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domingo, 3 de noviembre de 2024

(Un Minuto) para leer el Evangelio - ¿No sería muchísimo mejor escucharlo con la familia proclamado en la Misa Dominical presencial?

Nota: En el Perú celebramos hoy la solemnidad de San Martín de Porres, aunque algunos la celebran pero con las lecturas presentes.



Deuteronomio 6,1-6.

Este es el mandamiento, y estos son los preceptos y las leyes que el Señor, su Dios, ordenó que les enseñara a practicar en el país del que van a tomar posesión.
A fin de que temas al Señor, tu Dios, observando constantemente todos los preceptos y mandamientos que yo te prescribo, y así tengas una larga vida, lo mismo que tu hijo y tu nieto.
Por eso, escucha, Israel, y empéñate en cumplirlos. Así gozarás de bienestar y llegarás a ser muy numeroso en la tierra que mana leche y miel, como el Señor, tu Dios, te lo ha prometido.
Escucha, Israel: el Señor, nuestro Dios, es el único Señor.
Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas.
Graba en tu corazón estas palabras que yo te dicto hoy.


Salmo 18(17),2-3a.3bc-4.47.51ab.

Yo te amo, Señor, mi fuerza,
Señor, mi Roca, mi fortaleza y mi libertador.
mi Dios, el peñasco en que me refugio,
mi escudo, mi fuerza salvadora, mi baluarte.

Invoqué al Señor, que es digno de alabanza
y quedé a salvo de mis enemigos.
¡Viva el Señor! ¡Bendita sea mi Roca!
¡Glorificado sea el Dios de mi salvación !

El concede grandes victorias a su rey
y trata con fidelidad a su Ungido


Carta a los Hebreos 7,23-28.

Los otros sacerdotes tuvieron que ser muchos, porque la muerte les impedía permanecer;
pero Jesús, como permanece para siempre, posee un sacerdocio inmutable.
De ahí que él puede salvar en forma definitiva a los que se acercan a Dios por su intermedio, ya que vive eternamente para interceder por ellos.
El es el Sumo Sacerdote que necesitábamos: santo, inocente, sin mancha, separado de los pecadores y elevado por encima del cielo.
El no tiene necesidad, como los otros sumos sacerdotes, de ofrecer sacrificios cada día, primero por sus pecados, y después por los del pueblo. Esto lo hizo de una vez para siempre, ofreciéndose a sí mismo.
La Ley, en efecto, establece como sumos sacerdotes a hombres débiles; en cambio, la palabra del juramento -que es posterior a la Ley- establece a un Hijo que llegó a ser perfecto para siempre.


Evangelio según San Marcos 12,28b-34.

Un escriba se acercó a Jesús y le preguntó: «¿Cuál es el primero de los mandamientos?».
Jesús respondió: "El primero es: Escucha, Israel: el Señor nuestro Dios es el único Señor;
y tú amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón y con toda tu alma, con todo tu espíritu y con todas tus fuerzas.
El segundo es: Amarás a tu prójimo como a tí mismo. No hay otro mandamiento más grande que estos".
El escriba le dijo: "Muy bien, Maestro, tienes razón al decir que hay un solo Dios y no hay otro más que él,
y que amarlo con todo el corazón, con toda la inteligencia y con todas las fuerzas, y amar al prójimo como a sí mismo, vale más que todos los holocaustos y todos los sacrificios".
Jesús, al ver que había respondido tan acertadamente, le dijo: "Tú no estás lejos del Reino de Dios". Y nadie se atrevió a hacerle más preguntas.


Extraído de la Biblia: Libro del Pueblo de Dios.

Bulle

San Basilio (c. 330-379)
monje y obispo de Cesárea en Capadocia, doctor de la Iglesia
Grandes Reglas, Cuestión 2 (Lectures chrétiennes pour notre temps, Abbaye d'Orval, 1971), trad. sc©evangelizo.org


La plenitud en nosotros del germen del amor

El amor de Dios no se enseña. Nadie nos ha enseñado a gozar de la luz ni a tener sobre todo el instinto de la vida. Nadie nos ha enseñado a amar a los que nos han traído al mundo o nos han criado. De igual forma, a más fuerte razón, no es una enseñanza exterior que nos enseña a amar a Dios. En la naturaleza misma del ser vivo -del hombre- se encuentra inserta una fuerza que contiene el principio de esta aptitud para amar.
A la escuela de los mandamientos de Dios, nos pertenece recoger ese germen, cultivarlo diligentemente, nutrirlo, llevarlo a su desarrollo por medio de la gracia divina. Tanto como el Espíritu Santo nos dé la fuerza, con la gracia de Dios y sus oraciones, nos esforzaremos para avivar el destello del amor divino escondido en ustedes. (…)
Usando leal y convenientemente de esas fuerzas, experimentamos vivir santamente en la virtud. En cambio, desviándolas de su fin, somos llevados hacia el mal. Tal es la definición del vicio: el uso abusivo y contrario a los mandamientos del Señor, de las facultades que Dios nos ha dado para el bien. En consecuencia, la definición de la virtud que Dios nos pide será el uso cuidadoso de esas facultades, según el orden divino.
Decimos lo mismo sobre la caridad. Al recibir de Dios el mandamiento del amor, el alma lleva inserta desde su creación la fuerza del amor. (EDD)

Oración 

  • "Señor, danos la gracia de conocerte más profundamente, para amarte con todo nuestro ser. Concédenos un corazón puro, para amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos". 

(IA)

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