Invitamos a los matrimonios y a personas interesadas en una familia feliz, a leer y asimilar pasajes de la Exhortación pontifical 'Amoris laetitia' del Papa Francisco.
Realidad y Desafíos de las Familias (continuación): Los ancianos y la pobreza
48.
«La mayoría de las familias respeta a los ancianos, los rodea de cariño y los
considera una bendición. Un agradecimiento especial hay que dirigirlo a las
asociaciones y movimientos familiares que trabajan en favor de los ancianos, en
lo espiritual y social [...] En las sociedades altamente industrializadas,
donde su número va en aumento, mientras que la tasa de natalidad disminuye,
estos corren el riesgo de ser percibidos como un peso. Por otro lado, los
cuidados que requieren a menudo ponen a dura prueba a sus seres queridos»[34]. «Valorar la fase conclusiva de la vida es
todavía más necesario hoy, porque en la sociedad actual se trata de cancelar de
todos los modos posibles el momento del tránsito. La fragilidad y la
dependencia del anciano a veces son injustamente explotadas para sacar ventaja
económica. Numerosas familias nos enseñan que se pueden afrontar los últimos
años de la vida valorizando el sentido del cumplimiento y la integración de
toda la existencia en el misterio pascual. Un gran número de ancianos es
acogido en estructuras eclesiales, donde pueden vivir en un ambiente sereno y
familiar en el plano material y espiritual. La eutanasia y el suicidio asistido
son graves amenazas para las familias de todo el mundo. Su práctica es legal en
muchos países. La Iglesia, mientras se opone firmemente a estas prácticas,
siente el deber de ayudar a las familias que cuidan de sus miembros ancianos y
enfermos»[35].
49.
Quiero destacar la situación de las familias sumidas en la miseria, castigadas
de tantas maneras, donde los límites de la vida se viven de forma lacerante. Si
todos tienen dificultades, en un hogar muy pobre se vuelven más duras[36]. Por ejemplo, si una mujer debe criar sola a
su hijo, por una separación o por otras causas, y debe trabajar sin la posibilidad
de dejarlo con otra persona, el niño crece en un abandono que lo expone a todo
tipo de riesgos, y su maduración personal queda comprometida. En las difíciles
situaciones que viven las personas más necesitadas, la Iglesia debe tener un
especial cuidado para comprender, consolar, integrar, evitando imponerles una
serie de normas como si fueran una roca, con lo cual se consigue el efecto de
hacer que se sientan juzgadas y abandonadas precisamente por esa Madre que está
llamada a acercarles la misericordia de Dios. De ese modo, en lugar de ofrecer
la fuerza sanadora de la gracia y la luz del Evangelio, algunos quieren
«adoctrinarlo», convertirlo en «piedras muertas para lanzarlas contra los
demás»[37].
De
la Exhortación ‘Sobre el Amor en la Familia (Capítulo II: REALIDAD Y DESAFÍOS
DE LAS FAMILIAS
)
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