Invitamos a los matrimonios y a personas interesadas en una familia feliz, a leer y asimilar pasajes de la Exhortación pontifical 'Amoris laetitia' del Papa Francisco.
Sanando
la envidia
95. (El Papa sigue comentando 1 Co 13,4-7). Luego se rechaza como contraria al amor una actitud expresada como zeloi (celos, envidia). Significa que en el amor no hay lugar para sentir malestar por el bien de otro (cf. Hch 7,9; 17,5). La envidia es una tristeza por el bien ajeno, que muestra que no nos interesa la felicidad de los demás, ya que estamos exclusivamente concentrados en el propio bienestar. Mientras el amor nos hace salir de nosotros mismos, la envidia nos lleva a centrarnos en el propio yo. El verdadero amor valora los logros ajenos, no los siente como una amenaza, y se libera del sabor amargo de la envidia. Acepta que cada uno tiene dones diferentes y distintos caminos en la vida. Entonces, procura descubrir su propio camino para ser feliz, dejando que los demás encuentren el suyo (cf. 1 Co 13,4-7).
96.
En definitiva, se trata de cumplir aquello que pedían los dos últimos
mandamientos de la Ley de Dios: «No codiciarás los bienes de tu prójimo. No
codiciarás la mujer de tu prójimo, ni su esclavo, ni su esclava, ni su buey, ni
su asno, ni nada que sea de él» (Ex 20,17). El amor nos lleva a una
sentida valoración de cada ser humano, reconociendo su derecho a la felicidad.
Amo a esa persona, la miro con la mirada de Dios Padre, que nos regala todo
«para que lo disfrutemos» (1 Tm 6,17), y entonces acepto en mi
interior que pueda disfrutar de un buen momento. Esta misma raíz del amor, en
todo caso, es lo que me lleva a rechazar la injusticia de que algunos tengan
demasiado y otros no tengan nada, o lo que me mueve a buscar que también los
descartables de la sociedad puedan vivir un poco de alegría. Pero eso no es
envidia, sino deseos de equidad.
De la Exhortación ‘Sobre el Amor en la Familia’ (Capítulo IV: Vocación de
la Familia)
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