucho menos en la conciencia cristiana de la Iglesia cómoda, Iglesia tolerante o Iglesia amable), aunque la comisión histórica instituida por Juan Pablo II en el Gran Jubileo del 2000 mostró claramente que los cristianos viven hoy en el periodo de máxima tribulación de su historia.
La comisión afirmó que ha habido más cristianos asesinados por su fidelidad a Cristo en el siglo XX que en los 19 siglos precedentes de historia cristiana.
El “martirio” no es una cuestión relativa a Richard Burton y Jean Simmons que dan la espalda al loco Calígula interpretado por Jay Robinson mientras que Michael Rennie /San Pedro mira benévolamente en el clásico de Hollywood “La Túnica”; el “martirio” continúa en torno a nosotros, siempre.
Una sola página de un número reciente de Touchstone destacó que casi 1200 protestantes han sido apresados en los campos del desierto eritreo en los que “la tortura es una rutina”; que Mustafá Bordbar, un cristiano convertido de 27 años fue arrestado y acusado de “reuniones ilegales y de haber participado en una iglesia doméstica” en Irán (un recordatorio que debe hacer reflexionar a los que ven una nueva “moderación” en Teherán en estos días); que a los cristianos kazaki, muchos de ellos convertidos del Islam se les “anima” a abstenerse de la evangelización arrestando a sus pastores; que un líder musulmán de la Nigeria central rapta regularmente a chicas y mujeres cristianas y las tiene prisioneras en su casa para obligarlas a convertirse o a volver al Islam.
Durante este tiempo, los cristianos temen cotidianamente por su vida en Siria y Egipto, dos sociedades que están en implosión donde las facciones y sectas musulmanas mayoritarias están de acuerdo sólo en una cosa: se ha levantado la veda a la caza de cristianos.
En dos décadas, quizás menos, el cristianismo podría dejar de ser una realidad eclesial viviente en muchos de los lugares en los que nació, por no hablar de las ciudades en las que se desarrolló el cristianismo sub-apostólico y patrístico: la única excepción a esta tendencia en Oriente Medio está en el norte de África y en Israel.
Tom Holland, un historiador famoso y autor de La Forja del Cristianismo (un libro fascinante que explora los modos en los que la expectativa del final del milenio y de un inminente fin del mundo modeló el triunfo de Occidente en el segundo milenio), afirmó en una rueda de prensa en Londres, en la que hablaba del odio y de las rivalidades sectarias en Oriente Medio: “estamos asistiendo a algo que, en cuanto al horror, recuerda a la Guerra de los Treinta Años europea”.
En la misma conferencia, mi vieja amiga y colega Nina Shea, directora del Centro por la Libertad Religiosa del Hudson Institute de Washington, destacó algunas preguntas dirigidas a la ignorancia de los medios de comunicación occidentales, o peor, relativos a esta persecución.
Shea destacó que en Egipto se destruyó una iglesia copta del siglo IV dedicada a Nuestra Señora, aunque estaba a la espera de ser declarada patrimonio mundial del UNESCO.
La iglesia tenía 200 años más que los Buddha de Bamiyan (Afganistán) que figuraban en la lista de la UNESCO y cuya destrucción por parte de los talibanes en 2001 fue ampliada comentada y universalmente condenada.
Los principales medios de comunicación, sin embargo, han tratado este acto de vandalismo religioso y cultural anticristiano en Egipto como si no hubiera pasado nada.
¿Qué hay que hacer ahora? Apoyar a estas agencias no gubernamentales que trabajan para sostener la vida pastoral de la cristiandad en los lugares en los que nació, pedir a la diplomacia que se tome más seriamente la libertad religiosa en Oriente Medio, y que la causa de estos hermanos y hermanas en Cristo sea una parte regular en la oración litúrgica, recordando a la Iglesia perseguida en las intenciones generales de todas las Misas y rezando públicamente por la conversión de los perseguidores.
Sí, por su conversión.
George Weigel, Aleteia
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